¿Por qué insiste tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en que el vicepresidente económico, Pedro Solbes, haga la prometida reforma fiscal en el segundo año de la legislatura, esto es, en 2005? La lógica del ciclo político enseña que en legislaturas de cuatro años de duración, como en España o como el mandato del presidente de Estados Unidos, los dos primeros ejercicios son los de adopción de las medidas impopulares, mientras que el tercero y el cuarto se corresponden con la entrada en vigor de las políticas de corte más electoralista. Así, el Partido Popular, en sus ocho años de Gobierno, aprobó las dos rebajas del IRPF en el tercer año de cada legislatura. En Estados Unidos, el presidente George W. Bush, que se enfrenta en noviembre a la reelección, aplicó el año pasado un recorte de impuestos para estimular la economía y mejorar la situación fiscal de los contribuyentes, que también son votantes. Por tanto, la pregunta de por qué Zapatero no espera hasta 2006 para aprobar su reforma fiscal es inmediata. La cuestión es cuál es la respuesta.
En principio, podría pensarse, siguiendo la lógica del ciclo político, que la reforma tributaria del PSOE no va a ser muy popular. Por el contrario, cabría especular con que la finalidad de las modificaciones al IRPF que preparan los socialistas iría encaminada a proporcionar al Estado una mayor recaudación fiscal vía aumento de la presión tributaria. En cierto modo, es legítimo pensar de esta manera en tanto en cuanto en los días previos y en los posteriores a las elecciones del 14 de marzo hubo declaraciones de destacados dirigentes socialistas en las que abogaban por una cierta subida de impuestos. De esta manera, el Ejecutivo de Zapatero tendría dos años para que los votantes olvidaran que los socialistas les habrían subido los impuestos y para tratar de endulzarles el mal trago con otras políticas de corte más populista.
Cuando los socialistas, estos socialistas, están en el poder, es lógico y legítimo pensar que sus intenciones tributarias son las de subir los impuestos. Es lo que enseñan a los españoles sus actuaciones del pasado y buena parte de sus declaraciones en marzo. Sin embargo, en este caso concreto, parece más probable que detrás de las prisas reformistas de Zapatero haya otra motivación. Esta semana, el vicepresidente económico, Pedro Solbes, ha desvelado por fin sus intenciones sobre el tratamiento fiscal de las plusvalías que, en contra de lo que decía el programa electoral del PSOE de incrementar su tributación, pasan por dejar las cosas como están. Los socialistas, además, pretenden aumentar el mínimo exento de tributación en el IRPF, reducir a tres los tramos impositivos y bajar los tipos del impuesto. Algunos ministros, además, pretenden introducir nuevas desgravaciones, como la titular de vivienda, Maria Antonia Trujillo, que habló, sin consultar previamente a Solbes, de reinstaurar la desgravación por alquiler de vivienda. En consecuencia, las intenciones fiscales de los socialistas apuntan, al menos por ahora, hacia una nueva rebaja del Impuesto sobre la Renta, aunque puedan subir otros. Pero, ¿por qué en el segundo año de la legislatura? Porque parece probable que ésta no vaya a tener más de tres años, esto es, que Zapatero opte por adelantar las elecciones.