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Militares de primera

No deberían ser los militares, sino todos los demás, los que exijan a este Gobierno y a los que sigan una política de defensa sólida y bien definida, con unas Fuerzas Armadas motivadas, bien dotadas y capacitadas para los nuevos desafíos.

¿Son los militares españoles ciudadanos de tercera? Algunos de ellos llevan tiempo diciendo que se sienten así. Es el Estado quien debe velar por los integrantes de las Fuerzas Armadas pero, ¿qué pasa cuando deja de hacerlo? ¿Y qué pasa cuando tampoco funcionan los cauces militares para intentar, en la medida de lo posible, paliar y solucionar el malestar dentro del estamento militar? No es sólo culpa del Gobierno. Algo falla también dentro del mando militar.

Desprotegidos por el Estado y en algunas ocasiones humillados, los militares españoles han recurrido a los instrumentos de la red informática para difundir su malestar y hasta inéditas manifestaciones para decir que están hartos de los fraudes del Gobierno. Ahora es la Ley de Carrera Militar, aunque ya lleva casi dos años en vigor. Un texto que no incluye tampoco los derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas, capítulo que se deja para una ley reguladora de los derechos fundamentales de los militares profesionales que se está esperando desde 2005.

La Ley de Carrera Militar, además de la polémica integración de las escalas que está dando lugar a resultados tan extravagantes como injustos, no recoge otros puntos fundamentales para la carrera militar: que sea lo suficientemente atractiva para aquellos que decidan emprenderla, que se aproxime a la de los países de nuestro entorno, y cuyos objetivos básicos sean la motivación y la calidad profesional. Una calidad del personal que es vital en el momento en el que vivimos, dominado por la reducción y la flexibilidad de los efectivos, y su progresiva tecnificación para hacer frente a los nuevos y diversos escenarios, para que el elemento militar, escaso y caro, se dedique a lo más concreto de su tarea. Todo para tener militares de primera.

Pero para el actual Ejecutivo las Fuerzas Armadas son sólo una "ONG robusta" como afirmó en su momento Rodríguez Zapatero. Y aunque la actividad de los cooperantes sea muy loable, muy digna y más imprescindible, es también la misión de los profesionales militares, por lo que también merecen un reconocimiento. Sin embargo, tienen que aguantar que un ministro de Defensa diga que preferiría que lo matasen a matar a alguien y que mande retirar de una loma en un terreno militar el lema "A España servir hasta morir"; y tienen que continuar su actividad pese a la disminución de los recursos y la caída de los presupuestos; y mantener la cabeza bien alta aunque se intente desmilitarizar y desnaturalizar a las Fuerzas Armadas con elementos como la creación de la Unidad Militar de Emergencias y la telefília pacifista de Chacón; y han mantenido sus posiciones y obedecido ante peligrosas iniciativas como las restricciones a la libertad de actuación en misiones en el exterior. Pese a todo, los militares seguirán estando orgullosos de serlo.

No deberían ser ellos, sino todos los demás, los que exijan a este Gobierno y a los que sigan una política de defensa sólida y bien definida, con unas Fuerzas Armadas motivadas, bien dotadas y capacitadas para los nuevos desafíos. Hoy sólo hay una Defensa sin rumbo.

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