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EDITORIAL

A rastras

Rescatando las palabras del protagonista, la reforma estatutaria se hará a pesar del PP o, literalmente, “con el PP arrastrando los pies”. Esta es la pluralidad, este es el partido que más se parece a los ciudadanos.

El viernes pasado el Partido Popular pidió formalmente a Zapatero que pusiese coto al verbalismo provocador del compañero Maragall. El presidente del Gobierno no ha tardado en seguir las instrucciones dadas por los populares y ayer mismo puso, sino coto, si red, barco y tertulia al primero de los socialistas catalanes. A bordo del yate Niloco los dos presidentes, el de la Cataluña milenaria y el de la España plural, compartieron un agradable día de pesca en busca y, suponemos, captura, del codiciado atún rojo del Mediterráneo.
 
El encuentro veraniego entre el que manda y el que obedece ha sido, según cuentan, privado, informal y sin contenido político alguno. Sin embargo coincidiendo con esa cumbre de bajura el portavoz del PSOE en el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha dicho que tanto su partido como el Gobierno de la Nación impulsarán la reforma de los Estatutos autonómicos. Exactamente lo mismo que, desde El Escorial, dejó entender Maragall hace una semana escasa.
 
Rubalcaba se ha valido para efectuar sus declaraciones de los micrófonos de la cadena SER, siempre solícitos a servir de minaretes radiofónicos de todos los dirigentes socialistas que en España han sido. Rubalcaba, fiel a su estilo, no sólo ha dejado clara la posición del partido, y por ende la del Gobierno, sino que se ha aventurado en un terreno más familiar, con marca de su productora particular. El portavoz, tomando por un momento la cartera que lleva Jordi Sevilla en el ministerio de Administraciones Públicas, ha recordado a los complacientes oyentes de la SER que de lo que se trata es de “dar un paso más” en la búsqueda de un nuevo encaje autonómico.
 
El paso más, el paso adelante de Rubalcaba, consiste esencialmente en reformar los Estatutos a gusto del consumidor, esto es, de Maragall, y pasarse por el arco del triunfo a todo el que se oponga. Rescatando las palabras del protagonista, la reforma estatutaria se hará a pesar del PP o, literalmente, “con el PP arrastrando los pies”. Esta es la pluralidad, este es el partido que más se parece a los ciudadanos. El compromiso del que hablaba el pasado congreso triunfal se resume en esto: o conmigo o a rastras. Tal es la idea de la democracia que se estila en los despachos de Ferraz, peor aun, tal es la idea de la democracia que hoy puebla las oficinas y satrapías gubernamentales.
 
El PP aún no ha hecho pública su réplica, que, por el descaro en las manifestaciones de Rubalcaba, debe ser terminante y enérgica. Las imprecaciones del portavoz socialista han sido de tal calado que seria calamitoso que el principal, y por ahora único, partido de la oposición no saliese a ellas con valentía y decisión. Decir que al Partido Popular “le ha costado mucho esto del Estado autonómico” tal y como aseguró Rubalcaba es, no sólo una maldad propia de un político sin escrúpulos, sino un embuste para consumo de incondicionales y de oyentes contumaces de la cadena SER.
 
Bajo los gobiernos del PP –a los que según Rubalcaba hay que llevar a rastras en temas relativos a autonomías y descentralización– el estado autonómico quedó prácticamente cerrado y nacieron dos autonomías de nuevo cuño en las plazas del norte de África. En los ocho años de Gobierno popular terminó de cristalizar la España autonómica actual que, si los libros de Historia no engañan, se alumbró durante la época de Adolfo Suárez. El mismo José María Aznar fue presidente de una Comunidad Autónoma durante varios años y el Partido Popular ha sido, entre otras cosas, el primero en llevar a la presidencia de otra Comunidad Autónoma a una mujer. Desde el ministerio correspondiente se consumaron durante esos años centenares de transferencias y, aunque a Rubalcaba le pese, se configuró el mapa final de la España de las Autonomías.
 
El proyecto maragallista, el paso adelante de Rubalcaba, no persigue otra cosa que quebrar el consenso constitucional de 1978, mimbre político sobre el que se construyó el país estable y moderno que disfrutamos hoy día. A cambio los del “nuevo encaje autonómico” ofrecen apenas buenas palabras y un programa asimétrico, es decir, desigual, del que no se puede esperar nada bueno. A día de hoy, con la toma de postura del PSOE, el Partido Popular y sus casi diez millones de votantes se han quedado solos en la defensa de un espíritu constitucional en el que ya no creen ni muchos de los partidos que lo votaron.

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