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Isabel Durán

Que se presente Gallardón

Durante la campaña de 1993 un grupo de banqueros empresarios y periodistas activó su poderoso lobby para impedir el triunfo de José María Aznar en las urnas

Ruiz Gallardón continúa viviendo una luna de miel con la progresía de billetera y talonario. Pero ha llegado su hora. Ha echado un órdago para conquistar la presidencia del Partido Popular en Madrid. Que se presente y diga de una vez lo que piensa. Que deje de ponerse morado a costa del PP, de vivir con el coche oficial y del presupuesto bajo un programa que no es el suyo. Que diga que es la segunda marca de Polanco, que proclame que sube los impuestos porque la administración se lo merece, que la píldora abortiva es lo que las familias españolas desean para sus hijas a espaldas de los padres y que la adopción por parte de homosexuales es lo mejor porque se vela por los niños basándose en informes a la medida carentes de rigor, pero, eso sí, pagados rigurosamente con el dinero del contribuyente madrileño.
 
Ruiz Gallardón es la terminal de Jesús Polanco en la derecha, como Rodríguez Zapatero lo es hoy desde La Moncloa bajo la enseña del puño y de la rosa. Lo de Ruiz Gallardón viene de antiguo. Durante la campaña de 1993 un grupo de banqueros empresarios y periodistas activó su poderoso lobby para impedir el triunfo de José María Aznar en las urnas. Junto al emperador de la prensa destacaban el entonces presidente del Instituto de Empresa Familiar, Leopoldo Rodés o el armador Fernando Fernández Tapias, pasando por Mario Conde o Manuel Prado. Una variopinta amalgama de poderosos decididos a aunar sus esfuerzos en reuniones de moqueta y salón para decidir desde sus cómodas poltronas el futuro de los destinos de España. Les unía un punto en común, su deseo de que González se perpetuara en el poder para el buen cuidado de sus fortunas e intereses personales. Consiguieron su objetivo.
 
Tres años después, la corrupción le llega al cuello a González y sus gobiernos y José María Aznar se hace con la victoria en las urnas. El poderoso lobby de la beautiful filosocialista se resiste a acatar el resultado de los comicios. El jefe de la banda sigue siendo Jesús Polanco. Desde sus rotativas pone en marcha un auténtico golpe de timón, sólo equiparable al del 23-F. Se trata de impedir que Aznar llegue a La Moncloa y su candidato es Alberto Ruiz Gallardón. El primer torpedo lo lanza a través de Cinco Días. El periódico económico de Polanco aseguraba al día siguiente de las elecciones, el 4 de marzo de 1996, que Jordi Pujol no respondió las llamadas telefónicas de Aznar tras su victoria pero sí las del presidente de la comunidad de Madrid para “agradecerle su moderado discurso” y al que espetó la siguiente duda: ¿sabe usted si es necesario que el presidente del Gobierno sea un diputado electo?” Fue el toque de corneta. A partir de ahí entró a la carga la artillería pesada del grupo Prisa. “Cabe la posibilidad constitucional de un gobierno de gestión encabezado por un independiente que ni siquiera tiene que ser diputado” rezaba el editorial de El País. La jugada les salió rana.
 
El delfín de la beautiful, Alberto Ruiz Gallardón, siempre despreció a Aznar. Lo mismo le ocurre con sus sucesor Mariano Rajoy. Al nuevo presidente popular le presume debilidad porque ahora todo está por hacer. Ha esperado a la salida definitiva de Aznar para quitarse la careta. Pero no ha comenzado su lanzamiento definitivo con buen pie. Su rentrée del curso político ha sido patética. Fue en La Mañana de la COPE. Quien sólo ve “fantasmas” cuando se le recuerda que los instigadores del acoso del 13-M –de un intensidad sólo sufrido por esa formación política– son los medios de su mentor periodístico, poco recorrido le queda, al menos en su propio partido. Quien se demuestra incapaz de articular una sola crítica contra el imperio mediático que les acosó al grito de asesinos, manipuladores y golpistas, poco más tiene que explicar.
 
Gallardón es la expresión de su propia ambición. Nada más. El Partido Popular se recuperará de este órdago. Él no. Si no le sale bien, deberá cambiarse definitivamente la chaqueta y pasarse por Ferraz. Que se presente y que cuente la verdad. Los resultados, en noviembre.
 

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