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George Will

Lo escandaloso es que aún exista el Banco Mundial

La verdadera misión del Banco Mundial es el non sequitur que hace inmortales a los organismos estatales: fuimos creados por un motivo, por lo que siempre tendrá que existir un motivo para que existamos.

El follón sobre si Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, se comportó mal o no en lo que respecta al contrato para facilitar la salida de la institución de su compañera sentimental no tiene gran importancia. La existencia del banco, sí. La razón de su existencia, que nunca fue firme, se ha evaporado.

Creado en 1944, en el apogeo de la confianza en las organizaciones gubernamentales nacionales e internacionales, la misión del banco es "combatir la pobreza con pasión y profesionalidad". El gran prerrequisito para curar la pobreza es, sin embargo, el crecimiento económico, y a lo largo de sesenta y tres años de retirada del estatismo, el mundo ha aprendido que el prerrequisito del crecimiento es que el libre mercado asigne capitales privados a usos eficientes.

Gran parte de lo que ahorran los países receptores al recibir los préstamos financiados del Banco Mundial lo pagan en costes de "asistencia técnica", eufemismo tras el que se les exige adoptar los programas sociales de los gobiernos de las naciones ricas que lo financian. Esas medidas se centran en acciones gubernamentales intensivas en defensa de causas de moda como feminismo, sindicalismo, ecologismo, indigenismo, etc.

El Banco Mundial argumenta, incoherentemente, que sus clientes valoran su "asistencia técnica", pero que no adoptan sus consejos a menos que sean sobornados, es decir, a menos que sea una condición para recibir los préstamos. De modo que la labor del Banco consiste, al final, en subsidiar proyectos que los países clientes no juzgan dignos de financiación mediante dinero prestado a tipos de interés del mercado. Como dice Allan Meltzer, de la Universidad Carnegie Mellon, el dinero es un bien fungible: se tienta al Banco con los proyectos con los rendimientos social o económico más elevados con el fin de obtener sus préstamos, pero estos proyectos habrían sido financiados de todos modos. De modo que, en realidad, los préstamos del Banco se emplean en proyectos de poca monta que no se habrían emprendido sin ellos.

Es difícil demostrar que los préstamos del Banco Mundial han producido crecimiento económico, no digamos ya el que ese crecimiento haya sido igual al que habría producido el capital privado. Además, cuando el Banco proporciona un alivio a las deudas, genera lo que los economistas llaman riesgo moral, un incentivo al mal comportamiento, en concreto, al endeudamiento imprudente. Las transacciones del Banco con organizaciones no gubernamentales son, hablando en propiedad, irresponsables: ¿ante qué, o ante quién, responden las ONG o el Banco?

En los cinco últimos años, según Adam Lerrick, del American Enterprise Institute, el 90% de los préstamos del Banco Mundial fueron a veintisiete países de medianos ingresos, que Lerrick dice que guardan un "paralelismo cercano" con las decisiones crediticias del sector privado. Los préstamos del Banco representaron menos del 1% del dinero proporcionado por los mercados privados de capital a esos países. Diez de ellos se llevaron el 75% del dinero prestado por la institución. Wolfowitz ha dicho:

Afrontamos... competencia procedente de los mercados de capital. Creo que es importante que compitamos eficazmente. Cada vez más... si la lucha contra la pobreza tiene éxito, más y más países entrarán en esta categoría de ingresos medios, y si esta institución va a seguir siendo relevante para el mundo, obviamente necesita ser relevante para los países de ingresos medios.

Las palabras de Wolfowitz son las de alguien que lleva en el Gobierno demasiado tiempo. Dice que los mercados privados de capital han pasado a ser competitivos en lo que se refiere a las funciones del Banco. Pero cuando esos mercados no son "competitivos", lo único que sucede es que cuestionan el valor de los préstamos que el Banco Mundial ha decidido extender. Ese es el significado de la supuesta parcialidad de los mercados de capital en contra de los países en desarrollo. Si ahora esos mercados tienen tantas ansias por competir con el Banco Mundial en busca de clientes, es que es hora de que el éste desaparezca.

Lo que para Wolfowitz parece ser un problema para el Banco Mundial, resulta que es una bendición para la humanidad: los países de ingresos medios están proliferando. Esto significa que el banco está perdiendo la batalla por conservar la relevancia que pudiera tener en tiempos. La verdadera misión del Banco Mundial es el non sequitur que hace inmortales a los organismos estatales: fuimos creados por un motivo, por lo que siempre tendrá que existir un motivo para que existamos.

Cuando nació el Banco, un mundo hecho pedazos por la guerra era perseguido por los recuerdos del colapso del comercio mundial en los años 30. Los mercados de capital de finales de los años 40 eran pequeños y alérgicos al riesgo. Los problemas para los que el Banco fue creado hace tiempo que desaparecieron ya. El mundo está inundado de capital disponible a bajos tipos de interés. Por ejemplo, el Banco Central de China dispone de 1,2 trillones de dólares en reservas de divisa exterior y más de 60 mil millones ingresan anualmente en inversión directa de banqueros de inversiones enterrados en efectivo.

Se dice que el asunto Wolfowitz podría perjudicar la reputación del Banco. Pero la reputación que importa tiene más que ver con el derroche y la corrupción que inevitablemente aparecen cuando se distribuye políticamente, pero de forma opaca, muchos miles de millones de dólares. También se dice que, a menos que Wolfowitz se vaya, algunos gobiernos donantes podrían retener los fondos. La verdad, aunque el motivo para hacerlo sea tan estúpido, lo cierto es que supondría una mejora.

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