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Será porque el verano es estación propicia para retozos campestres, pero esta semana confluyeron varias declaraciones tan agrícolas como extravagantes.

Según Nicole Fontaine, ex presidenta del Parlamento Europeo, las subvenciones de la Política Agraria Común “en conjunto han sido extremadamente positivas”. ¡En conjunto, qué cálculo! O sea, que doña Nicole ha sumado todo el dinero cobrado por los agricultores y los burócratas, y toda la importancia cobrada por las autoridades. A esa suma le ha restado los impuestos pagados por los ciudadanos, los precios más elevados de los alimentos que consumen, el castigo de los agricultores de los países pobres, impedidos de vender aquí sus productos, y toda suerte de costes de oportunidad, ineficiencias y corrupciones varias ¡y le ha dado positivo!

Claro que, puestos a calcular, vi en la misma página de un diario dos noticias. Una: “Los agricultores reclaman un seguro de ingresos para años de alta siniestralidad”. Ninguna referencia había, claro está, a lo que eso costaría al contribuyente y consumidor. Dos: “Los productores de ajos denuncian importaciones sin control procedentes de Asia”. Y tampoco ninguna referencia, claro, a que eso beneficiaba a los ciudadanos brindándoles productos buenos y baratos.

Con esa misma impecable forma de razonar, Miguel López, del lobby agrícola COAG, denunció los subsidios al algodón en Estados Unidos, pero aplaudió los subsidios al algodón en Europa. Lógico.


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