Alfonso Guerra, uno de los grandes artífices de la violenta campaña de acoso y derribo de Adolfo Suárez, aprovechó este miércoles la televisión oficial para deslizar que alguien oculta las cintas con las conversaciones telefónicas que se registraron entre el Congreso de los Diputados y el exterior durante las horas que duró el golpe de Estado del 23-F. Y es que el paradero de las mismas, cuya existencia es pública y su contenido no ha trascendido en los últimos treinta años, tampoco se conoce con exactitud. En su opinión, si esas cintas vieran la luz se aclararía la "trama civil" del golpe.
Con la misma naturalidad con la que los socialistas niegan cualquier irregularidad en el manejo de las pruebas materiales del 11-M, Alfonso Guerra no mostró la más mínima duda sobre la existencia de unas comprometedoras y aclaratorias grabaciones en torno al 23-F que "alguien" del que se negó a desvelar la identidad dispone de unas pruebas claves sobre los autores intelectuales del asalto al Congreso. En la misma línea y practicamente en presencia del Rey, el entonces líder de la oposición, Felipe González, aprovechó la efeméride para enmañarar aún más el expediente 23-F, con alusiones poco veladas a la existencia de líneas de investigación poco o nada exploradas. En medio de semejante polvareda y a preguntas de Libertad Digital Televisión, el Rey sostenía que "se sabe todo", una versión que cambia ligeramente en privado.
Treinta años después del golpe, la vieja guardia del PSOE se resiste a aclarar el almuerzo casi en las vísperas del golpe de Enrique Múgica, Antoni Siurana (a la sazón alcalde de Lérida) y Alfonso Armada, un encuentro que sin duda podría aclarar determinados papeles en aquellos convulsos momentos.
Tampoco es previsible que las revelaciones de Alfonso Guerra y Felipe González se extiendan hacia otros casos de la democracia española como los GAL y el 11-M, protagonistas de las dos últimas décadas de la política española como el 23-F marcó los años ochenta.