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Domingo García

Los cuatro cerditos del apocalipsis

El libre mercado no causa recesiones; el capitalismo "laissez-faire" –es decir, la total separación entre Estado y economía– tiene implícito un mecanismo autorregulador que no permite que las malas decisiones de unos arrastren a los otros.

Si los BRIC –Brasil, Rusia, India y China– son los países emergentes cuyo crecimiento se espera que nos saque a todos de la crisis, los PIGS –Portugal, Irlanda, Grecia y "Spain"– son los países que están amenazando hundir al mundo occidental en el colapso económico.

En acrónimo PIGS no es nuevo, pero su relevancia mundial sí lo es. Tuvieron un crecimiento dramático (incluso en sus niveles de empleo) desde que se incorporaron a la zona del euro, en gran parte debido a la inversión extranjera. Pero después de una luna de miel inicial, algo empezó a funcionar mal. Irlanda (que hoy está compitiendo con Italia por la letra "I" en PIGS) fue el primer país de la zona del euro que en el 2008 entró en recesión como resultado de la crisis global, y los otros pronto siguieron. Hoy, todos ellos están al borde de la quiebra –algunos, como Grecia, sufriendo incluso de violencia en las calles– y pueden convertirse en los iniciadores del efecto dominó que el resto del mundo está temiendo.

Los que hace menos de una década llegaron a ser países modelo, "volando alto", están ahora en la cola del crecimiento mundial, según el Fondo Monetario Internacional. Pero aunque los detalles y datos macroeconómicos de cada uno de estos países varían, sus problemas tienen una causa común: la intervención del gobierno en la economía.

La mayoría de la gente está dándose cuenta de que los culpables de la crisis no son banqueros avariciosos ni especuladores inmobiliarios, como nos han querido hacer creer. El hombre de la calle está finalmente reconociendo que los causantes de todas las crisis son los gobiernos, al impedir que los mercados funcionen libremente y se autorregulen, sea en la crisis actual, las crisis latinoamericanas del pasado, o la famosa crisis asiática, la primera de nuestra era de globalización.

La forma propuesta para resolver el problema es que los países menos culpables "socorran" a los más irresponsables, evadiendo el hecho de que eso sólo los hunde más a todos. Mientras tanto, los políticos de algunos países, como España, usan la crisis como excusa para aumentar los controles del Estado, acudiendo a "soluciones" que consisten en aumentar los impuestos, equivalente a inyectarle más veneno a un paciente envenenado. Ayn Rand, la famosa autora de El Manantial y de La Rebelión de Atlas, previó exactamente esta situación hace más de 35 años: "Uno de los métodos usados por los colectivistas para destruir el capitalismo consiste en establecer controles que atan a una industria de pies y manos, haciéndola incapaz de resolver sus problemas, y luego declarar que la libertad ha fracasado y que mayores controles son necesarios".

Estaba claro que esta situación se produciría tarde o temprano. Cuando aceptamos principios irracionales, como el altruismo gubernamental, estamos aceptando que el Estado manipule nuestras vidas basándose en ellos, y es obvio cuál va a ser el resultado. Pero el libre mercado no causa recesiones; el capitalismo puro, el capitalismo "laissez-faire" –es decir, la total separación entre Estado y economía– tiene implícito un mecanismo autorregulador que no permite que las malas decisiones de unos arrastren a los otros. La historia demuestra que sólo las intervenciones del gobierno causan recesiones y crisis como la que estamos sufriendo.

Las pocilgas –mal llamados "Estados del Bienestar"– son ambientes apropiados para los cerdos; las personas responsables, libres, independientes, las personas creativas y productivas no aceptan vivir como cerdos –como animales llamados a ser sacrificados– sino como seres humanos, y lucharán por la libertad y por un mundo racional.

Pero si los cerdos consiguen arrastrarnos hasta revolcarnos con ellos en el fango, nos lo mereceremos... por permitirlo.

En Libre Mercado

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