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La muerte de Alfredo Fraile, el 'cerebro' del triunfo internacional de Julio Iglesias

Durante un cuarto de siglo llevó los destinos artísticos de Julio Iglesias.

Durante un cuarto de siglo llevó los destinos artísticos de Julio Iglesias.
Alfredo Fraile | Gtres

El terrible coronavirus se ha llevado al otro mundo a uno de los personajes más entrañables del negocio musical, Alfredo Fraile Lameyer, cuando le faltaba un mes para cumplir los setenta y ocho años. Durante un cuarto de siglo llevó los destinos artísticos de Julio Iglesias, con quien compartió momentos de gloria, aunque él, a veces por propia voluntad, prefiriese estar en la sombra, sin negarle jamás a su gran amigo de la infancia su indudable carisma como intérprete. Prefirió dejar de representarlo harto de tantos años a su servicio y de acceder a sus caprichos, ocurrencias y arbitrariedades. Alfredo Fraile siempre aceptó con su buena disposición ese papel a las órdenes de un divo como Julio Iglesias, tan imprevisible en muchas de sus reacciones. Plasmó aquel algunas de tales intimidades en su libro Secretos confesables·, en 2014. Pero a propósito, por lealtad, calló los que no quiso dar a la publicidad, porque de haberlo hecho, el mito podría haberse caído de su pedestal.

Julio Iglesias había sido elegido para representar a Televisión Española en el Festival de Eurovisión con "Gwendolyne", una balada romántica escrita por él mismo que le inspiró uno de sus ligues, cuando vivió una temporada en Londres. Por entonces, comienzos de 1970, su representante era Enrique Herreros, genio de las relaciones públicas y la publicidad, que acabó rescindiendo su contrato con el cantante, al que no veía posibilidades de triunfar. Error que siempre lamentaría. Y cedió ese puesto a quien entonces era ayudante suyo, el joven Alfredo Fraile, por otra parte como hemos apuntado buen amigo de Julio. Se llevaban sólo cinco meses, menor este último. Y cuando Herreros despidió a Alfredo, de la noche a la mañana éste se convirtió en su "mánager", en 1973.

Julio Iglesias pidió cierto día a Alfredo lo siguiente: "Necesito una boda urgente y secreta". Y lo complació con su habilidad de siempre, sabedor de que la novia, Isabel Preysler, se casaba embarazada de casi tres meses y había que celebrar con urgencia el enlace, para adelantarse a las más que posibles habladurías. Urgente fue la boda, pero no secreta. Y Fraile compartió otros momentos familiares con Julio Iglesias, como los sucesivos nacimientos de los hijos del cantante: tras Chabely, Julio José y Enrique. Era Alfredo quien nos hacía partícipe a los periodistas de esas y otras noticias relacionadas con el ídolo que estaba por venir. Hasta que el autor de "La vida sigue igual" no se consagró en la segunda mitad de los 70, Alfredo Fraile compartió con él viajes interminables por países hispanoamericanos subidos en un infame microbús, algunas veces con la compañía de Isabel Preysler, entre polvorientas carreteras para luego actuar en locales cutres con escasa concurrencia. En Quid, un club mexicano, siendo Julio aún un perfecto desconocido, acudió varias noches seguidas cierta señora que no cejaba de insultar al cantante, llamándolo pendejo, hijo de puta y otras lindezas. Resultó ser Norma Gaona, quien desde su divorcio con el torero Paco Camino, odiaba a todo español que se cruzaba en su camino, estúpida manera de consolarse tras su fracaso matrimonial.

En Panamá, cuando Julio y Alfredo viajaron en compañía de sus mujeres, el cantante debía actuar en un cabaré, que resultó ser un puticlub poco refinado. Contaba Alfredo que afortunadamente su esposa e Isabel Preysler se habían quedado en el hotel. El anecdotario de todo el tiempo que duró el compromiso profesional entre los dos amigos nos lleva, por ejemplo, a recordar cuando en aquellos años de giras poco productivas, se repartían las menguadas ganancias, tras pagar a los músicos: doce mil pesetas entre los dos. En Miami, a poco los corren a los dos a palos, porque a Julio se le ocurrió anunciar que se iba al día siguiente a actuar a La Habana… cuando se encontraba ante un público de exiliados cubanos. Llegaron a increparle: "¡Comunista, castrista, hijo de puta!". En 1974 se vieron obligados en Nicaragua a acudir a la residencia del Presidente Somoza, que los invitó, del que escucharon esta confidencia del dictador: "Estoy enamorado de Rocío Dúrcal, y duermo con una foto suya en la mesilla de noche junto a otra del generalísimo Franco".

