Menú
GEES

Los errores del CNI

Salvo el español, no se conoce gobierno democrático que confíe en un único servicio de inteligencia. En parte porque, como en medicina, en inteligencia también una segunda opinión es más que aconsejable; pero, en parte, porque el mundo de los servicios de inteligencia siempre ha estado rodeado de sombras y dudas y su control, en la práctica, es más difícil si sólo hay una gran organización nacional, que cuando los proveedores de la información que llega al gobierno son varias agencias.
 
Cuando el PP llegó al gobierno, allá por 1996, el entonces CESID se caracterizaba por sus continuos escándalos, productos de su utilización política y de las distintas facciones en liza, escándalos que se condensaron aquellos días en las filtraciones permanentes de los famosos “papeles” del CESID. De ahí, que la primera tarea del primer Gobierno de José María Aznar fue sacar al CESID de las portadas de los medios de comunicación. Y ese objetivo, poco a poco, lo logró. Una segunda tarea, la reforma orgánica del CESID, se emprendió con mayor cautela y sólo vio su culmen en la segunda legislatura del PP en el Gobierno, con el cambio de denominación, de CESID a CNI, el nombramiento de su primer director no militar y la aprobación de un nuevo decreto con sus objetivos, responsabilidades y atribuciones.
 
El control político se entendió como una tarea esencialmente del Ejecutivo, y para tal fin se tomó la decisión de dotar al CESID/CNI de unos objetivos anuales de información, una especie de plan sobre el que hacer bascular el trabajo de sus agentes. Desgraciadamente, cuando esta medida comenzó a aplicarse, en 1998, otros países que ya habían pasado por la misma experiencia, comenzaban a arrepentirse de fijar dichos objetivos, habida cuenta que sus organizaciones de inteligencia tendían a ajustarse burocráticamente a los mismos, despreciando todo cuanto no estuviera escrito y explicitado por el Gobierno. En nuestro caso, sabemos dramáticamente cómo la inteligencia sobre fundamentalismo islamista sólo se había introducido muy recientemente entre los objetivos del CNI, de hecho, este mismo año y, en consecuencia, se le había prestado muy poca atención. Salvo, eso sí, en lo que se refiere a la asistencia directa a las tropas desplegadas en Irak.
 
El PP creyó que centrando al CESID/CNI en su agenda profesional bastaría para impulsar un nuevo modelo de inteligencia menos politizado y más sensible a las necesidades informativas de los responsables políticos. Ni lo uno ni lo otro. Por ejemplo, fue la prensa y un instituto privado de análisis los que alertaron de un documento redactado por un ideólogo fundamentalista en el que se detallaba una estrategia de ataques a España para expulsarnos de Irak. El CNI parecía desconocerlo o, si lo conocía, no había alertado del riesgo que planteaba para nuestro país. Por tanto, si no sabía de su existencia, malo; pero si lo conocía y lo había desdeñado, aún peor. ¿Cómo explicar que, según ha quedado patente, tras los atentados del día 11 el CNI sólo pusiera en manos del gobierno una especulación sobre la autoría, no sólo equivocada, sino sin fundamento informativo alguno? Cualquiera habría podido escribir esas notas sin salir de su casa. Pero al servicio de inteligencia se le supone un acceso privilegiado a la información, que para eso se le paga.
 
En cuanto a su supuesta despolitización, aún quedan por esclarecer las turbias palabras de Rubalcaba cuando afirmó, tras la desclasificación de los dos informes del CNI sobre el 11-M que el gobierno seguía sin hacer público todos los papeles del CNI. ¿Acaso conocía el dirigente del PSOE más informes secretos? ¿En calidad de qué tenía ese conocimiento? Que se sepa, es delito jugar con secretos de Estado y los papeles del CNI, correcta o incorrectamente, tienen esa categorización.
 
La resurrección de viejos nombres de la peor etapa del CESID en el tardofelipismo, pone de relieve la extrema ingenuidad de los políticos del PP. Por el contrario, si se confirmara que los socialistas habrían enviado una misión del CNI para pactar una tregua con los radicales iraquíes durante la retirada de las tropas antes de tomar posesión de su cargos gubernamentales, o la más comprobable destitución sin demora de Jorge Dezcállar, se vuelve a demostrar, no que el PSOE sí que sabe mandar sobre los espías, sino que los espías quieren ser mandados por el PSOE.
 
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

En España

    0
    comentarios