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SEMBRAR ALIANZAS Y RECOGER SUBSAHARIANOS, por Víctor Gago

(Libertad Digital-V. Gago) Aún no ha terminado de amarrar a puerto el pesquero Francisco y Catalina, y el Gobierno ya se dispone a acoger otros 90 inmigrantes rescatados en aguas extranjeras. El barco de Salvamento Marítimo –un organismo dependiente del Ministerio de Fomento– viaja rumbo a Canarias con los náufragos rescatados durante la noche del sábado en aguas del Sáhara Occidental. Su llegada a Las Palmas de Gran Canaria se producirá hacia las 6 de la mañana de este lunes.
 
La agencia gubernamental Efe informó que el rescate se produjo a 320 millas al sur de Gran Canaria. Lo que no contó es que fue a sólo 80 de Dahkla, la antigua Villa Cisneros, en el Sáhara Occidental.
 
A las 9:50 horas de este domingo, Europa Press transmitía que el Esperanza del Mar había sido rechazado por las autoridades marroquíes cuando intentó llevar a los 90 indocumentados al puerto más cercano.
 
El Ministerio de Exteriores se apresuró a desmentirlo. Desde el Gobierno, se aseguró que nunca estuvo en los planes de la misión de salvamento dejar a los inmigrantes en un puerto marroquí, sino traerlos a Canarias, destino de moda de las agencias de viaje de la inmigración ilegal y depósito habitual del Gobierno para este tipo de carga humana.
 
"No ha lugar", comunicó Exteriores, de pedirle a Marruecos que acoja a unos inmigrantes exhaustos y hambrientos que han sido rescatados en aguas sobre las que Marruecos no acepta bromas de soberanía y que, de hecho, administra rentablemente a la hora de negociar los onerosos contratos de Pesca con la UE, y de prospección con petroleras norteamericanas y holandesas. 
 
Las prisas del Gobierno por aclarar que Marruecos no debe ser importunado con las consecuencias de sus propios problemas sugieren una actitud de mayordomo que limpia con sigilo para no despertar al señor.
 
Rodríguez  Zapatero prefiere que Canarias, Ceuta y Melilla sigan siendo la escoba de la inmigración ilegal, antes que exigir al intrigante vecino que cumpla con sus compromisos y se haga cargo de la seguridad de unas aguas sobre las que Marruecos ejerce una férrea soberanía de hechos consumados, cuando se trata de explotar sus pesquerías y potenciales yacimientos de petróleo y gas, en contra de las resoluciones y de la tutela de la ONU sobre un Sáhara Occidental sometido a un enconado proceso de descolonización que dura ya más de treinta años.
 
Más vulnerables en la frontera
 
La ansiedad del Ministerio de Moratinos ante el más mínimo roce con Marruecos revela la verdadera vulnerabilidad de las regiones españolas fronterizas. Canarios, ceutíes y melillenses ya saben, desde este incidente, que el Gobierno de Rodríguez Zapatero es capaz ceder ante cualquier desafío que le descargue Marruecos, ya sean pateras o terroristas, según ha prevenido Gustavo de Arístegui, sin que nadie le haya hecho demasiado caso, al menos hasta ahora.
 
Expuestos a una política exterior débil, los españoles de las fronteras con Marruecos también lo están a una política improvisada. Porque el incidente sobre la nueva carga humanitaria que, sin ser suya, España asume, se produce el mismo día en que Moratinos rescata el viejo compromiso socialista con la causa de la autodeterminación del Sáhara. El ministro se dirigió a jóvenes del Frente Polisario en una reunión de las Juventudes Socialistas para prometerles justo lo que su Gobierno y el PSOE han estado traicionando durante los dos años de mandato de Rodríguez Zapatero: lealtad inquebrantable y apoyo incondicional al "derecho a la libre autodeterminación" de los saharauis.
 
El Gobierno ha tenido dos años para demostrar ese compromiso. Bastaba con mantenerse dentro del consenso sobre la descolonización del Sáhara, que todos los gobiernos democráticos han respetado. Las cartas con Marruecos, sobre la antigua provincia española, han estado boca arriba hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero. España se ceñía escrupulosamente a las resoluciones de Naciones Unidas y acataba su tutela del proceso de autodeterminación. Así fue con Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar.
 
El viraje se produjo hace dos años, cuando, a cambio de apaciguar al régimen de Rabat, el Gobierno tiró por la borda el compromiso y la autoridad histórica de España en el conflicto del Sáhara y se plegó a los intereses de Marruecos en la región. Por eso, el afectado pacto de sangre con la causa de la autodeterminación proclamado este sábado por Moratinos, sólo puede responder al cinismo, a la improvisación temeraria, o a una combinación de ambas.
 
La misma combinación de cinismo e improvisación que movilizó al Gobierno contra la inmigración ilegal, sólo cuando la cabeza de puente de la avalancha ya había llegado en marzo, seis meses después de que el CNI alertase de la reorganización de las mafias en Mauritania y justo un año después de que el ministro de Justicia, durante una visita oficial, elogiase el leal compromiso de esa república islámica contra el moderno tráfico de esclavos.
 
Los 90 inmigrantes rescatados por el Esperanza del Mar a orillas del Sáhara son un producto genuino de esa lealtad que consiste en sembrar alianzas y recoger subsaharianos.

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