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Ignacio Cosidó

La Perestroika de Zapatero

ZP vende estos cambios como males necesarios, como el sacrificio de quien es capaz de traicionar sus propias convicciones para salvar a su patria, como el profeta que nos llevará por un pedregoso camino de sudor y lágrimas hasta el oasis de prosperidad.

La Perestroika liderada por Gorbachov en los años 90 en la Unión Soviética era un intento de cambiarlo todo para que todo siguiera igual. Las reformas iniciadas por Zapatero hoy en España tienen algo de ese querer cambiarlo todo para poder seguir en el poder. El fracaso histórico de aquel experimento de Gorbachov acabó con la feliz caída de la dictadura comunista. Esperemos que la particular "Perestroika" de Zapatero termine también más pronto que tarde con el final del gobierno socialista, por el bien de nuestro país. Sencillamente no es creíble que el mismo que nos llevó a la ruina pretenda ahora ser el que nos saque de ella.

En política no hay nada peor que traicionarse a si mismo. Zapatero accedió a La Moncloa con tres promesas fundamentales: un Gobierno presidido por el talante, la conquista de nuevos derechos sociales y un pacifismo buenista que presidiría su política exterior. No solo ha fracasado estrepitosamente en todos ellos, sino que ahora defiende casi con el mismo ardor justo lo contrario.

La política del talante, en realidad una maniobra para aislar y acorralar al Partido Popular, ha dado paso a una absoluta soledad parlamentaria que le hace perder cada vez mayor número de votaciones en el Congreso. El dialogo social que se suponía formaba parta de su ADN se ha modificado genéticamente y se ha convertido en el virus del decretazo. Las relaciones con las Comunidades Autónomas se han tensionado y enrarecido hasta el punto de no poder convocar ya la Conferencia de Presidentes por él inventada. Tampoco que su propio partido en Cataluña vete la presencia de Zapatero por el sistemático incumplimiento de sus promesas. El Gobierno es incapaz de producir acuerdos para renovar instituciones clave del Estado como el Tribunal Constitucional. Las propuestas y resoluciones del Parlamento, como la reiterada petición de reducción de ministerios, son despreciadas sistemáticamente por el Ejecutivo. En la Federación Española de Municipios (FEMP) hay un aire irrespirable por los excesos verbales de su presidente y la asfixia financiera de los ayuntamientos. Los sindicatos, aliados naturales de este Gobierno, amenazan ahora con la huelga general. En definitiva, el talante de Zapatero ha derivado en una España crispada, dividida y enfrentada.

La ampliación de derechos sociales ha sido otra quimera utilizada con fines electorales. La subida de pensiones se ha convertido en una congelación de las mismas, la perdida de poder adquisitivo de los pensionistas y el previsible aumento de la edad de jubilación. Se han creado expectativas de ayudas a las personas dependientes que ahora no pueden ser financiadas y quedarán si efecto. Las ayudas por nacimiento de hijos han sido eliminadas. La financiación de servicios básicos como la sanidad está en cuestión y no se descarta una disminución de prestaciones o formulas de copago. Se suben indiscriminadamente impuestos como el IVA que afectan especialmente a las clases más desfavorecidas. Se recorta el sueldo de los funcionarios. En definitiva, toda la demagogia izquierdista de Zapatero se ha venido abajo y al final los más débiles son los que están pagando la peor factura de esta crisis.

También en política de seguridad el giro ha sido copernicano. La primera decisión de Zapatero nada más llegar al poder fue la precipitada retirada de nuestras tropas de Irak. Una de las últimas, puede ser el regreso de varias docenas de guardias civiles a ese país. En Afganistán, Zapatero ha quintuplicado el número de efectivos desplegados por Aznar y nuestras tropas han pasado de la misión humanitaria que nos vendía Zapatero a combates diarios con los talibán. En el Índico nuestra Armada se enfrenta a los piratas a pesar de que ZP había pregonado a los cuatro vientos que el uso de la fuerza militar era siempre contraproducente para hacer frente a los desafíos de nuestra seguridad. Zapatero ni siquiera encuentra ya tiempo para acudir a las cumbres de su estelar Alianza de Civilizaciones.

Zapatero vende muchos de estos cambios como males necesarios, como el sacrificio de quien es capaz de traicionar sus propias convicciones para salvar a su patria, como el profeta que nos llevará por un pedregoso camino de sudor y lágrimas hasta el oasis de prosperidad donde se nos volverá a aparecer la verdadera imagen del socialista que lleva dentro. Su problema es que nadie le cree. Quien es capaz de traicionarse a si mismo es capaz de traicionarnos a todos. Ni siquiera tendrá reservado un lugar en la historia como lo tiene Gorbachev por la dimensión de su fracaso y el bien que produjo a la humanidad.     

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