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Víctor Cheretski

Operación "El Pescadito"

La extraña “desaparición” del candidato a la presidencia rusa el populista, Ivan Ribkin, alias el pescadito, ha producido mucha bulla tanto en Rusia como en Occidente. La diferencia consiste en que los medios rusos se ríen del caso mientras que a ciertos medios españoles les sirve para atacar una vez más al Kremlin “por falta de democracia”. Como siempre, en este sentido se destaca el rotativo de bandera del imperio polanquista, que en los últimos 20 años no para, en sus crónicas desde Moscú, de confundir al público español sobre los acontecimientos en Rusia.
 
Por supuesto, no pretendemos defender al sistema político ruso, sino demostar que el caso Ribkin no tiene nada que ver ni con la persecución política, ni con el derecho del pueblo ruso a elegir al presidente de su país. No es ningún secreto que Ribkin, político mediocre, sin carisma ninguno, no tiene posibilidad de ser elegido en las presidenciales del mes de marzo. No es rival, ni para el presidente Putin, ni para nadie. Así que no hay necesidad de apartarle de la campaña electoral mediante secuestros, como insinúa. De los siete candidatos a la presidencia, Ribkin es el peor valorado, según todos los sondeos. Es evidente que el pseudo-secuestro por los “servicios secretos” ha sido una maniobra para atraer la atención pública hacia su persona.
 
Insinuó también que buscaba un encuentro con el terrorista checheno, Masjadov, o sea, deseaba repetir la “hazaña” de Carod-Rovira, con la excepción de que Ribkin no representa ni al gobierno, ni a ninguna fuerza política en Rusia. No puede negociar simplemente porque no puede ofrecer nada a nadie. Es de destacar también que Ribkin es un típico funcionario del antiguo régimen estalinista, creado en los “obkoms” (comités provinciales del PC), o sea, es el clásico oportunista sin ideología, ni orientaciones políticas. Muchas veces ha cambiado de chaqueta. Al principio de los noventa fue uno de los fundadores del nuevo Partido Comunista de Rusia, posteriormente fundó un grupo socialista, y ahora se califica como “representante de las fuerzas democráticas” aunque estas últimas no lo reconocen como tal.
 
A mediados de los 90 se hizo ferviente partidario del corrupto, perverso y alcoholizado Yeltsin y por ello fue nombrado presidente de la cámara baja del parlamento. Tras fracasar en su misión parlamentaria, fue ascendido a altos cargos del Estado. Fue designado secretario del del Consejo de Seguridad y vice-primer ministro de Rusia. Al asumir la presidencia, Putin apartó del poder a las figuras más odiosas del régimen de Yeltsin. De allí el odio personal que Ribkin tiene por el presidente. Además, Ribkin es un hombre de paja del oligarca, Boris Berezovski, el “cardenal gris” de Yeltsin. El oligarca está muy interesado en todo tipo de escándalos públicos. Es un típico “chorizo” que finge estar perseguido por motivos políticos. Teme que tarde o temprano la fiscalía rusa le saque de su guarida londinense y le quite los milles de millones de dólares que ha robado de las arcas del Estado. Según la mayoría de los analistas es precisamene Berezovski quien está detrás de este trama. No obstante, el mejor comentario sobre el caso lo ha hecho la esposa de Ribkin. “Me da mucha pena Rusia cuando veo que unos personajes como mi marido quieren gobernarla”, dijo. Al parecer, Ribkin no buscaba durante su desaparición la companía de terroristas chechenos, sino de chicas de alterne.

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