Menú
Francisco Cabrillo

Los Mirabeu, el fisiócrata y el pornógrafo

Destaca entre ellas una novela, Mi conversión, o el libertino de calidad, que sólo con buena voluntad puede ser considerada “novela galante”, ya que es una obra pornográfica en el pleno sentido del término

Entre 1756 y 1760 Victor Riquetti, marqués de Mirabeau publicó el libro más importante de su vida, L’Ami des Hommes. Al principio las ideas económicas de Mirabeau estuvieron influenciadas por Cantillon. Pero, tras una auténtica “conversión”, nuestro aristócrata se convirtió en el más fiel de los discípulos de François Quesnay y el divulgador más efectivo de las ideas fisiocráticas. La historia no parece, en principio, apasionante. Pero la realidad es que las biografías de los dos Mirabeau, padre e hijo, constituyen auténticas novelas en las que los amores, las aventuras y la ambición desempeñan los papeles estelares.
 
El primero de nuestros protagonistas nació en 1715 y heredó aún muy joven, en 1737, el título nobiliario y el patrimonio familiar. Unos años más tarde, en 1743, se casó con la señorita de Vassan. Y nunca lo hubiera hecho, no sólo porque el matrimonio acabó en separación el año 1757, sino también porque los pleitos sobre los bienes de la familia duraron tantos años que incluso su hijo intervino tratando de conseguir un acuerdo para que terminara una disputa interminable en los tribunales. Otro error importante fue la publicación el año 1760 de su libro El impuesto, entre otras cosas porque no gustó especialmente en la Corte y llevó a su autor a dar con los huesos en la cárcel. Por fin, en 1765 logró el reconocimiento público al abrir a la sociedad más distinguida de París su famoso salón, desde el que se difundieron a toda Francia las ideas fisiocráticas. Pero su vida no estuvo tampoco entonces exenta de problemas. Además de atender a los juicios con su antigua esposa, tuvo que ocuparse de los problemas de su hijo, que mostró una afición especial al sexo y al libertinaje desde muy joven; y no dudó en conseguir su encarcelamiento tras un sonoro escándalo en el que el joven teniente Mirabeau, a pesar de tener sólo 18 años y una cara bastante horrorosa como consecuencia de la viruela que sufrió en su infancia, conquistó el corazón de una dama que mantenía relaciones con el coronel de su regimiento. Hombre del Antiguo Régimen, Mirabeau padre quiso demostrarlo hasta en la fecha de su muerte, ya que falleció nada menos que el día 13 de julio de 1789, es decir, la víspera de la Revolución que significó el final del mundo en el que había vivido.
 
Su hijo Honoré Gabriel Riquetti, conde de Mirabeau, había nacido en 1749. El problema con la dama y el coronel al que acabo de hacer referencia significó el final de su carrera militar y el principio de una vida aventurera sazonada con diversas estancias en las prisiones del rey. Estuvo así alojado en el Castillo de If y en el de Vicennes, donde coincidió con el marqués de Sade y escribió una parte significativa de su obra literaria. Pocas páginas dedicó el señor conde a la economía, aunque fue autor de una furibunda Denuncia de la especulación, que le supuso nuevas dificultades personales en vísperas de la Revolución. Más conocidas son sus apasionadas Cartas a Sofía, su amante, que, por cierto, aprovechó el encarcelamiento de Mirabeau para mantener relaciones con un joven oficial, y que acabó su vida trágicamente suicidándose al morir su último enamorado. Y no deben olvidarse sus obras eróticas, escritas, tal vez, por inspiración de Sade y que nunca fueron incluidas en las diversas ediciones que, a lo largo del siglo XIX, se hicieron de sus obras completas. Destaca entre ellas una novela, Mi conversión, o el libertino de calidad, que sólo con buena voluntad puede ser considerada “novela galante”, ya que es una obra pornográfica en el pleno sentido del término. Y se discute aún si fue autor de otra novela, con el significativo título de Hic y Hec o el arte de variar los placeres del amor, del mismo estilo que la anterior.
 
Pero fue en la Revolución donde las cualidades políticas de nuestro personaje se mostraron en todo su esplendor. Conspirador e intrigante en todo momento, mantuvo relaciones al mismo tiempo con la familia real y con los revolucionarios, intentando, por lo que parece, que el país adoptara una solución sensata, inspirada en los principios de la democracia inglesa. Tal vez su momento de máxima gloria lo consiguió el día de su funeral, en abril de 1791, al ser enterrado con grandes honores en el Panteón. Pero tampoco duró mucho tal reconocimiento popular. Al año siguiente de su fallecimiento se hicieron públicas algunas de sus maniobras y acuerdos secretos con el rey; y en 1794 sus restos fueron retirados, sin boato alguno esta vez, del Panteón.Sic transit gloria mun

En Libre Mercado

    0
    comentarios