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José Vilas Nogueira

Uno y varios

en cuanto terrorismos, que es lo que importa, todos los terrorismos son iguales, pues todos participan de los mismos procedimientos criminales y todos comparten el objetivo de imponer violentamente sus objetivos a la comunidad política

Con ocasión del primer aniversario de los sangrientos atentados de Atocha, se está celebrando en Madrid una "Cumbre Internacional sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad". Como suele acontecer, esta Cumbre tiene una estructura dual. Por un lado, están los discursos y las reuniones de los dirigentes políticos; por otro, las discusiones de los grupos de expertos. A propósito de estas últimas, un periódico titula: "Los expertos ponen en tela de juicio la premisa de que todos los terrorismo son iguales". Si no me falla la memoria, esta "premisa", como dice el periódico, inspiraba los discursos y las posiciones de Aznar. Si no me falla el conocimiento, esta premisa sigue inspirando las posiciones del Partido Popular. ¿Habría, pues, de rectificar sus posiciones el PP para ajustarse al dictamen de los expertos?
 
Desde luego, no soy experto en terrorismo pero, además de lo que me pueda incumbir en tanto ciudadano, la cuestión no me es enteramente ajena desde el punto de vista profesional. Por eso, en primer lugar, sé desde Schumpeter que la opinión experta suele ser muy poco concluyente en materia de políticas, pues es común encontrar expertos con opiniones encontradas, con lo cual el criterio de decisión escapa ineludiblemente del terreno de los expertos. En segundo lugar, la disyuntiva entre la igualdad y la desigualdad de los diversos terrorismos está amenazada por el quid pro quo de la confusión entre género y especie. Según la información periodística que me sirve de inspiración, la conclusión unánime de los expertos es que no todos los terrorismos son iguales. Pero, en estos términos, esta conclusión es inaceptable. Puede que no sean enteramente iguales, pero alguna comunidad han de tener entre sí, algún grado de igualdad han de tener entre sí, para que a todos se les aplique el término terrorismo y para que los 165 expertos reunidos en Madrid reconozcan un objeto común de discusión en la cuestión terrorista. Habrá, por lo menos, un género terrorista, aunque pueda reconocer diversas especies.
 
En una reunión sobre el mismo tema, que se celebra simultáneamente en París, el Jefe de la División Nacional Francesa Antiterrorista distinguió entre cuatro tipos de terrorismo: islamista, separatista, de extrema derecha o izquierda y el, que reputó inclasificable, ligado a las extorsiones y el chantaje. Se puede objetar a esta clasificación que sus categorías no son siempre recíprocamente excluyentes: puede haber un terrorismo islamista y separatista (por ejemplo, en la región india de Cachemira), o un terrorismo separatista y de extrema izquierda (por ejemplo, la ETA) o un terrorismo de extrema izquierda, meramente extorsionador (por ejemplo, en Colombia). La clasificación mezcla objetivos y criterios legitimadores políticos y religiosos.
 
Aparte del supuesto de la desnuda extorsión, que dudosamente puede considerarse terrorismo, ¿tiene alguna utilidad esta clasificación al efecto del diseño y la implementación de políticas antiterroristas? Yo, no la veo. En Madrid, una profesora de Harvard afirmó que existen varias psicologías terroristas y no una sola y que en consecuencia hacen falta distintas estrategias para lo que son distintos movimientos. Encontramos aquí el gran achaque de la psicología social, que es la proyección de potencias anímicas, y por tanto individuales, en entes colectivos, que carecen de estas potencialidades. La operación se revela aquí en la maniobra prestidigitadora por la que "varias psicologías terroristas" se convierten en "distintos movimientos". Claro que hay varias psicologías terroristas o, más en cristiano, que los terroristas (como los no terroristas) tienen diversas psicologías, pero lo que diferencia a los movimientos terroristas no es una "psicología". Son fines, legitimaciones y otros de orden similar, igualmente objetivos. Diseñar una política antiterrorista sobre una base psicológica es una de esas barbaridades que sólo a un experto pueden ocurrírsele.
 
Lo que califica al terrorismo, lo que permite intentar distinguir entre sus posibles variantes es el procedimiento. En este sentido, la palabra terrorismo aparece para designar el uso de la violencia indiscriminada para erosionar y, finalmente, destruir, un sistema social y político. A esta acepción primaria responden los gigantescos atentados del once de septiembre en Nueva York, del once de marzo en Madrid, del gran atentado contra la discoteca de Bali, etc., etc. La identidad de las víctimas es, en estos casos, irrelevante. Son irrelevantes su raza, sexo, edad, convicción política. En general, sólo importa su número, cuanto mayor, mejor para los objetivos terroristas. El objetivo inmediato es crear un clima de terror generalizado. En este sentido, ciertos crímenes políticos, por ejemplo, los magnicidios, pueden no ser en rigor actos terroristas, si su objetivo inmediato no es generar un terror paralizante de la sociedad, sino eliminar a un dirigente particularmente incómodo para los criminales. Lo que ocurre es que el crecimiento y la difusión internacional del terrorismo nos lleva a difuminar la línea divisoria entre estos crímenes y los genuinamente terroristas.
 
En el discurso político, la diferenciación entre tipos es el cómodo recurso de los amigos y beneficiarios del terrorismo. Veamos, por ejemplo, el terrorismo separatista, que nos es bien conocido. Seguramente es distinto del terrorismo islamista, pero la diferencia es irrelevante a la hora de diseñar políticas para combatirlos. La ETA no es mejor ni está más legitimada que el terrorismo islamista; no sólo ha matado a mil ciudadanos; ha corrompido la vida política vasca; ha sacudido el árbol de la convivencia democrática, para que Arzalluz, Ibarreche y compañía hayan podido recoger las nueces de su régimen de extorsión, chantaje y terror institucionalizado. En conclusión, en cuanto terrorismos, que es lo que importa, todos los terrorismos son iguales, pues todos participan de los mismos procedimientos criminales y todos comparten el objetivo de imponer violentamente sus objetivos a la comunidad política.

José Vilas Nogueira es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela

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