Hasta ahora sabíamos que el Partido Socialista había hecho suya la máxima de Schopenhauer que asegura que cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa. Lo que no podíamos ni sospechar era el grado de mezquindad moral al que se puede llegar desde La Moncloa.
Por desgracia tenemos ya un nítido espejo cóncavo y convexo de la realidad a conveniencia del sectario Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La desvergüenza en la manipulación de la verdad alcanza por primera vez tras los atentado del 11-M cotas que superan lo tolerable. Un fotogobierno socialista que convierte la humillación y el menosprecio a las víctimas por parte del Alto Comisionado gubernamental, Gregorio Peces Barba, el victimismo de José Bono y la fractura consciente de quienes han sufrido el zarpazo de los asesinos, en una retahíla de acusaciones contra el Partido Popular.
Resulta patético, mendaz y mezquino asistir al intento de linchamiento político de la izquierda contra aquellas víctimas a las que siempre escondieron, despreciaron y humillaron, como hizo siempre el PSOE antes del paréntesis monclovita de Aznar.
Lo más terrible de todo es confirmar la corrupción moral de quienes no dudan en dividir a las víctimas del terrorismo por la necesidad de mantenerse en el poder. De quienes atropellan la dignidad de los muertos y echan sal en las heridas de los que les han sobrevivido sólo por seguir subidos al coche oficial. De quienes necesitan ahora sus víctimas de los asesinos partidarias como arma arrojadiza contra el Partido Popular.