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Juan Carlos Girauta

Rendiciones Rodríguez

Le he oído decir a un conseller de la Generalidad que nunca ha habido una oportunidad como esta, que nunca volverá a haberla, y que hay que aprovechar

En retos como el de las caricaturas danesas se distingue el sentido de la Alianza de Civilizaciones, idea que salió de Persia igual que los arios, la nueva negación del Holocausto y la más reciente amenaza nuclear. Y también la manipulación de unas viejas viñetas, pantalla de humo y atizador de discordias.
 
Consiste la Alianza de Civilizaciones, entre otras cosas, en que Occidente disponga de un buen traidor para casos de apuro, capaz para agarrar de la manita a un integrista con corbata, marcarse unas vueltas como un derviche y saludar al respetable mientras se cuela por el vomitorio el fulgor de las llamas que devoran festivamente consulados y embajadas a la salud de la Convención de Viena. “Una forma desagradable de divertirse”, diría el ministro Alonso. El falso derviche prefiere no decir nada.
 
El abrazo a los fundamentalistas islámicos, como el morreo a los liberticidas latinoamericanos, se combina con creativas medidas de alejamiento de los Estados Unidos. Son estrategias de posicionamiento político que resultan del análisis y la reflexión de los think tanks del PSOE (hasta los gatos quieren zapatos), muy influidos por el pensamiento de Maradona.
 
Injustamente se acusa al lince monclovita de reeditar un apaciguamiento a lo Chamberlain. No hay tal. Es una dulcificación, un sosiego. Es llevar la sonrisa de Mister Bean, el asombroso mimetismo de Zelig, el miedo pánico y el silencio de los corderos al ámbito de las relaciones internacionales, enriqueciendo el concepto de geoestrategia y ensanchando los límites de la estupidez.
 
A la vista de las innovaciones procesales y penales introducidas en casa tras el oportuno empujoncito escalinatas abajo a la silla de Fungairiño –¡uy!–, qué no se le ocurrirá a Rodríguez cuando se pone ambicioso. Qué no tramará cuando, en sus horas de ocio, molicie y tedio, hace rodar lánguidamente el globo terráqueo junto a una mesa de madera noble, noblemente vacía de papeles.
 
No sólo la nación es concepto discutido y discutible. También lo es el crimen. Si nos empeñamos en seguir castigando al autor de la muerte de ochenta y dos personas, o al que voló el Hipercor, se nos puede pasar la oportunidad de rendirnos. Con lo gratificante que resulta ser alabado en los comunicados de la ETA.
 
Le he oído decir a unconsellerde la Generalidad que nunca ha habido una oportunidad como esta, que nunca volverá a haberla, y que hay que aprovechar. Lectura muy habitual cuando se piensa en Rodríguez, en la carambola que llevó a la presidencia a un hombre incapaz de pronunciar una frase sin intercalar varios silencios. ¿Qué pensará durante esos tiempos muertos? ¿”Tengo ganas de jugar un partido de baloncesto”? ¿Nada?

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