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José Carlos Rodríguez

El Tea Party

El Tea Party no es un fenómeno pasajero. No sólo quiere recuperar lo mejor de la historia de su país, sino que está enraizado en esa misma historia.

Cuando todo lo que es y todo lo que admiramos de Estados Unidos parecía quedar para los libros de historia, en el momento en que Barack Obama se plantea erigir un Estado socialista sobre los pilares de la presidencia imperialista de Bush junior, ha surgido un movimiento espontáneo y abigarrado que se llama Tea Party. Aquí, en España, los medios siempre han informado contra Estados Unidos, con pocas excepciones. Los periodistas españoles desparraman su ignorancia culpable diciendo que se trata de una emulsión ultraderechista de una sociedad enferma. Pero ¿qué es, efectivamente?

Es un movimiento, sí, que no un partido político. Le define políticamente el originalismo, es decir, la vuelta a los orígenes. Estos orígenes, en Estados Unidos, están históricamente delimitados al período marcado por la guerra de la independencia, la Constitución y los primeros pasos de aquella república. Son conservadores porque buscan mantener el sistema político como lo concibieron los padres fundadores, que prevé un Estado limitado y una sociedad amplia, pero reforzada por valores morales tradicionales. Son revolucionarios porque los creadores de los EEUU lo fueron y porque quieren volver a revolucionar la política.

Es un fenómeno apasionante, pero que tiene antecedentes en la historia de aquel país, alguno más claro que el otro. El más claro es el de la vieja derecha, no menos heteróclita que la del Tea Party, y que como éste se creó como un movimiento de oposición a la dirección que estaba tomando la política; básicamente el New Deal y la implicación de EEUU en las dos guerras mundiales. Otro antecedente es el de los Demócratas Bourbon, que llevaron a la presidencia a Grover Cleveland. Eran partidarios del laissez faire, el patrón oro, el comercio internacional sin mayores trabas y un gobierno central austero y limitado.

Hay otros dos antecedentes, ambos en el Partido Demócrata. Los Copperheads de Clement L. Vallandigham eran partidarios de la paz en plena guerra civil, y se oponían a todo lo que significaban Abraham Lincoln y el partido republicano: el proteccionismo, el inflacionismo y el crecimiento sin medida del poder federal. Los Copperheads intentaban recuperar el espíritu del movimiento democrático de Andrew Jackson, que es el otro antecedente, y recogían el sentir de una parte más tradicional de la sociedad estadounidense. También habría que mirar a quienes se opusieron al "arancel abominable" de 1828 y clamaron por la anulación de la política de Washington por parte de los Estados.

Es decir, que el Tea Party no es un fenómeno pasajero. No sólo quiere recuperar lo mejor de la historia de su país, sino que está enraizado en esa misma historia. Estaremos hablando del Tea Party durante décadas. Aunque en España se seguirá desinformando sobre ellos. Durante décadas.

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