Loquillo, que acaba de lanzar un nuevo disco ‘Su nombre era el de todas las mujeres’ adaptando poemas de Luis Alberto de Cuenca , es entrevistado por Marta Robles en el diario La Razón.
Preguntado por cómo de bien se lleva el rock and roll con el catalán, Loquillo se muestra irónico. Dice que ha cantado canciones en catalán, y también versiones de poemas de Salvat-pappaseit y Pere Quart. "El consejero de Cultura de entonces me felicitó por haber cantado a dos poetas catalanes... y yo le reenvié la carta diciéndole que en el mismo disco estaban Vázquez Montalbán y Gil de Biedma, que también eran catalanes. Al parecer no lo sabía..."
Loquillo piensa, respecto a la polémica de la inmersión lingüística y la marginación del castellano en las escuelas castellanas, que "lo que debería preocupar en Cataluña respecto al aprendizaje es por qué allí es donde más fracaso escolar hay de España, y pensar que ese fracaso afecta mucho más a los castellano parlantes que a los catalano parlantes. A partir de ahí podemos hablar de todo. Lo otro es demagogia pura, el juego típico de los partidos políticos de avivar los extremismos".
Más adelante, Loquillo reflexiona sobre la teórica rivalidad entre Cataluña y Madrid: "Madrid es un imán para los catalanes porque aquí se admira mucho su trabajo. Me gustaría que pasara lo mismo allí con el de los madrileños, pero no resulta exactamente así".
Loquillo considera que "tenemos una clase política que yo me pregunto si querríamos a alguno de ellos en nuestras empresas...". La fecha elegida por Zapatero para las elecciones, el 20-N, le parece una "fecha muy curiosa" en la que han pasado muchas cosas: "Primero murió José Antonio, luego Durruti, después Franco... Yo lo que pido es que no pase nada que impida que la gente vote. Porque en este país parece que antes de un cambio tiene que pasar algo extraño, parece que no podamos decidir por nosotros mismos y que necesitamos que nos influyan".
Loquillo también trata en la entrevista de La Razón el tema de la SGAE, corporación a la que el cantante considera "lo último que queda del Sindicato Vertical". Su esperanza es que del escándalo de corrupción desvelado en el seno de la sociedad de autores "se llegue a una gestora hecha por gestores profesionales y que sea apolítica". Aunque reconoce que "es difícil porque el virus está ahí metido". Lo mejor sería entonces que hubiera "gente de fuera".