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Amando de Miguel

Sobre el conocimiento

Suscribo, como profesor, el lamento de mi corresponsal. Voy a jubilarme dentro de poco y me acongoja que la Universidad que dejo es mucho peor que la que conocí como estudiante y como joven profesor.

Emilio Roldán comenta el término orteguiano de "bárbaro especialista". Razona así: "Usualmente se aplica al calificativo de culto a un médico, un ingeniero o un químico que tiene curiosidad por materias tales como Historia, Literatura, Música, etc. No obstante, lo contrario no suele ser considerado de igual manera. Es decir, un músico, un literato o un historiador que no tengan ni idea de Física Cuántica, Termodinámica o Fisiología, jamás es señalado con el dedo ignominioso de la barbarie. ¿Motivo? Le dejo a usted que responda a la pregunta. No le vamos a hacer todo el trabajo los lectores". Un buen reto, sí señor. Respondo como Dios me da a entender. No está escrito que cultura signifique saber de todo en todas las direcciones. Es muy bella la simetría que sugiere don Emilio, pero poco realista. Hay saberes básicos, generales, que por eso llamamos "humanistas" y otros muy especializados y formalizados. Según eso no es exigible que una persona culta domine varias de esas ciencias muy formalizadas, pero sí que tenga una base humanística. De mí puedo decir que la mayor parte de los libros de mi biblioteca no son de Sociología. Hay también libros de Economía, Psicología, Historia, Paleontología, Biología, y otras materias. Luego está el grueso de las novelas y el ensayo. El adjetivo de "culto" no se aplica a la persona que sabe sino a la que tiene interés por saber. Ello implica una cierta diversidad de saberes, pero no es exigible el dominio de la parte especializada o formalizada de todos ellos. En mi caso ni siquiera me resultan familiares muchos campos de la Sociología. Me interesa la sociedad más que la Sociología, las pasiones humanas más que la Psicología, la lengua más que la Filología. Tampoco quiero ser un "bárbaro generalista", que los hay.

Enrique de Mora comenta que la palabra "intelectual" no debe aplicarse solo a los filósofos o a los cultivadores de las ciencias humanas. La opinión de don Enrique es que basta con aplicar la inteligencia ─cosa que hace todo el mundo─ para poder alcanzar la dignidad de intelectual. No estoy muy de acuerdo. La prueba es que existe esa voz de "intelectual" y desde hace poco tiempo (finales del siglo XIX). Es un papel consustancial con el uso de los medios de comunicación masivos y la correspondiente influencia en la opinión pública. Intelectual viene de intelecto más que de inteligencia. Bien es verdad que un precedente del nuevo papel de los intelectuales es el de la intelligentsia, llamada así en polaco y en ruso desde el siglo XVIII. A pesar de lo dicho, parece excesivo llamar hoy "intelectuales" a los profesionales relacionados con el cine, sin mayores calificaciones, excepto la de considerarse a sí mismos como progresistas.

A. García (profesor de Secundaria) me escribe un correo "fruto de la desesperación que me inunda y ahoga" en su papel docente. Pregunta a título de ejemplo: "¿Cómo conseguir que alguien aprenda a dibujar cuando su compañero le mueve constantemente la mesa?". De ahí se deriva su protesta y su temor ante la nueva ley de Educación que se avecina. Encuentra que los profesores se encuentran desesperados y que las aulas de Secundaria son "salas de tortura". La dificultad, para nuestro preocupado docente, es que los alumnos pasan de curso sin estar mínimamente preparados. Si anticipan que no van a pasar de curso, hacen la vida imposible a sus compañeros y a su profesor. Si es profesora, se ensañan todavía más. La misma Administración Educativa presiona para que los alumnos pasen como sea; de esa forma se reduce el "fracaso escolar". Pero desaparece todavía más el esfuerzo. Suscribo, como profesor, el lamento de mi corresponsal. Voy a jubilarme dentro de poco y me acongoja que la Universidad que dejo es mucho peor que la que conocí como estudiante y como joven profesor.

Germán Fernández Jambrina (Asturias) me hace una consulta simpática. Está matriculado en Sociología y piensa estudiar también Ciencia Política, Antropología y quizá Historia ("una de mis grandes pasiones", dice). La duda que tiene es si puede ser contraproducente tal dispersión ya que "hoy en día lo que se valora profesionalmente es el ser especialista en un campo". Contesto con gusto por afinidad. Yo también llevo el apellido Jambrina y en su día hice Ciencias Políticas, empecé Derecho y luego me especialicé en Sociología. No descarto que, cuando me jubile, me dé por matricularme en Filología o en Biología. Mi consejo se basa en la experiencia y en la observación. Precisamente porque se imponen los especialistas, quienes triunfan profesionalmente suelen ser personas poco especializadas, con varias carreras o con curiosidad por distintos campos de estudio.

Alberto Fernández (estudiante de Sociología en la Universidad de A Coruña) me envía un patético memorial, algo así como el mensaje del náufrago en la botella. Su argumento es que, al explicar en la Universidad el pensamiento social, político y filosófico, están por completo ausentes las referencias a autores españoles. Realmente es una observación que debería preocupar. Ahí queda para la reflexión. ¿Será porque la mayor parte de las figuras más eminentes del pensamiento español no han sido nacionalistas? Quiten los signos de interrogación.

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