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Alberto Míguez

Reflexión y genuflexión

Y ahora salen el embajador, el ministro y la vicepresidenta diciendo que hay que reflexionar sobre la “posición común”, es decir, acabar con ella para satisfacer al dictador caribeño y fastidiar a los disidentes

Las palabras del recién estrenado embajador de España en La Habana, Carlos Alonso Zaldívar, sobre la intención española de acabar con la “posición común” de la UE en torno a Cuba confirman los peores presagios sobre la nueva política exterior de ZP y sus compadres. Tras haber dudado durante semanas si invitaba o no a disidentes políticos cubanos a la recepción en la embajada el 12 de octubre pasado, “Charlie” Zaldívar terminó enviándoles la cartulina para que pudieran pisar las alfombras del palacete en día tan señalado. Pero no dejó que se fueran sin largarles un sermón, recuerdo sin duda de sus días de joven y emprendedor dirigente comunista, infeliz aspirante a sucesor de Carrillo.
 
El discurso del embajador coincidió con otras chorradas semejantes pronunciadas por la vicepresidenta del Gobierno y el ministro de Asuntos Exteriores sobre la inutilidad de la “posición común” en la que se adaptan las relaciones de la UE con Cuba, que buscaba ni más ni menos que mayor respeto a los derechos humanos y la liberación de los presos políticos. Ya se sabe que ninguna de las dos cosas se han conseguido, pero ¿de quién es la culpa, de la UE o de Castro? ¿Quién asesina, chantajea, encarcela, tortura y roba en Cuba? ¿Será tal vez la UE y su famosa “posición común”?
 
Según esta estrategia de utilidad, la UE debería callarse permanentemente y no incomodar a los generales birmanos, a los dirigentes comunistas chinos, al dictador de Corea del Norte y a cuantos canallas y merluzos hay en el universo mundo haciendo barbaridades. Ya se sabe que condenar a los sátrapas y a sus polizontes es más que nada un gesto ético y no un método para hacer buenos negocios o para convertirlos en demócratas impolutos. Nadie creyó jamás en la UE o fuera de ella que Castro iba a transformarse en demócrata sueco con la “posición común”. La UE defiende una serie de valores y principios opuestos a la práctica totalitaria del régimen cubano. Denunciar los excesos del régimen era un deber; aplicar la cláusula democrática a cualquier negociación con Cuba, una exigencia moral.
 
Y ahora salen el embajador, el ministro y la vicepresidenta diciendo que hay que reflexionar sobre la “posición común”, es decir, acabar con ella para satisfacer al dictador caribeño y fastidiar a los disidentes, a los que se recibe a regañadientes en la embajada. Reflexivos y genuflexos, helos aquí aflojándose los cinturones a esta cuadrilla de oportunistas diplomáticos en espera de ser convenientemente gratificados por Castro y sus sayones. Sólo falta que Moratinos viaje a La Habana para regalarle vaselina al dictador.

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