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Así jugó a dos barajas Alejandro Sanz cuando se separó de Jaydy Michel

El cantante, que cumple 50 años, ha sido enamoradizo como pocos. 

El cantante, que cumple 50 años, ha sido enamoradizo como pocos. 
Con Jaydy Michel en Ibiza | Gtres

Alejandro Sanz ha cumplido medio siglo de vida: el pasado 18 de este diciembre. Aunque en algunas biografías equivocadamente figure como nacido el día de los Inocentes. Equívoco que tal vez tenga que ver con la fecha en que su padre lo inscribió en el Registro Civil. Mucho ha vivido el cantante madrileño por su fascinante carrera musical, en la que se ha situado como uno de los más celebrados, aquí y en Hispanoamérica desde hace dos decenios y medio. Procede Alejandro, (que eligió su apellido artístico por considerar que el suyo propio, Sánchez, no era adecuado) de una modesta familia formada por su padre, algecireño y su madre, de Alcalá de los Gazules. Su progenitor era guitarrista, formaba parte de un trío, acompañó a los grandes artistas de la copla y el flamenco, Lola Flores entre ellas, y se pasaba seis meses fuera de casa por ese trabajo.

Pasaron los Sánchez muchas penurias. Se instalaron en Madrid, barrio de Pueblo Nuevo, en una vivienda donde nació Alejandro. Fueron sus padrinos Manuel Alejandro y María José, casada con Alfonso Camorra, dueño de un conocido restaurante, "Riscal". El compositor jerezano, cuando Alejandro iniciaba sus pasos artísticos, se desentendió de su ahijado. No así la madrina, que le prestaría su apoyo. Al enviudar, se casó con Isidoro Álvarez, presidente de "El Corte Inglés", también ya fallecido. Fue Alejandro un chico tímido, solitario, que ya hacía muchas travesuras en su nuevo barrio, Moratalaz. Y muy enamoradizo cuando, con sólo trece años estaba loco por ir detrás de una prima suya. Que sustituyó después por Marta, una chica de ese mismo barrio, a la que cuando se fue a Galicia él la siguió, escapándose de casa unos días, con el consiguiente disgusto familiar. Hasta que volvió, mohíno, porque le había dado calabazas. Y entre otras muchachas que le tenían sorbido el seso hubo una asturiana, que vivía en Sevilla, a quien conoció en una feria abrileña. Se llamaba Yolanda, a la que dedicaría una de sus composiciones, "Pisando fuerte". Fue con quien tuvo plenas relaciones. Estaba el cantante a punto de cumplir los dieciocho años y ya pensaba que algún día le haría sentirse feliz siendo padre.

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Tendría Alejandro otras aventuras. Pasajeras. Hasta que en la primavera de 1995 apareció ante sus ojos una modelo mexicana, Jaydy Michel, la primera mujer verdaderamente importante en su biografía sentimental. La que le inspiró uno de sus más logrados temas: "Y ¿si fuera ella?". Donde decía aquello de "Ella, se desliza y me atropella...". Y esto otro: "Sé que el día que la pierda, volveré a sufrir por ella...". Vivieron juntos una temporada en casa de los Bosé: el chalé de Somosaguas, en la Casa de Campo madrileña, aquel que adquiriera Luis Miguel Dominguín, quien al separarse de Lucía, tuvo que dejarle esa mansión, y a sus tres hijos. Miguel Bosé y Alejandro Sanz se hicieron muy amigos. La prueba es que le brindó su residencia para que su apasionada relación con Jaydy estuviera lejos de las cámaras de los "paparazzi". Se habían conocido presentados por el director de orquesta Luis Cobos. Formalizaron aquella relación viajando a Bali donde hace justo veinte años, en diciembre de 1998, se dieron el sí, en una ceremonia nupcial sin validez jurídica alguna en España ni en México ni en otros muchos países. Tuvieron una niña, Manuela, hoy con diecisiete años. Y acabaron por decirse adiós en 2005, aunque creemos inapropiado decir que se divorciaron, puesto que, insistimos, su enlace fue puramente para la galería. No obstante ambos quedaron como amigos, o al menos eso proclamaron.

Los reporteros encargados de vigilar las andanzas amatorias de Alejandro ignoraron también que mientras sonreía ante ellos, de vez en cuando junto a la mexicana Jaydy Michel, jugaba a dos barajas, encamado cuando podía con una puertorriqueña, la diseñadora de modas Valeria Rivera, quien dió a luz un niño, al que pusieron por nombre Alexander; igual que el del padre, pero en inglés, en la actualidad con quince años. Alejandro Sanz, muy probablemente para no herir a Jaydy y puede que también para no causar mala imagen ante sus admiradoras, eludió hacer pública la existencia de ese crío. Pasarían tres años, hasta que para adelantarse a las revelaciones de alguno de sus infieles criados, fue él mismo quien ante los medios informativos dio cuenta de esa buena, o mala nueva, según se mire. Lo que conviene resaltar es que no se desentendió nunca ni de la niña, Manuela, ni de Alexander, a los que hoy ve cuantas veces le es posible, dado que no viven a su lado.

