Habían transcurrido ya algunos años desde el final de la guerra civil, cuando se decidió crear en Madrid, en el seno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, un centro dedicado a la economía. El nombre elegido fue Instituto Sancho de Moncada. Dar un nombre propio a un instituto de economía supone tributar un homenaje significativo a la persona elegida y aceptar que los investigadores de nuestros días son, de alguna manera, herederos de las ideas del personaje escogido. Así, cabe esperar, por ejemplo, que un centro que lleve el nombre de Karl Marx tendrá una orientación socialista, que difícilmente encontraríamos en otro que se llame Adam Smith o Milton Friedman. Cabe entonces preguntarse en qué se suponía que inspiraría a los economistas de la época Sancho de Moncada; y también, desde luego, si tenía sentido dar su nombre al centro de investigaciones en economía de nuestro CSIC.
Porque Moncada fue autor de una obra que, leída en nuestros días resulta muy poco atractiva, incluso si tenemos en cuenta el momento histórico en el que fue escrita. Nació el padre Moncada en Toledo el año 1580 y, tras cursar estudios de teología, decidió dedicar su vida al servicio de la Iglesia, ocupando durante algunos años la cátedra de Sagrada Escritura de la universidad de Toledo. Pero el hecho de que su nombre nos resulte hoy familiar tiene una explicación muy diferente. Tenemos que remontarnos al año clave de 1619, en el que el rey Felipe III planteó a la nación una gran consulta para tratar de determinar cuáles eran los males que la aquejaban. Sancho de Moncada escribió su libro más importante, Restauración Política de España, para presentar sus ideas sobre el tema. Su visión de la situación del país no era precisamente optimista: "España está hoy tan haragana, ociosa, entumecida, y puedo decir que manca y baldada". Sería difícil esperar que una obra pensada y redactada en aquellas circunstancias contuviera recomendaciones a favor de una mayor apertura al exterior de la economía española. Pero este libro es difícilmente superable en su carácter nacionalista y en su cortedad de miras para ofrecer soluciones a una economía en crisis. Nacionalista. Si una opinión tenía clara nuestro autor es que los extranjeros, por principio, eran responsables de todo lo malo que ocurría en el país. Si había falta de moneda en España, suya era la culpa. Si bajaban las rentas reales, eran ellos los responsables. Si el país tenía una fuerte deuda exterior, ¿quién si no el extranjero sería responsable?
Proponía por ello una política mercantilista y proteccionista radical, en la cual se aplicarían penas terribles a los infractores de la ley. No era Moncada hombre especialmente delicado a la hora de sugerir castigos para todo posible enemigo de la Corona. Y no dudó así en pedir la pena de muerte para los gitanos por espías y traidores a la Corona. Y pensó además que el mismo tipo de sanción se debería imponer a los comerciantes que no se sometieran a las restricciones al comercio exterior que pudieran establecerse. Como había que controlar el comercio y evitar la salida de moneda, sugería don Sancho lo siguiente: "El medio más eficaz es poner en cada partido de puestos, como son San Sebastián, Bilbao, La Coruña, Alicante, Cádiz, Cartagena y los demás, un Tribunal de jueces seglares, que procedan por vía de inquisición, siguiendo el estilo de la Apostólica de España, contra los que sacaren o entraren cosas prohibidas, afrentando y condenando irremisiblemente a muerte a los culpables".