Hoover, como tantos otros inventores, no vio un céntimo por la patente hasta pasados muchos años. Mientras investigaba en los laboratorios Eastman Kodak en Tennessee, uno de sus investigadores a su cargo dio casualmente con un componente que acabaría convirtiéndose en el adhesivo más potente conocido hasta ahora.
Fred Joyner, durante las investigaciones para buscar un revestimiento resistente a todo tipo de temperaturas para las cabinas de aviones, pegó dos lentes muy costosas –3.500 dólares al cambio de los años 50- en un refractrómetro y nunca pudo separarlas. Llegó incluso a pensar que peligraba su empleo, aunque nada más lejos de la realidad. El componente resultante, que fue catalogado con el 910 en todas las pruebas desarrolladas, iluminó al que sería su creador, Harry Wesley Coover, para crear el producto final.
Coover ya había estado experimentando con el cianocrilato, elemento base del Super Glue, nueve años antes, dice El Mundo. Pero entonces no había logrado entrever su potencial, e incluso lo desechó por ser demasiado adherente para las mirillas telescópicas.
En 1957 salió al mercado el pegajoso producto bajo el nombre de Eastman 910 y a uno de los programas de TV más populares de la época, I’ve got a secret de Garry Moore, no le pasó desapercibido. Wesley Coover acudió al programa en directo y pegó una barra de metal en el plató, agarrándose a ella junto al propio presentador.
A pesar de ello Kodak fracasó en su comercialización, hasta que en 1980 vendieron la patente a National Search. El adhesivo se llegó a utilizar incluso en la guerra del Vietnam a modo de parche temporal en heridas internas, antes de intervenir quirúrgicamente a los heridos.
El científico fue galardonado por su trayectoria, que engloba además otras 460 patentes y gran número de innovaciones técnicas para la marca Kodak. Recibió el año pasado la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación de manos de Barack Obama, y desde 2004 forma parte del Paseo de la Fama de los inventores.