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De Obama para Afganistán

Hasta ahora el incesante discurseo de Obama podía ser acusado de muchas cosas, pero no de falta de claridad. Esta declaración es un confuso batiburrillo en que fines, objetivos y medios aparecen mezclados y mal usados, sin una jerarquía lógica.

En otros tiempos, a los que revelaban la propia estrategia, se los fusilaba por alta traición. Los americanos, en un alarde de apertura democrática, pusieron de moda pregonarla a los cuatro vientos. Eso es lo que Obama había prometido con su discurso de las 8 de la tarde del martes 2, en la academia militar de West Point. Pero no ha habido tal, por más que Obama lo anunciara en su primer párrafo y repitiera la palabra estrategia seis u ocho veces. Resulta que nada ha cambiado al respecto desde su anterior dedicación al tema, el 25 de marzo, a un mes de haber tomado posesión. La estrategia es la misma y viene definida por las mismas tres palabras: desbaratar, desmantelar y derrotar [disrupt, dismantle and defeat] a los talibán unas veces, a Al Qaeda la mayoría. No es gran cosa. Sólo significa ganar. Para perder, las estrategias huelgan. Pero una gran ausente del discurso es la palabra "victoria", sustituida por un espléndido eufemismo: "llevar esta guerra a una conclusión exitosa". Mejor castellano, y todavía más blando, sería "llevarla a buen fin".

¿Qué pasó entre aquel temprano 25 de marzo y este 2 de diciembre? Que el general McChristal, nombrado para llevar a cabo aquella tripleta de categóricos verbos, le informó a Obama de que la cosa estaba peor de lo que había pensado y que para hacer su trabajo necesitaba 40.000 hombres más (sin distinción de sexo, claro está). Y todo ello en el momento en que Obama perdía puntos en la estimación general, más o menos a uno por semana. El intento de imponer una sanidad estatalizada estaba corroyendo su imagen, aunque el tema genérico era y es la perspectiva de un elefantiásico incremento del déficit. Y para colmo, la guerra era cada vez menos popular, abiertamente rechazada por los izquierdistas, núcleo duro de sus partidarios, con quienes, además, está su corazón. De ahí una lenta, angustiada y divisiva revisión estratégica, con nueve reuniones en las alturas, a puerta cerrada. El resultado final ha sido esta reafirmación de los tres verbos, concretando tan vaga definición en una maraña de objetivos. Obama invierte los términos, de forma bastante impropia: "Nuestro fin más general sigue siendo el mismo: Desbaratar, desmantelar y derrotar Al Qaeda en Afganistán y Pakistán e impedir la posibilidad de que amenace a América y a nuestros aliados en el futuro. Para alcanzarlo perseguiremos los siguientes objetivos: negarle un santuario a Al Qaida, revertir el impulso de los talibán y su capacidad para derrocar al Gobierno, reforzar las fuerzas de seguridad y al Gobierno. Lo conseguiremos de tres maneras: a) Con una estrategia militar que romperá el empuje de los talibán e incrementará la capacidad del Gobierno en los póximos 18 meses, b) Con una estrategia civil más efectiva [por tal se entiende acabar con la corrupción y mejorar la eficacia del Gobierno], c) Vinculación con Pakistán".

Hasta ahora el incesante discurseo de Obama podía ser acusado de muchas cosas, pero no de falta de claridad. Lo que se expone más arriba es un confuso batiburrillo en que fines, objetivos, medios y estrategias aparecen mezclados y mal usados, sin una jerarquía lógica. Son, además, esencialmente utópicos. Pero por encima de todo, el elemento estratégico brilla por su ausencia. La estrategia es un "cómo hacerlo". La adecuada selección de los fines por su importancia y factibilidad, cuenta. Pero ante todo se trata de cómo alcanzarlos. La intensa discusión de estos últimos meses sobre si una estrategia COIN (Contra Insurgencia) o CT (Contra Terrorismo) o algo mixto o intermedio no ha dejado la menor huella en el discurso. Parece cómo si nombrar los deseos fuera un conjuro mágico que convierte lo nombrado en realidad.

Zanjada la cuestión de los refuerzos, la gran innovación del discurso es el plazo de 18 meses como principio del fin de todo el esfuerzo. Es dato que el enemigo agradecerá en todo lo que vale. Justo para que la campaña electoral del 12, en la que Obama optará por su segundo mandato, se desarrolle en plena retirada. O el hechizo funciona o se producirá el desastre. Pero si Obama tiene los aviones de vuelta listos, ha quemado sus naves dialécticas, porque justifica sus decisiones sobre la base de intereses nacionales vitales, lo mucho que se juega el país y sus aliados y los enormes peligros del abandono. ¿Habrán perdido esos argumentos su valor dentro de 18 meses? El problema afgano-pakistaní es de la máxima envergadura y el discurso de Obama no aporta soluciones.

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