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Al vivir cerca de la glorieta de Denfert-Rochereau –habitual punto de partida, o de llegada, de las manifestaciones, sobre todo cuando se manifiestan los sindicatos de la Educación Nacional, vete a saber porqué–, tuve la impresión tras haber asistido a su final, de que no era muy importante. Más tarde, oí por radio que la Prefectura de Policía daba la cifra de 40.000 manifestantes. Es poco cuando los sindicatos anunciaban 250.000, y pensé que en esta ocasión la policía debía estar más cerca de la realidad. Además, en el barrio, todo el mundo trabajaba (salvo Correos y la recogida de basuras), no sólo los comercios y cafés, sino los muchos artesanos que hay, y hasta, para nuestra desgracia, los albañiles y electricistas que están arreglando el piso de arriba, y meten un ruido infernal.

Cuando, sin relación con la huelga, llamé a un amigo, profesor de Matemáticas, su mujer me dijo que “aún estaba en su despacho”. “Veo que no estás en huelga, le dije”. “No, ni hablar, y además he dado clase esta mañana”. Según él, la huelga en la Educación Nacional no era total. Pero bueno, todo esto es muy subjetivo, y tiene relativa importancia, ya que el miércoles 14 todos los medios afirman que la jornada de protesta fue un éxito. Como siempre, se discuten las cifras: la policía anuncia un millón de manifestantes en toda Francia; los sindicatos, dos millones. Repetirán el 25 de mayo. Y los de enseñanza también el 19, para lucirse. Este mes de mayo, con tres largos puentes y sus días de huelga y manifestaciones, los funcionarios trabajarán a lo sumo unos diez días. La patronal MEDEF lo lamenta y considera que es un despilfarro muy grave, sobre todo en el sector privado, que es el suyo. Como en otras ocasiones, la huelga en todos los transportes, que tampoco fue total pero bastante seguida, ha creado gigantescos atascos de coches en las puertas de las grandes ciudades, sobre todo en París.

Ahora queda lo esencial: saber si el Gobierno se echa para atrás. Le Figaro, en su editorial de éste miércoles, le anima a resistir y a mantener su reforma, pero muchos medios consideran que debe revoir sa copie, o corregir su proyecto, para complacer a los funcionarios descontentos. La reforma es timorata, pero necesaria. Como el número de jubilados aumenta constantemente, o se cotizan más años, o se recortan drásticamente las pensiones, seguir así es imposible, ya sean uno o dos millones los manifestantes. Recordaré que lo esencial de proyecto consiste precisamente en elevar a 42 los años de cotización para todos. Hoy, en el sector privado, basta con haber cotizado 40 o 37,5 los funcionarios –y en muchos casos menos, hay diferentes categorías de funcionarios, con diferentes privilegios. Asimismo se prevé que los fondos de pensiones, reservados por ahora a los funcionarios, se amplíen al sector privado. Y toda una serie de pequeñas medidas, calificadas de “técnicas”, pero que nada tienen de liberal, en el sentido de permitir a cada asalariado que pueda elegir entre diferentes sistemas de pensiones, como ya ocurre en otros países, hasta en la tan socialburócrata Suecia.

El Ministro de Trabajo, François Fillon, recibe a los sindicatos este miércoles a las seis de la tarde. Apostemos que tendrá menos problemas con la reformista CFDT, que con la comunista CGT, sistemáticamente en contra del gobierno “ultraliberal”, proclaman. Lo cual es cómico, pero así es.



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