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GEES

Siempre noticia, nunca novedad

Veinte años mintiendo dan que pensar y les quitan toda credibilidad cuando dicen que sus fines son exclusivamente civiles, tecnológicos y científicos.

Esto de Irán se parece al bolero de Ravel pero sólo a medias. Siempre el mismo tema pero apenas variaciones. Y una muy elemental estructura binaria. Hoy ceden, mañana nanay. Ayer también nanay, anteayer tocó hacer que cedían. Pasado mañana ya sabemos que será y al siguiente todo lo contrario. Lo de hoy, ayer y mañana puede ser literalmente veinticuatro horas, una semana o diez o doce días. Pero nada de inmovilidad absoluta. Nunca vuelven al mismo punto. Siempre se quedan un paso por delante. Con velocidad de evolución geológica van avanzando hacia su objetivo mientras que el resto del mundo, al menos la parte que nos concierne, se aleja del suyo.

Su objetivo es la bomba. La quieren y la quieren y la quieren. Eso inmunizará al régimen, abocado a una impopularidad creciente, por su corrupción interna e incompetencia económica. No sabemos que Ahmadineyad el puro haya depurado nada, pero su programa económico es de cero en primer curso de carrera. Además de la perpetuación del sistema islamista, la bomba les dará la supremacía regional que el milenario país se merece. El más grande, el más antiguo, el más culto. No hay que infravalorar los elementos nacionalistas del régimen y la habilidad para hacer coincidir las exigencias de la revolución islámica con los intereses patrios.

Y no hay que olvidar nunca la geografía. Tienen un gran vecino nuclear por el Norte, Rusia, y otro dotado de los mismos artefactos por el sureste, Pakistán. Ni la historia. Han pasado siglos a la greña con la árabes, a los que miran por encima del hombro y cuentan con la enconada hostilidad de los mayoritarios sunníes, lo que no excluye algunas sangrientas colaboraciones clandestinas. Sufrieron en los inicios de su revolución una larga y cruel guerra en la que Sadam contó con apoyo de los demás árabes, que siempre han visto a Irak como un baluarte de contención del peligro persa. Todo ello está debajo de la actitud nuclear de Teherán, pero no hace menos peligrosas sus ambiciones.

Para hacerlas realidad han estado engañando durante veinte años. Hicieron cosas que hubieran sido legítimas de acuerdo con el Tratado de No Proliferación, del que son parte, si las hubieran hecho a la luz y bajo el control de la Agencia Internacional de la Energía Atómica de Viena, el organismo que inspecciona el cumplimiento de lo firmado. Veinte años mintiendo dan que pensar y les quitan toda credibilidad cuando dicen que sus fines son exclusivamente civiles, tecnológicos y científicos.

Han conseguido que nadie les crea. Y eso tras la angustiosa experiencia de Sadam. Éste decía no tenerla pero hacía todo lo necesario para que el mundo creyera que estaba mintiendo. Y el mundo creyó que lo hacía sin apenas resquicio de duda. Los que ahora lo niegan falsifican la realidad de entonces. Hay comportamiento que no admiten más que una interpretación si no queremos enloquecer. ¿Sería posible que los ayatolás no busquen la bomba, como dicen, pero que también ellos actúen de forma que creamos que nos están engañando? Hay discrepancias sobre la inminencia y cuantía de la amenaza pero hipótesis tan retorcida nadie la contempla.

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