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Fundación Heritage

La mujer en Irak

Una de las razones para ese optimismo puede ser que –a diferencia de los escépticos en Estados Unidos—las mujeres iraquíes sí recuerdan vívidamente cómo eran sus vidas bajo la bota de Sadam Hussein.

Helle Dale

Una de las principales acusaciones dirigidas contra la Administración Bush y contra los legisladores de la Constitución iraquí es que será un enorme revés para las mujeres de Irak. Con el islam declarado religión del estado en la constitución iraquí y como “una fuente importante” de su estructura legal, muchos se han preguntado críticamente si invadimos Irak para que ahora los clérigos chiítas puedan emitir dictámenes retrógrados para unas mujeres que estaban previamente occidentalizadas.
 
Esta idea se apoya en dos falacias que merece la pena analizar por haberse convertido en el mantra de los críticos contra la guerra. La primera se refiere a la constitución en sí. En vez de fomentar la opresión, en realidad ordena que las mujeres ocupen el 25% de los escaños en la asamblea federal. También incluye muchas protecciones para mujeres, contra “trabajos forzados, esclavitud y la trata de esclavas que incluye el intercambio de mujeres y niños”. La protección también está escrita para “la maternidad y los niños” y para la “familia” dándoles las bases para un sistema social de bienestar.
 
Acerca del Tribunal Supremo Federal de Irak, será un cuerpo mixto, no un tribunal religioso “compuesto por un número de jueces y expertos en la ley islámica y en la Ley”. Una ley aprobada por dos terceras partes del parlamento determinará la composición exacta del tribunal. En otras palabras, el sistema está diseñado para tener su reparto de competencias y de control del poder, los pesos y contrapesos del llamado sistema de “checks and balances”.
 
“Las mujeres iraquíes sienten que les han dado poder” dijo Charlotte Ponticelli, alta coordinadora sobre asuntos internacionales de la mujer en el Departamento de Estado. “Las mujeres iraquíes están mil veces mejor preparadas que los hombres cuando se trata de la política porque ellas saben trabajar juntas a pesar de las diferencias religiosas y étnicas”. Se han animado con el coraje desplegado por las mujeres de Afganistán que contra todo pronóstico han asumido los desafíos de la participación política. “Las mujeres iraquíes sienten que su movimiento es imparable” afirmó Ponticelli.
                                                                                                                 
Una de las razones para ese optimismo puede ser que –a diferencia de los escépticos en Estados Unidos—las mujeres iraquíes sí recuerdan vívidamente cómo eran sus vidas bajo la bota de Sadam Hussein. Irak había sido una sociedad bastante abierta y progresista hasta antes de la llegada de Sadam. En realidad, la Constitución provisional iraquí de 1970 garantizaba igualdad de derechos para las mujeres, más que en cualquier otro país árabe. Pero todo eso cambió con Sadam, especialmente durante la década de los 90. Bajo su intensamente represivo gobierno, dominado por hombres, las mujeres iraquíes sufrieron terriblemente.
 
Para poder reservar plazas de empleo para hombres y lograr la paz con líderes religiosos y tribales, se aprobaron leyes que restringían la movilidad de las mujeres y su empleo en el sector público. Decapitaciones, tortura por violación y asesinato de mujeres se convirtieron en armas habituales del régimen para mantener su control político.
 
En 1990, se decretó que los parientes masculinos podían matar a una pariente femenina en nombre del honor con total impunidad sin ser castigado por la ley. En 2000, según Amnistía Internacional, decenas de mujeres acusadas de prostitución fueron decapitadas sin juicio a la puerta de sus hogares por los fedayines, unidades paramilitares encabezadas por los hijos de Sadam, Uday y Qusay. Su crueldad incluía secuestrar mujeres en las calles para poder violarlas. Hasta los niños sufrieron torturas bajo ese régimen.
 
Una ex funcionaria iraquí, Nidal Shaik Shallal, cuyo esposo fue encarcelado y torturado por Sadam, habló en Octubre de 2002 en el National Press Club. Aquellos que creen que las mujeres iraquíes lo pasaban mejor con Sadam deberían pensárselo muy bien al escuchar sus palabras:
 
“La mujer iraquí ha perdido a su gente querida –esposo, hermanos, padres. La mujer iraquí ha tenido que aguantar tortura, asesinato, reclusión, fusilamiento y destierro, tal como otros en la sociedad iraquí en las manos de la banda criminal de Sadam Hussein. Muchas mujeres han sido decapitadas a plena luz del día en las calles so pretexto de ser mentirosas pero en realidad era por pertenecer a familias que se oponían al régimen iraquí. Los miembros de la banda de Sadam Hussein violaron mujeres, especialmente mujeres disidentes. Las esposas de los disidentes han sido asesinadas o torturadas frente a sus esposos para poder obtener las confesiones de sus maridos”.
 
Sabemos que la vida para muchos sigue siendo dura en Irak, especialmente allí donde insurgentes, yihadistas y fieles seguidores de Sadam continúan causando estragos terroristas en sus vidas. Sin embargo, la sola insinuación de que estaban mejor con Sadam en esos tiempos es un insulto para todas las mujeres que han sufrido y perdido tanto por culpa de Sadam. Hoy tienen esperanza en un futuro mejor al igual que sus familias y los hombres de esas familias.
 
©2005 Washington Times
** Traducido por Miryam Lindberg
 
Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en The Wall Street Journal, The Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y BBC.
 
Libertad Digitalagradece a laFundación Heritageel permiso para publicar este artículo .

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