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José Carlos Rodríguez

No es tiempo de "outsiders"

Los últimos estados en los que se han celebrado primarias para la elección del candidato demócrata, Michigan y Washington el sábado, 7, Maine el día siguiente y Tennessee y Virginia el pasado martes, 10, se han sumado a las victorias de John Kerry. Con doce victorias de catorce contiendas, repartidas en el noreste, medio oeste, noroeste y sur, el senador por Massachussets ha demostrado que puede vencer en toda la extensa y variada geografía estadounidense. El general retirado Wesley Clark no ha superado los terceros puestos en Tennessee y Virginia y el agotamiento de los fondos para su campaña, y ha decidido abandonar la carrera demócrata.
 
La indiscutible primacía de Kerry invita a reflexionar sobre las implicaciones del comportamiento del votante demócrata. Las encuestas muestran que la primera preocupación de quienes eligen líder se centra en quién será capaz de derrocar a Bush, lo que está favoreciendo al veterano de Vietnam, lo que no es de extrañar, dado que el 89% de los virginianos y el 81% de los ciudadanos de Tennessee le ven capaz de hacerlo. Esta circunstancia ha restado valor a quienes se presentan como outsiders, antisistema, fuera de los engranajes de Washington, y que ha sido una de las bazas jugadas por Clark y John Edwards, y especialmente por Howard Dean. Quien destaca en el favor de los demócratas, no lo olvidemos, es un candidato con dos décadas en el senado.
 
Otro elemento importante, relacionado con el anterior, es que el mundo no es el mismo después del 11 de septiembre. Clark era considerado, antes de arrancar las primarias, uno de los candidatos más fuertes por su impecable currículum militar y su experiencia en relaciones internacionales, por lo que centró su discurso en el liderazgo. El éxito de su rival de Massachussets le ha quitado credibilidad a su mensaje.
 
Si nadie cree que Edwards o Dean puedan vencer a John Kerry, ¿por qué se mantienen en la carrera demócrata? Ellos están ya pensando en su situación cuando las primarias hayan concluido. Dean desea convertirse en toda una figura del partido con el extraordinario escaparate de precandidato, como lo hicieron Jessie Jackson en 1988 y Jerry Brown en 1992. Edwards piensa, además, en acompañar a Kerry en contra de Bush o en todo caso en construir una candidatura más sólida para 2008. Su campaña de tintes positivos y demagógicos, alejadas del enfrentamiento personal con otros candidatos, parece más encaminada a crear una imagen pública que a enfrentarse en noviembre a George W. Bush, objetivo que sólo ha sido considerado en serio desde su inesperado éxito al convertirse en uno de los pocos en contienda.
 
Toda elección estadounidense tiene grandes repercusiones internacionales, como consecuencia del enorme peso económico y político de aquel país. Pero esta elección, la primera desde los atentados a la Torres Gemelas, tiene una importancia extraordinaria. Está en juego el alcance y el sentido de la lucha contra el terrorismo internacional y la defensa de los valores de occidente, como los Derechos Humanos, el Estado de Derecho o la libertad, amenazados por varios flancos. Esa amenaza es real, como trágicamente ha puesto de relieve el atentado contra el World Trade Center, y la respuesta a la misma dependerá que quien ocupe, a partir de noviembre, el Despacho Oval.

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