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El martes por la tarde, durante las informaciones de TF1, Alain Juppé anunció que no dimitiría inmediatamente, y vale la pena señalar que, poco antes e incluso mientras explicaba su decisión, todos los medios nos anunciaban su dimisión inmediata. Un gigantesco error profesional. Pues bien, Juppé dijo que ya que había presentado recurso, o apelación, o como se diga, esperaría los resultados del segundo juicio, como así le autoriza la ley, para atenerse a las decisiones de la Justicia, esperando que fueran menos feroces, pero que si se confirma su ilegibilidad, no tendría más remedio que dimitir de todos sus cargos.
 
Mientras tanto, seguirá siendo diputado, alcalde de Burdeos, y presidente de la UMP, para preparar el relevo, según precisó, cosa que se realizará el próximo otoño, durante el Congreso del partido mayoritario, lo cual estaba previsto desde hace tiempo. Yo le encontré bien, convincente, dominando sobriamente su natural cólera, y explicando que su dimisión inmediata hubiera creado problemas a la mayoría y a Burdeos, y pese a su primer impulso de mandarlo todo al carajo, consideró que su deber era permanecer, mientras pueda.
 
“Le encontré sincero”, reconoció Laurent Fabius, en otra emisión de televisión, pocas horas después. Pero el tribunal ha actuado como debía, añadió. Como era de esperar, los adversarios y enemigos de Alain Juppé aplaudieron, todos a una, la “independencia de la Justicia”, tan bien manifestada por el Tribunal de Nanterre, y criticaron duramente al Gobierno y a su mayoría, por haberse permitido hacer comentarios sobre el veredicto, sin respetar las decisiones de la Administración de Justicia. Pero no cesaron de hacer comentarios, desde el primer momento, empezando por la propia presidenta del Tribunal, la señora Pierce. Y todo eso durante el proceso, así como también después, comunicando a la prensa informaciones sobre las presiones y amenazas que habían recibido, las cuales según las primeras averiguaciones, resultan fantasiosas, para no decir embusteras, porque han demostrado que las cartas anónimas recibidas en Nanterre, eran cartas de amenazas a.... Juppé, y las visitas clandestinas al despacho de la presidenta fueron realizadas por el servicio de la limpieza....
 
Siendo analfabeto en estas materias, me imagino que será más difícil demostrar si hubo o no pinchazos telefónicos y manipulación de ordenadores. Por ahora, todo parece demostrar que el tribunal ha exagerado, hablando diplomáticamente (por respeto a la Justicia), en cuanto a la ferocidad de la condena, a sus sermones jacobinos, y a su denuncia pública de intolerables presiones, inexistentes. Fue, repito, un proceso político: basándose en la ley, vieron la posibilidad de matar políticamente a un líder de la mayoría, y lo aprovecharon. Habrá que esperar las conclusiones de las tres comisiones de investigación, una nombrada por el Presidente Chirac, otra por el Ministro de Justicia y otra por el Fiscal General de Nanterre, para saber, tal vez, si hubo realmente presiones. Lo paradójico en este caso es que todo se basa en una ley contra el financiamiento ilegal de los partidos, y, por ende, la corrupción, preparada y votada, en 1995, cuando Balladur era Primer ministro y Juppé Ministro de Exteriores. Todos los partidos eran culpables; desde luego, el RPR, pero también el PS, y no hablemos del PCF, campeón absoluto del trapicheo y la mordida. Yo creía que también se votó por entonces la amnistía. Me habré equivocado.

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