Menú
Thomas Sowell

La política del niño mimado (y 2)

Si compra una casa con preciosas vistas al mar, no está pagando por la garantía de que nunca nada será construido entre su casa y el océano. Lo que usted hara, en todo caso, es pedir a los políticos que le den eso a expensas de otro

La idea de que lo que yo quiero se impone sobre lo que usted quiere se ha convertido cada vez más en parte de nuestro pensamiento, de nuestra política y hasta de nuestras leyes. Hay, de hecho, hasta un caso federal ante la Corte Suprema porque muchas universidades se resisten a permitir que haya reclutadores militares en el campus.
 
¿Por qué? Porque, tal y como le dirían los académicos, ellos se oponen a los militares en general o porque piensan que los militares discriminan contra los homosexuales o por cualquier otra razón que se les pase por la mente.  Estos académicos tienen todo el derecho de estar en contra de los militares, por cualquier razón o sin ninguna razón.
 
Si no les gustan los militares, pueden escoger no formar parte ya que no hay servicio militar obligatorio. Pero lo que quieren es que otra gente no forme parte impidiendo que los alumnos escuchen lo que los reclutadores militares tienen que decir, del mismo modo que esos mismos alumnos sí pueden oír lo que otros reclutadores de todo tipo de otras instituciones y movimientos tienen que decir en el campus.
 
La razón por la que se ha convertido en asunto legal es que se ha pasado una ley federal diciendo que las universidades que prohíban el ingreso en campus a los reclutadores militares ya no tendrán derecho a recibir dinero federal.
 
Los académicos están escandalizados. Lo ven como una violación de su libertad, incluyendo su derecho de violar la libertad de sus alumnos. Es el clásico ejemplo de la política del niño mimado, que se basa en la idea de que lo que yo quiero se impone sobre lo que usted quiere.
 
El mismo principio subyace en las restricciones legales sobre construir cualquier cosa que los residentes actuales en una comunidad no quieran construir.
 
Un joven “consultor en planeamiento” de un político local de Nueva York dice: “Estos barrios no han cambiado mucho en 40 años. Lo que estamos tratando de hacer es asegurarnos que sean reconocibles dentro de 40 años. No creo que haya nada malo en ello. En realidad esto se elogia en muchos otros lugares del país. ¿Por qué no hacerlo aquí?”. Este jovencito probablemente tiene un brillante futuro en la política, rama en la que la habilidad para enredar los tópicos es un talento enormemente premiado. “Todo mundo lo hace” es un argumento político muy efectivo, no precisa ni de hechos ni de lógica y es ampliamente aceptado en esta era de educación reescrita a la baja. Centrarse en los beneficios para unos ignorando los costes ocasionados a los demás es otra táctica política probada y aprobada.
 
Y como quien vota es la gente que ya está en una comunidad, hacer lo que ellos quieran anulando lo que otra gente quiera es jugar a ganador en la política del niño mimado.
 
Antes, los tribunales se tomaban en serio la Enmienda 14 que garantiza igualdad de derechos para todos sin importar dónde viviesen y votasen. Los tribunales incluso hacían cumplir la Quinta Enmienda que garantiza los derechos de propiedad.
 
En otras palabras, los votantes locales y sus políticos no podían privar arbitrariamente a otra gente de su derecho de venir, comprar y usar su propiedad como quisieran, simplemente porque algunos consultores en planeamiento o alguna comisión prefirieran hacerlo de otra manera. Pero la protección constitucional de derechos de propiedad ya no representa a la “corriente principal” del pensamiento legal de moda.
 
Regresemos a la casilla número uno. La gente que compro casas en un barrio hace 40 años no compró el barrio entero ni tampoco pagaron por una garantía de que el barrio se fuese a quedar igualito durante 40 años, mucho menos aún a perpetuidad.
 
La única manera que el gobierno pueda dar a los actuales residentes esa garantía es quitando a otras personas sus derechos de propiedad los cuales existen justamente para mantener a los políticos a raya.
 
Comprar una oportunidad y pedirle al gobierno que convierta esa oportunidad en una garantía se ha convertido en un acontecimiento normal gracias a la política del niño mimado.
 
Si compra una casa con preciosas vistas al mar, no está pagando por la garantía de que nunca nada será construido entre su casa y el océano. Lo que usted hara, en todo caso, es pedir a los políticos que le den eso a expensas de otro.
 
Algunas personas hasta llaman a esto “idealismo” porque se está “protegiendo” algo bueno. ¿Protegiéndolo de quién? ¿Y por qué es más importante lo que usted quiere que lo que ellos quieren?
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg

En Sociedad

    0
    comentarios