L. D./ Isabel González Joey Ramone (Jeffrey Hyman), líder de The Ramones, falleció este domingo en los Estados Unidos víctima del cáncer. El cantante había ingresado en un hospital el pasado mes de marzo como consecuencia de un linfoma. Con su muerte, el punk más genuino pierde a uno de sus iconos. Joey Ramone fue además el creador de un estilo que, un cuarto de siglo después de su nacimiento, sigue estando vigente: chaqueta de cuero negro, pelo largo, vaqueros raídos, y las sempiternas gafas de sol.
The Ramones fue el resultado de la unión de cuatro adolescentes (Joey Ramone, Johnny Ramone, Dee Dee Ramone y Tommy) que, hartos del panorama musical imperante en la década de los 60, deciden crear un nuevo tipo de música que marcaría los comienzos del movimiento punk.
Fue en el verano de 1974 cuando Joey se convirtió en el líder de la banda, después del abandono del batería como consecuencia de las continuas discusiones con sus compañeros. El grupo, que hasta ese momento se hacía llamar “Queens”, el barrio neoyorkino en cuyos garages comenzaron a tocar, adopta el nombre de “The Ramones”, en homenaje al pseudónimo utilizado por Paul McCartney durante la estancia de los Beatles en Alemania, “Paul Ramon”.
Ritmo frenético
Su primera actuación exitosa tuvo lugar en el mítico CBGB, una de las zonas de Manhattan con peor reputación. The Ramones se subieron al escenario para hacer lo que harían durante 25 años: interpretar una veintena de canciones en apenas media hora. Letras impactantes y a veces sin sentido, acordes duros, y nunca más de dos minutos de duración. Pautas que hoy todavía siguen grupos como Green Day o The Offspring.
Su primer disco y obra maestra, Ramones (Sire, 1976), está hoy considerado como una verdadera reliquia de la historia del rock. The Ramones rompieron radicalmente con las melodías que se escuchaban en el momento: temas suaves interpretados por grupos como Genesis, Supertramp o Bee Gees. Su nacimiento constituyó los orígenes del punk, estilo que luego llevarían al éxito junto a otras bandas como los británicos Sex Pistols, The Clash y Toy Dolls.
Joey Ramone, admirador de The Beatles, The Who, Kinks y Gary Glitter, era el más sosegado de un grupo en el que no faltaron las drogas y las peleas. Quienes le conocen aseguran que era feliz coleccionando discos de los 60 y aporreando la batería. El tiempo confirmó que su voz sería una de las más atractivas de la historia del punk.
The Ramones fue el resultado de la unión de cuatro adolescentes (Joey Ramone, Johnny Ramone, Dee Dee Ramone y Tommy) que, hartos del panorama musical imperante en la década de los 60, deciden crear un nuevo tipo de música que marcaría los comienzos del movimiento punk.
Fue en el verano de 1974 cuando Joey se convirtió en el líder de la banda, después del abandono del batería como consecuencia de las continuas discusiones con sus compañeros. El grupo, que hasta ese momento se hacía llamar “Queens”, el barrio neoyorkino en cuyos garages comenzaron a tocar, adopta el nombre de “The Ramones”, en homenaje al pseudónimo utilizado por Paul McCartney durante la estancia de los Beatles en Alemania, “Paul Ramon”.
Ritmo frenético
Su primera actuación exitosa tuvo lugar en el mítico CBGB, una de las zonas de Manhattan con peor reputación. The Ramones se subieron al escenario para hacer lo que harían durante 25 años: interpretar una veintena de canciones en apenas media hora. Letras impactantes y a veces sin sentido, acordes duros, y nunca más de dos minutos de duración. Pautas que hoy todavía siguen grupos como Green Day o The Offspring.
Su primer disco y obra maestra, Ramones (Sire, 1976), está hoy considerado como una verdadera reliquia de la historia del rock. The Ramones rompieron radicalmente con las melodías que se escuchaban en el momento: temas suaves interpretados por grupos como Genesis, Supertramp o Bee Gees. Su nacimiento constituyó los orígenes del punk, estilo que luego llevarían al éxito junto a otras bandas como los británicos Sex Pistols, The Clash y Toy Dolls.
Joey Ramone, admirador de The Beatles, The Who, Kinks y Gary Glitter, era el más sosegado de un grupo en el que no faltaron las drogas y las peleas. Quienes le conocen aseguran que era feliz coleccionando discos de los 60 y aporreando la batería. El tiempo confirmó que su voz sería una de las más atractivas de la historia del punk.