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Rubén Loza Aguerrebere

Uruguay y Argentina: cumbres borrascosas

Las aguas en el Río de la Plata están volviendo a su calma, tras las rispideces entre los gobiernos de Uruguay y Argentina, que amenazaron con retiro de sus embajadores. Se ha dado por superada la situación diplomática, que tuvo varias aristas.
 
La semana pasada se reunieron los presidentes del Mercosur en Montevideo. Dentro de diversas actividades, los presidentes Kirchner, de Argentina, Lula da Silva, de Brasil, Mesa, de Bolivia y Ricardo Lagos, de Chile, recibieron las llaves de la ciudad de Montevideo de parte del alcalde, Mariano Arana, perteneciente al conglomerado de izquierdas Frente Amplio. No llegó al acto porque perdía el avión (¿fue una excusa?) el presidente de Paraguay, alertado (han dicho) sobre las características de la reunión, ideológicamente internacionalista. Kirchner habló durante una hora, no ahorró dardos contra el FMI, habló de los derechos humanos y deslizó elogios al líder de la izquierda uruguaya, Vázquez. Cuando recibieron las llaves, el presidente de Brasil y el argentino (que gozan del afecto de la progresía de salón) alzaron las manos del alcalde montevideano.
 
Ambos mandatarios que se reunieron, luego, en Montevideo con el líder del conglomerado de izquierdas, Vázquez, pero no lo hicieron bilateralmente con el dueño de casa, el presidente de Uruguay. Baste recordar, de todos modos, que en su visita a Bolivia, Kirchner hizo algo parecido: no visitó al presidente del país, pero sí al líder cocalero Evo Morales.
 
Y suma y sigue. El gobierno argentino, dos días más tarde, se sintió agraviado porque Uruguay designó como agregado militar en su Embajada en la Argentina a un ex marino, designado en junio y quien asumiría en marzo venidero. Al parecer las fuerzas "progresistas" argentinas fueron alertadas por algún político menor de Uruguay que aspira a crecer pidiendo pase a la izquierda. Cuestionado por grupos izquierdistas argentinos y las madres de Mayo, se dijo que el citado ex marino era un "torturador". También lo afirmó Kirchner en un programa de TV, en su país, señalando que lo sabía por un libro de un fotógrafo exiliado en Holanda, quien, ahora, ha sido consultado por los hechos del mencionado militar y ha respondido que no le recuerda, aunque (ligeramente) lo incluyera en su libro. Pero el tema se solucionó raudamente entre otras cosas porque el ex marino uruguayo solicitó que no le enviaran a ese destino y pidió que se designe un Tribunal Militar de Honor para que se juzgue su actividad militar.
 
Solucionado al asunto, he ahí que un miembro de la Comisión para la Paz, creada en Uruguay por el presidente Batlle para estudiar los casos de las personas desaparecidas en este país, realizó declaraciones a la prensa, señalando que los gobernantes argentinos no podían hacer manifestaciones políticas en Uruguay. Y señaló el caso del gobernador Ibarra, quien dijo que se necesitaba voluntad política (en Uruguay) para aclarar casos de desaparecidos así como jueces con coraje. Y señaló que parecían comentarios provenientes de agitadores vinculados a la guerrilla, a las que "estuvieron vinculados en el pasado". Me dicen que aludía a varios funcionarios del actual gobierno argentino, antes vinculados a los montoneros.
 
Todas estas cosas hicieron eclosión. Terminado el tema de ex marino, el canciller argentino Bielza solicitó aclaraciones sobre las ofensas a su presidente. El gobierno uruguayo emitió un escueto comunicado señalando que el ciudadano que hizo las declaraciones no era funcionario del gobierno de Uruguay, no recibía remuneración del Estado ni lo representaba, agregando que sus expresiones fueron realizadas en el ámbito de libertad de expresión que reina en Uruguay.
 
Ha terminado la tensión aunque, por cierto, siguen tirantes las relaciones entre Kirchner y Batlle. Ello se debe a la posición del presidente de Uruguay, quien entiende que su país, inserto en un enclave geográfico particular, debe apostar en una proyección de círculos concéntricos a la diversificación de mercados, siendo partidario de la integración, pero entendiendo que se debe potenciar la relación con mercados externos. Y en este sentido, el ALCA, a lo que aspira, tiene futuro. Lo veremos.
 
Pero estos son asuntos menores entre dos países con historias tan cercanas, a veces paralelas, y separados por un río. Cosas pequeñas, si los comparamos con los asuntos que deberá enfrentar Kirckner, quien tiene por delante concretar alguna fórmula de pago de la deuda externa, ya que el FMI le está visitando de nuevo, mientras los piqueteros que ya coparon Plaza de Mayo cortan cuanta calle se les ocurra. Y todo ello, sin contar las denuncias de soborno en el Senado por la compra de votos. Como para no sentir, el señor de la Patagonia y su entorno, una suerte de Angst, sentimiento que, como dice Cyril Conolly, "puede adquirir la forma del remordimiento que produce el pasado, la culpa respecto del presente, la ansiedad por el futuro".

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