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Jeff Jacoby

Fuera las casillas sobre la raza

La Constitución exige que los estadounidenses sean contabilizados cada década, no dice nada de contarlos por razas, igual que no dice nada de hacerlo por religiones u orientación política.

Por si acaso la vida de Tiger Woods no fuera lo bastante complicada en estos momentos, ahora tendrá que lidiar con el Censo de 2010. 

La pregunta 9 del cuestionario enviado por la Oficina del Censo de los Estados Unidos a la mayoría de los hogares estadounidenses pregunta por la raza de cada uno de los inquilinos del domicilio. Ofrece 15 opciones, cada una de ellas con su propia casilla. "Marque una o más", dicen las instrucciones. Woods tiene algo de blanco (neerlandés, para ser precisos), algo de negro, algo de indio americano, algo de chino y algo de tailandés. Así que tal vez deba marcar cinco casilla –las llamadas "blanco", "negro afroamericano, o negro", "indio americano o nativo de Alaska", "chino", y "otros asiáticos", especificando "Tailandia" en la línea provista bajo "otros asiáticos".

Por otra parte, tal vez Woods deba decantarse sólo por "otros países de Asia/ Tailandia" (su madre, Kutilda Woods, es medio tailandesa, y Woods ha dicho que se considera "más tailandés que nada").

Por otra parte, Woods se ha clasificado célebremente "cablinasiático", una clasificación inventada para abarcar su ascendencia caucásica, negra, india y asiática. Así que su opción más segura podría ser la de marcar la casilla de "otras razas", y luego escribir "cablinasiático" en la línea de debajo. Desde luego, es un término que se ha inventado él, pero ¿y qué? La Oficina del Censo define explícitamente "raza" como "dato de identificación en el que los encuestados eligen la raza o razas con las que más se identifican". Si cablinasiático es la identidad racial con la que Woods se siente más cómodo, esa tendría que ser su respuesta a la pregunta 9.

Pero ¿es esa la identidad con la que más se identifica Woods? Después de ganar el Masters de 1997 a los 21 años, Woods emitió una declaración detallada con el objeto de explicar sus múltiples orígenes raciales a una opinión pública ávida de información sobre su persona."La idea", concluía, "es que soy americano... ¡Y estoy orgulloso de serlo! Eso es quien soy y lo que soy".

No hay que ser Tiger Woods para sentirse así. Si el Gobierno va a insistir en que nos colguemos carteles con categorías raciales del cuello, me atrevería a decir que hay millones de nosotros que nos identificamos como "americanos"... y punto.

"Los criterios raciales son irracionales, irrelevantes, [y] peligrosos para nuestro estilo de vida", escribía Thurgood Marshall en el escrito que remitió a la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color en 1950 con motivo del caso McLaurin v. Oklahoma que instruía el Supremo. Marshall y la NAACP eran defensores de la indiferencia al tono de piel, no sólo a causa del mal uso que se ha dado a la catalogación racial de los norteamericanos desde tiempo atrás, sino también porque, como señalaron en su breve escrito dirigido al Supremo a propósito de otro caso, Sweatt v. Painter: "No existe base demostrada establecida para la clasificación por razas".

Si esa verdad pudo ser percibida en 1950, ¿cuánto más debe ser evidente en 2010, cuando el genoma humano ha sido secuenciado, cuando está más claro que nunca que no hay ninguna razón genética ni biológica para clasificar a la gente en función de la raza, ni existe ningún sistema coherente para hacerlo? En 1850, la Oficina del Censo dividía a los estadounidenses en "blanco", "negro" y "mulato"; en 1890, consideraba "japonés" y "chino" como razas, junto a "negro", "mulato", "cuarta parte negro", "octava parte negro" y "blanco". Basándose en la enumeración de este año, el Gobierno anuncia con orgullo "63 categorías raciales: seis categorías de razas claras y 57 combinaciones distintas de dos o más razas".

Obviamente, si esperamos a que el Censo estadounidense abandone su obsesión con las razas, vamos a criar malvas. Seis décadas después de que Marshall denunciara en la NAACP la taxonomía racial por falsa y perversa en idéntica medida, un poderoso grupo de presión "de la diversidad" (que por desgracia incluye a la NAACP moderna) defiende la clasificación taxonómica y el sistema de expolio racial que alimenta.

Pero no tenemos que seguir el juego. La Constitución exige que los estadounidenses sean contabilizados cada década, no dice nada de contarlos por razas, igual que no dice nada de hacerlo por religiones u orientación política. El cuestionario del censo no pregunta cómo (o si) se vota o se reza, y sería mejorado no preguntando por razas. Una forma de dejarlo claro es rechazando la premisa que respalda la pregunta 9 de que las clasificaciones raciales son legítimas.

En 1850, en un editorial titulado ¿Son los estadounidenses una raza?, el New York Times afirmaba: "La solución más sencilla a nuestro problema racial es establecer que los estadounidenses son estadounidenses". Un buen consejo entonces; un buen consejo hoy.

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