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Francesca Thyssen, la enemiga en la sombra de Tita Cervera

Fiona salió en las páginas de sucesos de los periódicos de todo el mundo por su romance con Alejandro, el hijo de Aristóteles Onassis.

Fiona salió en las páginas de sucesos de los periódicos de todo el mundo por su romance con Alejandro, el hijo de Aristóteles Onassis.
Francesca Thyssen | Cordon Press

Francesca Thyssen-Bornemisza, la única hija que tuvo el Barón Hans Heinrich, cuyo centenario se cumplirá en 2019 dicho sea de paso, cumple sesenta y un años este 7 de junio. Una pelirroja de mirada inquisitiva, muy elegante, sobre la que sigue pesando una rivalidad con su madrastra, la catalana Baronesa Tita Cervera, aunque firmara las paces hace tiempo. Se soportan, pero en el fondo ni simpatizan en lo privado ni mantienen el mismo punto de vista sobre las colecciones de la familia, más en concreto acerca del Museo Thyssen sito en un palacete del madrileño Paseo del Prado. Francesca se dedica, como miembro del Patronato, a seguir de cerca su evolución, viaja a menudo a Madrid, de igual modo que cumple con una intensa agenda de actividades en una Fundación dedicada a preservar fondos marinos, a la vez que acrecienta su propia colección de obras pictóricas. Quizás esa dedicación plena a las actividades mencionadas colman su existencia, sin ocuparse de su maltrecho corazón desde que se divorciara de Carlos de Habsburgo hace dieciseis años, con quien tuvo tres hijos. No se le conocen desde entonces otros amores.

Francesca nació en Lausana, Suiza, el 7 de junio de 1958. Fruto del tercer matrimonio de su padre, el Barón Thyssen, con la modelo escocesa Fiona Campbell-Walter, quien aparecía con frecuencia en las portadas de Vogue y otras revistas del ramo. Antes de su boda, Fiona salió en las páginas de sucesos de los periódicos de todo el mundo por su romance con Alejandro, el hijo de Aristóteles Onassis, quince años menor que ella, muerto en un trágico accidente de aviación cuando pilotaba su propio aparato en 1973. Luego, Fiona se rehízo al casarse con Hans Heinrich, con quien tuvo, además de Francesca, a Lorne. El matrimonio entre el Barón y Fiona no funcionó, ella le pidió el divorcio, a lo que él no se opuso; quería casarse con un americano, lo que no hizo finalmente ni tampoco con otro novio que tenía, director de cine.

Francesca siempre estuvo más cerca de su padre que de su madre. Del Barón aprendió a ser tenaz. Y a mantener a flote todo el patrimonio artístico de los Thyssen-Bornesmiza. En febrero de 1993 Francesca se casó con Carlos de Habsburgo, descendiente del último Emperador de Austria. Una boda que causó cierto malestar en la familia del novio porque la novia era húngara, oriunda de un país tradicionalmente enemigo de los Habsburgo, que encima aportaba un título aristocrático de escasa raigambre. Razones por las que algunos parientes de Carlos se abstuvieron de asistir al enlace. Ahora bien: frente a esos "tiquismiquis" de los Habsburgo, digamos que se imponía una razón muy poderosa para el novio. Que aportaba toda la tradición real que se quisiera de su título, pero no dinero, que era precisamente la aportación de la novia. ¿Puede decirse que se casaron por amor? Cierto es que tendrían tres hijos, de veinticinco, veintiún y diecinueve años. Eleonore trabaja con su madre, Francesca. Ferdinand, es piloto de carreras, y Gloria, es la menor. Retoños que también han estado bajo el redil materno, alejados del padre.

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Con Carlos de Habsburgo | Cordon Press

Francesca se divorció de Carlos de Habsburgo el año 2003. Francesca Thyssen-Bornesmiza adoraba a su progenitor y al saber que iba a contraer matrimonio con Carmen Cervera, mostró su enfado. El Barón, tras divorciarse de la madre de Francesca, la antes mencionada Fiona, casó en cuartas nupcias, en 1967, con la frívola Denise Shorto, a la que llevaba más de veinte años de diferencia. Les nació un hijo, Alexander, del que el Barón sospechaba que no era suyo, sino fruto de alguna de las veces que ella le ponía los cuernos con el chulo de turno. Pero "tragó". Hasta que ya no pudo aguantar más y en 1984 se separaron. El divorcio fue complicado por las exigencias económicas de la brasileña. Y entre tanto, Heinrich conoció en una travesía en yate a la catalana. Los hijos del Barón, conocedores de las intenciones de éste, indagaron para saber quién era la tal Tita, como era llamada en su círculo amistoso. Hasta saber que era hija del dueño de un taller mecánico de Barcelona, que había sido Miss España 1961, esposa del actor Lex Barker, y tras la muerte de éste, amante de algunos caballeros, entre ellos Espartaco Santoni, con quien contrajo matrimonio civil en Nueva York, luego invalidado al estar éste ya previamente casado. Los herederos del Barón se temían que la quinta esposa iba a "desplumarlo", como en parte hicieron las anteriores. Pero se equivocaron. No es que en Tita no influyera que su marido fuera multimillonario, cuando ella lo había perdido casi todo tras su experiencia marital con Espartaco. Pero digamos en su honor que quiso a Heini, como cariñosamente lo llamaba. Se ocupó de él en todo momento, estuvo a su lado durante su enfermedad, y lo hizo feliz durante el tiempo que convivieron, desde su boda en agosto de 1985 hasta su muerte.

Los españoles hemos de agradecerle a Tita que consiguiera del Barón y de sus hijos que el Museo se instalara en Madrid, frente a la oposición de casi todos estos últimos. Francesca, por ejemplo, apostaba porque la colección familiar pasara al Museo de Paul Getti, en California. Francesca Thyssen se llevó mal desde el primer momento con Tita. No digamos con Borja, el hijo que Carmen Cervera tuvo de soltera, y al que el Barón dio su apellido. Finalmente firmarían la pipa de la paz. No obstante la rivalidad entre ambas continúa. No hay nada más que ojear las páginas de Vanity Fair que en su número de junio incluía una entrevista con Francesca en la que manifestaba que su madrastra y su hermanastro Borja sólo pensaban en el dinero. No vamos a quitarle la razón ni a dársela, pero es injusto desmerecer el trabajo de Tita en el Museo Thyssen, que goza de gran prestigio internacional, del que se ocupa directamente. Otra historia es la de Borja, enfrentado tiempo atrás con su madre y ahora parece que en mejor armonía, junto a su mujer, Blanca Cuesta. Atraviesan por problemas con el Fisco. Que viven "a todo tren". Y que él no parece muy interesado y capaz en llevar las riendas del Museo Thyssen cuando llegue el momento. Mas eso sería anticipar demasiado los acontecimientos. Francesca, por todo ello y con su arrolladora personalidad, escruta lo que le atañe con respecto a la herencia de su padre y la conservación de su extraordinaria pinacoteca, dotada de más de mil quinientas obras.

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