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El Guti, por Mario Noya

  

A José Luis Gutiérrez le amaneció la vocación leyendo al Señor Efe, ese tipo omnipresente que escribía y sabía de todo. Luego todo fue ponerse a la leer la Newsweek y contar para Cambio 16 lo que pasaba en la calle; en la Gran Vía madrileña, para ser exactos: cubrió primerizo el primer strip-tease en el Foro, que ya había que echarle guindas al pavo y al antro (seguía prohibido el despelote).

En el Grupo 16 se dedicó, más que nada, a hacer amigos: Libertad, libertad, los franquistas a por ellos, sin ira libertad, números censurados, guárdate tu miedo y tu ira, números secuestrados, porque hay libertad, un atentado del Grapo, sin ira libertad, el 23-F, y si no la hay sin duda la habrá, la hubo pero el PSOE amigo del 82 se transforma en enemigo cordial, el Guti sacude estopa desde sus columnas y ponen precio a su cabeza, finalmente cobrada en 1996, cuando le mueven la silla de la dirección de Diario 16.

Era un self-made man, no había más que mirarle a su cara de tipo duro. El Emepé, su tocayo Martín Prieto, otro que tal baila, en su día contó del Guti que acudía a la Escuela de Periodismo "al volante de una hormigonera que estacionaba con gran aparato de bufido de neumáticos en los frenos". O sea, que ya en ese entonces se mostraba capaz de salir adelante a puros huevos y de ponerse al mando de lo que se le echase.

Se puso. Fascinado desde siempre con el periodismo anglosajón de escarbe y rebusque, con él a los mandos Diario 16 se dio a tirar de la manta de Roldán el bandolero, al que consiguieron bajar de su Sierra Morena impune y oficial, y a hablar de los marrones –¡sic!– de Hasán II.

Volvamos al retrato que le hizo en El Mundo Martín Prieto allá por el 99, esa extraordinaria pieza titulada "El Guti: Conan el Bárbaro":

Cuando en tiempos de tribulación sus subordinados reclamaban lo que no podía satisfacer, extraía de una gaveta de su despacho un grabador magnetofónico con una cinta en la que se escuchaban los inquietantes aullidos de los lobos en sus montes de León.

Se non è vero...

En los últimos años estaba más tranquilo –bueno, igual no–, intentando desasnar a esta España nuestra que edita mucho y lee muy poco desde su revista Leer, Premio Nacional al Fomento de la Lectura. Seguía en el cotarro, pero ya sólo como tertuliano y columnista, pero ya no con artículos extensos sino con piezas chiquitas pero matonas, que firmaba con pseudónimo, Erasmo, en El Mundo. Al leerle sabíamos de qué hablaba Cándido, otro que igual abreviaba, cuando pedía que se escribiera con la mira puesta en el punto final. Y nos acordábamos del insuperable Julio Cerón, al que guareció en las páginas de Diario 16 y que cuando anduvo suelto por ABC nos dio la clave:

De siempre y será por timidez o será por lo que sea, ser obvio me repugna, y creo no ser el único. Vergüenza (personal, ajena y mediopensionista) me está dando tener que hacer esta aclaración.

José Luis Gutiérrez, el Guti, uno de los grandes del periodismo español, aquí se declaraba "agnóstico y estupefacto ante el misterio". Si tiene manera, seguro que trata de desentrañárnoslo. Buena la has hecho, Dios.

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