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Ibarra, sobre Zapatero: "Algunos piensan que anda despistado e improvisando"

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, reniega en una tribuna de El País, de sus tradicionales catalogaciones de guerrista o perteneciente a la Vieja Guardia del PSOE. Además se escuda en la metáfora para acusar a Zapatero de improvisador, y reclamar el espacio para políticos experimentados.

Bajo el titular de "Arrimar el hombro", el ex presidente de la Junta de Extremadura inicia una fervorosa condena de los tradicionales sobrenombres que han acompañado a los barones del PSOE.

A Ibarra no le gustan ni los calificativos de "guerristas", ni de "la Vieja Guardia", ni mucho menos que se le atribuya la calificación de "creador del socialismo de Puerto Hurraco", que califica de "malvada acepción". Argumenta durante buena parte del artículo, todos los motivos por los que a su entender, esos calificativos incurren en contradicciones, que Ibarra zanja rápidamente: "Quienes me situaban en el socialismo de Puerto Hurraco, me despreciaban, pero los ciudadanos me valoraban, votaban y respetaban", asegura.

Pero lo realmente interesante de su tribuna aparece escondido tras una metáfora. Ibarra habla de los históricos militantes socialistas que se han retirado para ceder el puesto de "conductor de autocar" a Zapatero, "ocupando la última fila de asientos en el autobús con la sana intención de no molestar al nuevo dirigente, que es quien maneja el volante".

Rodríguez Ibarra habla de la complicación de la situación, un hipotético autobús que "circula por una carretera impracticable", agravada porque "durante muchos kilómetros, el pasaje estaba acostumbrado a viajar en cómodas autopistas, con un sistema de seguridad cada vez más perfecto". Considera que las quejas desde las últimas filas del autobús son evidentes y atacan diversos aspectos de la gestión del "conductor"  Zapatero: "Unos se quejarán porque se va demasiado lento, otros porque se está extremando la seguridad a costa de esa velocidad añorada. Algunos piensan que el conductor anda despistado e improvisando, mientras que otros centran su atención en los baches y no en los esfuerzos para evitar que el autobús quede definitivamente atrapado en el socavón más inesperado".

Ante semejante panorama, Ibarra acaba reclamando un lugar que decía haber abandonado "porque quiso" y del que "nadie me echó",  solo unas líneas antes. Lanza un órdago a ese conductor de autocar que reside en la Moncloa, diciéndole que "en estos momentos no se necesitan sólo buenos gestores, sino políticos experimentados con capacidad para asesorar al conductor y para explicar por qué ocurre lo que ocurre, cómo vamos a superarlo y de qué se necesita prescindir".

Por último, concluye con un poético giro, también para el conductor: "Ahora, cuando el proyecto y el líder pasan por dificultades, es el momento de decir que los de la última fila sabemos y queremos arrimar el hombro a cambio de nada", asegura

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