Episodios eróticos de Julio Iglesias que Alfredo Fraile conoció "in situ" darían también para muchas páginas. Fue en Guatemala dispuesto el cantante a meterse en la cama de la habitación de su hotel cuando dio un respingo: arrebujada bajo las sábanas se encontraba una mujer, que resultó ser una viuda negra, En 1978 el artista se instaló en Miami, centro de sus operaciones para viajar con mejores opciones por todo el continente americano. Y por aquella mansión de Indian Creek desfilaron un montón de hermosas mujeres, pues el divo aseguraba que no podía pasar una velada nocturna sin tener una joven a su lado… o dos o tres. Y si no había conquistado horas antes a alguna pedía a través de Toncho Navas, una especie de mayordomo-secretario, que desde una agencia de modelos le enviaran a la más atractiva. Por supuesto que Alfredo Fraile estaba al corriente de ello. Aquel grueso cuaderno donde Julio anotaba los números de teléfono de sus amantes (que no eran tres mil como fanfarroneaba) acabó finalmente en manos de Alfredo Fraile, que lo ha conservado hasta su final. Otras aventuras sentimentales también apuntó en sus memorias ocurridas en las temporadas que vivieron en Los Ángeles. Allí donde, por otra parte, Julio pudo relacionarse con su ídolo de juventud, Frank Sinatra, amén de otras celebridades del cine y la música. En México, país que frecuentaron tanto, una señora le ofreció a Alfredo Fraile un cheque por valor de veinticinco mil dólares si le permitía entrar en el dormitorio de Julio para acostarse con él, evidentemente. Se había quedado viuda hacía seis años y nuestro compatriota ocupaba constantemente su pensamiento. Fraile se lo contó a Julio, que dormitaba. Enterado de la cuestión, dejó que entrara aquella señora. Alfredo se fue a dormir. A la mañana siguiente le preguntó a Julio qué tal había pasado la noche. Se sonrió, dijo que bien, y que había roto aquel talón bancario de la dama. Con sutil humor, Fraile le interpeló aduciendo su papel de representante: "¿Y qué hay del veinte por ciento que me correspondía?".

De aquellas aventuras extramaritales, que determinarían andando el tiempo el divorcio de Isabel Preysler, Fraile supo de su pasión por la argentina Graciela Alfano, modelo y Miss Panamericana 1972. Fue la última de sus amantes antes de romper con Isabel, que enterada de tantas infidelidades, nada más pisar tierra madrileña su marido, en el mismo aeropuerto de Barajas, le anunció que su matrimonio había terminado. Esa noche, Julio tuvo que llevarse sus maletas a casa de Alfredo Fraile y dormir allí. Atrás, quedaban cientos de líos que no comentamos, al ser ya pasto del pàsado, tantas veces reflejados en las revistas rosas. Con mujeres como Priscilla Presley (la viuda de Elvis), Giannina Facio, La Flaca, Sydne Rome, Vaitiaré…

Alfredo Fraile tuvo una actuación decisiva cerca de Julio cuando ETA secuestró al doctor Iglesias, en las Navidades de 1981. Viví aquel suceso, enviado especial de mi revista, durante dieciocho días. Éramos sólo media docena los informadores desplazados a Miami. Y Alfredo nos atendía a todos en la medida de lo posible facilitándonos la poca información que podía. En su despacho o en la propia casa familiar de sus encantadores padres.

Alfredo Fraile dejó de representar a Julio a finales de 1984. Se despidió así: "¡Ahí te quedas, no te aguanto!". Luego se dedicaría a llevar, no por mucho tiempo, los destinos musicales de Bertín Osborne. Y amén de otros negocios en Miami, supo asesorar a importantes personajes. A Adolfo Suárez le prestó una gran ayuda cuando fundó su fugaz partido CDS. Con Silvio Berlusconi estuvo en la implantación de Telecinco en España. Asimismo participó con Javier de la Rosa en la etapa de este financiero cuando representaba a los kuwaitíes de Kío. En esos años, mediados los 80 y los 90 tuvo relaciones con Hassan II, a través de don Juan Carlos que le pidió llevar un mensaje "para su primo". Trató a Arafat. Supo de los tejemanejes en los negocios de Mario Conde y los Albertos... Una vida llena intensa la vivida por Alfredo Fraile, rota inesperadamente.

Frente a esos importantes pasajes de su existencia no hay ninguno que supere lo que él más quiso: su familia. Tuvo siete hermanos, un clan muy unido que presidía el patriarca, Alfredo Fraile senior, uno de los más grandes operadores del cine español. Casado con María Eugenia, hija de dos magníficos actores, Luís Peña y Luchy Soto, padre de varios hijos que lo convirtieron tempranamente en abuelo. Un hombre bueno, responsable, con grandes amigos. Solía servirse de las redes sociales con habituales mensajes e imágenes, por lo común de su parentela. Hacía más de un mes que no los recibíamos, cosa que nos sorprendió. Llevaba ingresado ese tiempo víctima de la covid-19 que ha acabado traidoramente con su vida.

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