En la pesadísima gala de los Goya –una más– el premiado "que dio la nota" más estridente se llama Eduardo Casanova Valdehite, con su discurso entre extemporáneo y provocador. Amén de altanero, el susodicho presumió de no haber recibido subvención alguna en su ópera prima como realizador, Pieles. Pocas horas después pudo demostrarse que mentía como un bellaco. Sí que recibió dinero público, es decir, el que sale de nuestros bolsillos, para financiarle en parte un producto cinematográfico que no vio casi nadie: una exigua cantidad de espectadores.
Pero como es un provocador nato no creemos que en su conciencia le suponga nada saberse pillado en falta. Es aquel Fidel de Aída convertido ahora en lo que algunos tildarían como un "pájaro cazasubvenciones". Seguirá el pensamiento de la ministra cordobesa que pronunciara aquella frase "inmortal", la de que "el dinero no es de nadie". Se lo lleva el viento. No vamos a regatearle a Eduardo Casanova los empeños que ha puesto hasta el presente como actor, guionista y director. Se dio a conocer en la muy programada serie Aída.
Tenía entonces catorce años y consiguió pronto una popularidad entre los telespectadores de su generación. Quizás allí desarrolló ese ego que mantiene. Cierto que ha experimentado mucho en otros trabajos para la pequeña pantalla y ha realizado varios originales cortometrajes y videoclips para algún cantante, como Carlos Tangana, o promoviendo firmas de moda, la de Bimba y Lola. Es imaginativo, sin duda. Y ha repetido detrás de la cámara con La Piedad, cinta que se dice va a suscitar cierto escándalo cuando se estrene en el transcurso de esta temporada. La ha producido el matrimonio formado por Alex de la Iglesia y Carolina Bang.
Casanova siempre ha jugado con la ambigüedad del sexo. Ya en la última parte de los capítulos de Aída en los que intervino no se "cortaba un pelo" mostrándose "gay" sin complejo alguno. Eso, en lo referido a la ficción: bordó su personaje de Fidel. Y luego, detrás de las cámaras, él vivía su propia identidad sexual, aunque parecía disimularlo para alimentar comentarios en algunas publicaciones, saliendo con su compañera de reparto, Ana Polvorosa, su amiga en la serie llamada Lorena. Les unió una buena amistad, pero sin ninguna otra connotación. Y Eduardo la tuvo a sus órdenes en los "cortos" que realizó y como compañera también en otros repartos.
A Eduardo Casanova le divirtió mucho que en el trigésimo aniversario de la revista Vogue en su edición española lo fotografiaran con un atuendo estrafalario para un hombre, que llevaba el complemento de unos tacones de aguja. Eso de disfrazarse de mujer siempre fue propio de carnavales, pero a nuestro protagonista le divierte mucho salirse de lo convencional.
Más o menos calladamente, aunque no para su círculo privado y el mundo gay, Eduardo Casanova mantuvo entre 2011 y 2012 una tórrida relación con el afamado maquillador de estrellas Kley Kafe. Estaba claro que Eduardo no respondía con su apellido al de su homónimo Giácomo, aquel seductor italiano que pasaría a la historia como uno de los mujeriegos más notables. Así es que, respetando como no podía ser de otra manera su vida privada, luego nos enteramos que convivía con otro maquillador llamado David Oliva, aunque más celebrado en su profesión con el sobrenombre de David Ocando.
Dos años duraron como pareja hasta que en el pasado otoño se dijeron adiós. ¿Razones de sus amores rotos? No podían encamarse lo mucho que deseaban. El barcelonés, de treinta y seis años, que le llevaba siete a Casanova, viajaba mucho. Y tuvieron que cortar su romance.