Después de romper con la modelo azteca no se le conocieron relaciones amorosas relevantes al cantante, muy volcado en su carrera, ya un ídolo mundial. Fue en la sede de su casa discográfica, Universal Music, donde encontró a la mujer que buscaba, Raquel Perera. Que se convertiría en su "road manager" y en su compañera, hasta que contrajeron matrimonio en un pueblo cacereño. Eso sucedía el 26 de mayo de 2012, cuando ya eran padres de Dylan, un espabilado chiquillo por el que ahora al creador de "Corazón partío" se le cae la baba cuando juega con él. Tiene siete años y ya chapurrea cinco idiomas. Junto a su hermana Alma, que tiene tres años menos. Al varón ya le dedicó una pieza, "Capitán Capón", y a la niña, a quien llama "La generala" por el genio que ha desarrollado, ha prometido asimismo escribirle otra. Ambos ya han demostrado que sienten inclinaciones musicales, el mismo caso que sucede con los dos mayores. La primogénita, Manuela, hasta en alguna ocasión ha formado parte de los coros de su padre.

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Con Raquel Perera | Archivo

Alejandro Sanz, cuando no tiene actuaciones, suele ser muy hogareño y dedicar su tiempo a componer, a ejercitar deporte, a escribir y a pintar. Los suyos le llaman "Chan". Es un tipo entrañable, al que gusta estar rodeado de los suyos, familia, amigos, colegas como Marc Anthony, Ricky Martin, Juan Luis Guerra, Miguel Bosé... Para ellos prepara ricos platos, pues presume de ser buen cocinero; platos de cuchara que aprendió de su madre. Ni ella ni su padre viven. Nunca los olvidará, hacia los que siempre mostró su mayor cariño, a quienes proporcionó una vida confortable cuando comenzó a ganar sus primeras pesetas. Suele llevar con el mayor rigor una dieta vegetariana para estar en forma. Y duerme mucho. Dice que ese descanso es fundamental para alargar la vida, o al menos, para sentirse joven. Lee cuanto puede, recordando que su progenitor, en los meses que no tenía contratos, se dedicaba a vender libros puerta por puerta. Los muchos millones ganados en estos casi veinte años como cantante los ha empleado muy bien Alejandro. Aparte de sus inversiones, sobre las que nunca ha hablado, posee en Miami una fabulosa mansión, que le costó en su día seis millones y medio de dólares. Quiso venderla no hace mucho, en catorce. Sin encontrar aún comprador, no ha insistido en despojarse de ella. Vecinos suyos son, entre otros, Jennifer López, Gloria Estefan y Ricky Martin. En Madrid, donde pasa temporadas de vez en cuando, adquirió otro inmenso chalé en una lujosa urbanización, la misma en la que vivía Cristiano Ronaldo, que todavía tiene en propiedad. Asimismo, Alejandro tiene una casa en la provincia de Cáceres, Jarandilla. Adonde le gusta ir de vez en cuando es al pueblo de su madre, Alcalá de los Gazules.

Él nunca ha perdido un leve y dulce acento andaluz, pese a ser madrileño. Siempre se ha sentido sureño, su cultura se centra en Algeciras y alrededores, de donde le ha surgido siempre la inspiración musical para algunas canciones. Muy amigo de Paco de Lucía, conserva la guitarra con la que tocó en su última gira. Niña Pastori y Malú son dos artistas con las que se siente hermanado. "No tengo nada" es su más reciente éxito. Dentro de un disco que será el eje de su próxima gira internacional, allá para junio. Veinticinco millones de discos ha vendido. Su éxito, la popularidad que acarrea allá donde esté, no ha modificado su carácter sencillo. Aunque no concede las entrevistas que quisiera, por falta de tiempo. Lo habitual es que dé ruedas de prensa en vísperas de sacar un disco o anunciar una gira. De lo que no habla es de su intimidad. Es religioso a su manera. Cree en Dios, desde luego. Tiene una costumbre, puede que superstición: antes de salir sl escenario se santigua siete veces. Le da suerte y seguridad. Ante el mañana, Alejandro Sanz bromea, con esa guasa gaditana que destapa para acentuar su simpatía: "Puede que cuando me retire, desde luego a algún lugar de Andalucía, me dedique a cultivar melones". Que eso sea para dentro de mucho tiempo...

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