Entre la avalancha de mensajes navideños vía móvil o Internet circula uno por la Red que lleva por título "Campaña de apoyo a los Reyes Magos marginados por culpa de un gordo y seboso invasor producto del consumismo compulsivo". Elegir entre el anglosajón americanizado Papá Noel y los cristianos y muy católicos reyes de Oriente seguro que es todo un fastidio en la laicista y antiyanki familia inquilina de La Moncloa. Zapatero debe andar hecho un lío en estas fechas. Le envío parte de esta misiva navideña para que tenga más elementos de juicio y quizás hasta los tenga en cuenta en su Alianza de Civilizaciones.
Los tres venerables ancianos sufren una agresión globalizadora en forma de tipo gordo y barbudo con un ridículo gorro carente del más mínimo sentido de la elegancia y del ridículo, con aspecto de dipsómano avejentado, invento de la Coca-Cola. En los años 30, la multinacional adaptó al San Nicolás de la tradición Nórdica y lo embutió a presión en un atuendo con los colores corporativos (rojo y blanco).
Los Reyes Magos, en cambio, son un símbolo multirracial y nunca han causado problemas de inmigración; son ecológicos, utilizan vehículos de tracción animal que con su estiércol contribuyen a fertilizar el suelo patrio (nada de trineos, bichos volando y gilipolleces que no existen...); generan mogollón de puestos de trabajo entre pajecillos, carteros reales y la gente que va en la cabalgata; planifican su trabajo y lo hacen discretamente, sin buscar protagonismo, sin colgarse de balcones y sin bajar por chimeneas llenando de porquería todo el salón.
Papá Noel vive en el Polo Norte y por eso es un amargado; los Magos son de Oriente, cuna de la civilización de una elegancia no decadente. Él es un trepa oportunista que trata de aprovecharse del negocio y que no participa en nada de la Navidad, un zoquete que no respeta los sentimientos de los pobres renos y les atiza. En cambio, no hay ningún caso documentado de maltrato físico de los Reyes Magos hacia sus camellos.
Por cierto, si no existiesen los Reyes Magos, las vacaciones se acabarían el 1 de enero. Este poderoso argumento seguro que es el definitivo para todos aquellos que celebran profusamente las fiestas del Solsticio de Invierno o para un Gobierno que prohíbe casi todo.
Desde el absurdo, Feliz Navidad.