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Emilio J. González

¡En manos de quién estamos!

El Ejecutivo de Zapatero ni cree realmente en la necesidad de flexibilizar las relaciones laborales, ni está dispuesto a ir más allá de los límites que le marquen los sindicatos, que esa es otra.

Uno contempla el panorama socio laboral español y no acaba de dar crédito a lo que está sucediendo. En nuestro país ya hay más de cinco millones de personas sin empleo, entre los parados oficiales y los que salen de las estadísticas para maquillarlas convenientemente, y la respuesta que están dando el Gobierno y los agentes sociales a un gravísimo problema, que está sumergiendo en la más absoluta pobreza a millones de personas, no es que no esté a la altura de las circunstancias: es que es para echarse a temblar.

Resulta que una de las cosas que necesita la economía española es una verdadera reforma del mercado de trabajo. Lo dicen la mayoría de los expertos y todos los organismos internacionales, pero lo cierto es que ni el Gobierno ni los agentes sociales están por la labor. El Ejecutivo de Zapatero ni cree realmente en la necesidad de flexibilizar las relaciones laborales, ni está dispuesto a ir más allá de los límites que le marquen los sindicatos, que esa es otra. Las actuales centrales sindicales no representan a casi nadie, como prueba el bajo número de afiliados que pueden exhibir. Sin embargo, haciendo uso y abuso de unos preceptos constitucionales que, de forma equivocada, les confieren un enorme poder para tomar parte en las decisiones que afectan a los millones y millones de personas que no se sienten representados por UGT u CCOO, bloquean cualquier intento sensato de introducir un poco de racionalidad en el mercado de trabajo sin importarles lo más mínimo la dureza con que millones de hogares están sufriendo la crisis a causa del paro. A ellas les importa la política, su política, y nada más. Claro que el papel de la patronal CEOE tampoco es como para tirar cohetes. Siendo los empresarios los primeros interesados en que las cosas cambien en lo referente al mundo laboral, no son capaces de sostener sus propuestas, a pesar de lo muy sensatas que resultan muchas de ellas, a causa de la debilidad de su presidente que, en última instancia, socava la capacidad de la CEOE para sacar adelante sus propuestas ya que el Gobierno no quiere negociar, sino conseguir fotos y adhesiones incondicionales a lo que proponga para tratar de dar la idea de que Zapatero y su equipo hacen todo lo que pueden y que no hay más alternativa de política económica que la que el Ejecutivo pone encima de la mesa, cuando no es así.

No obstante, para resolver el problema del paro hace falta algo más que la reforma laboral. Es necesario hacer un esfuerzo para reformar el sistema educativo y cualificar adecuadamente a los españoles para que tengan verdaderas oportunidades en el mercado laboral y puedan contribuir a la mejora de las condiciones socioeconómicas del país. Lo recordaba esta semana el Nobel de Economía Finn E. Kydland en una conferencia en la Fundación Rafael del Pino. ¿Y qué propone el Gobierno al respecto? Los ministerios de Educación y Trabajo callan y la única voz que se escucha, por desgracia, es la de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, con perlas como hacer del feminismo una asignatura troncal en las universidades o modificar los cuentos tradicionales, como Cenicienta, por considerarlos machistas. En otro país, Aído hubiera durado en el Gobierno no más de dos telediarios; en la España de ZP el primero en reírle las gracias es el propio presidente del Gobierno y así nos luce el pelo. ¡En qué manos estamos!

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