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Juan Carlos Girauta

Almodóvar y Amenábar

Dicen que vomitó su envidia con paternales consejos que nadie le había pedido, y mucho menos el joven que lo ha arrojado al trastero y le ha robado las portadas

Almodóvar lleva muy mal haber pasado de moda, si es que el problema es el que señaló Umbral en amistosa columna o tiro de gracia. Están sus cintas primerizas y excesivas; su kitsch alucinado atrapó zonas desatendidas de la memoria y alcanzó momentos de fascinante desmesura. Qué más se le puede pedir al cine. Pero esa habilidad y esa frescura desaparecieron, siendo suplidas por el trabajo de los buenos profesionales que ha sabido escoger, por la producción artística, las canciones sabiamente rescatadas. Todo al servicio de guiones deficientes y de un espíritu que se acostó artista y se despertó artesano, caída que ha de doler.
 
Creyó que defendiendo causas con gancho progre mantendría el respeto del sector y el favor del público. Dos momentos delatan la desesperación; el uno es indubitado, el otro es un rumor. Entre los atentados islamistas y las elecciones generales decidió inventarse un golpe de estado, colofón de una estrategia de marketing que le había llevado a la arenga callejera y a postular una “patada en los genitales” al PP. La guinda, la calumnia, la moto del golpe de estado fue a venderla, qué casualidad, con un montón de periodistas extranjeros delante, el patriota. Ah, sí, el rumor: una conducta inadecuada en casa de Amenábar le habría valido que el anfitrión lo pusiera de patitas en la calle. Dicen que vomitó su envidia con paternales consejos que nadie le había pedido, y mucho menos el joven que lo ha arrojado al trastero y le ha robado las portadas. Luego, la lluvia de goyas a Mar adentro ha sido demasiado y ha dado un portazo denunciado los mismos mecanismos de la Academia que un día le favorecieron.
 
Amenábar. De su última película hablaremos otro día. Es un director extraordinario, un superdotado que enTesis,Abre los ojosyLos otrosfue creciendo hasta lograr la factura de los grandes. Sabe escribir guiones como ningún otro español y muy pocos americanos, sortear las trampas de lo fantástico, acariciar lo sobrenatural y acompañar al espectador por viajes perturbadores entre la vida y la muerte, las identidades equívocas, la desfiguración. En la escena de la azotea deAbre los ojosdescifra una trama endiablada mientras conmueve con personajes imposibles: uno está muerto, otro es una utilidad informática, otros son sombras de recuerdos, otros son seres de ficción en la ficción; sentimos un escalofrío ante aquel psiquiatra que no consigue recordar el nombre de sus hijas porque no existe. EnLos otroseleva lo que habría quedado en una buena peli de terror al respetar la imposibilidad de que los fantasmas resuelvan problemas que no solventaron en vida. Nada renacerá en la espectral pareja tras la aparición entre brumas del marido. DeMar adentrohablaremos otro día, digo, porque ese éxito político y esa decepción artística merecen columna aparte.

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