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Fundación Heritage

Limpieza en la ONU por cortesía del Congreso

Peter Brookes

Hay una regla no escrita pero importante en política americana: Cuando el Congreso siente la necesidad de meterse en su negocio, está usted en problemas gordos. Pronto sabremos cómo se puede aplicar eso a la política mundial cuando el Congreso se meta con la ONU.
 
Esta semana, la Cámara de Representantes debatirá y votará la Ley de Reforma de 2005 de la ONU, legislación que exige a Turtle Bay que se arregle pronto o sino perderá un buen puñado de esos dólares que costean sus operaciones.
 
Tales amenazas no deberían sorprender a nadie que haya estado siguiendo lo que pasa en la ONU últimamente. La principal institución internacional del mundo se va a pique por escándalos generalizados y mala administración.
 
Las revelaciones sobre el corrupto programa iraquí Petróleo por Alimentos y los informes vergonzosos de abuso y explotación sexual llevado a cabo por las tropas de pacificación de la ONU en demasiados sitios sería más que suficiente para el cierre definitivo de la mayoría de organizaciones, pero no la ONU.
 
El Secretario General Kofi Annan admite que hay graves problemas y ha prometido cambio. Pero con Estados Unidos pagando la mayor parte del inflado presupuesto de la ONU –dos mil millones de dólares anuales– las promesas de cambio no son suficientes.
 
El congresista republicano por Illinois, Henry Hyde, presidente del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, dice que el propósito de la legislación es “ocuparse de la burocratización legendaria de la ONU, miles de millones de dólares gastados en multitud de programas con pobres resultados aparte de indiscutible malversación y mala administración de los fondos”.
 
Y hay un palo: Si la ONU no implementa y certifica los cambios estipulados que incluyen presupuesto, tropas de pacificación y reformas en la Comisión de Derechos Humanos, el gobierno de Estados Unidos retendrá el pago de sus cuotas a la ONU.
 
Hyde cree que sin aplicar el conveniente “contrapeso” tal como retener la mitad de las cuotas calculadas de Estados Unidos u ordenar recortes en programas específicos de la ONU, las reformas “fallarán o estarán incompletas en el mejor de los casos”.
 
Tiene toda la razón. Considerando que Estados Unidos paga el 22% del presupuesto de la ONU, un recorte de tal magnitud sería una dolorosa dosis de “amor puro y duro”.
 
Algunos dicen por ahí que esta medida está diseñada para destruir la ONU, pero Hyde dice que a él lo que le interesa es mejorar su efectividad y eficiencia.
 
La legislación de Hyde reconoce que las reformas de la ONU necesita tratamiento de choque. Con Annan dejando su puesto al final de su mandato en 18 meses, muchos lo ven como un lame duck, o sea en un gobernante sin margen de maniobra y lamentablemente incapaz de implementar ninguna agenda de reforma que valga la pena.
 
Como andan las cosas ahora, sin verdadera presión del Congreso, las reformas están condenadas a languidecer hasta que un nuevo secretario general ocupe el lugar, en el mejor de los casos. En el peor, la reforma se frustrará ad infinitum gracias a la arraigada burocracia de la ONU.
 
La medida también exige algunos ajustes que se necesitan desde hace mucho ya. Por ejemplo: Da un mayor peso a los donantes más importantes de la ONU de cómo se deben destinar los fondos con el uso del “voto ponderado”.
 
Los 3 donantes más importantes –Estados Unidos, Japón y Alemania– cubren el 50% del presupuesto de la ONU, mientras que los 128 donantes que menos aportan (de 191 países ONU) dan todos juntos menos del 1%.
 
La medida también rebaja drásticamente el gasto exorbitante en conferencias ONU. Esta organización mundial se gastó la astronómica suma de 565 millones de dólares en los últimos dos años sólo en reuniones, el capítulo más grande de su presupuesto.
 
¿Y qué me dicen de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, entre cuyos miembros han estado incluidos países represivos como Libia, Zimbabwe, Sudán, Cuba, Arabia Saudí y China? La medida de Hyde recomienda remplazar la comisión con un consejo que no tenga en sus filas a violadores de derechos humanos. (La legislación puede ser mejorada en la Cámara con una enmienda que exija que también sean democracias).
 
La legislación de Hyde rehuye intencionadamente la controversia creciente sobre la expansión del Consejo de Seguridad de 15 a 24 miembros, pensando seguramente que aumentar el grupo disminuirá su efectividad.
 
La Administración Bush no ha hecho comentario formal sobre la medida, quizá prefiriendo en cambio conseguir que se vote en el Senado al embajador designado a la ONU, John Bolton.
 
Aún si la medida se aprobase en la Cámara esta semana, podría no ver la luz del día en el Senado. Pero a menudo la amenaza de legislar es tan efectiva para lograr progresos en una causa como pasar la ley misma.
 
A pesar de sus defectos que nos dejan con la boca abierta, la ONU proporciona un forum importante para la diplomacia internacional y para mediar en disputas. Ha promovido ayuda humanitaria en emergencias y desastres, apoyo para campañas electorales y esfuerzos de pacificación.
 
Pero a menos que Estados Unidos se ponga vigorosamente a la cabeza para proponer una agenda de reforma para la ONU que incluya insistir en que la Secretaría debe rendir cuentas de su labor, cualquier cambio en Turtle Bay probablemente será nada más que una redecoración de escaparates.
 
Ya que la ONU no puede reformarse o no se reformará, el Congreso tendrá que hacer su entrada y salvar a la organización mundial de sí misma.
 
©2005 Peter Brookes
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
 
Peter Brookes ha sido Vicesecretario Adjunto de la Secretaría de Defensa de Estados Unidos y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.
 
Libertad Digitalagradece a laFundación Heritagey al Sr. Brookes el permiso para publicar este artículo.

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