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'Cuento de Navidad' de Charles Dickens, a punto de cumplir 180 años

Apasionado en su literatura y también en la vida, mujeriego, Dickens pergeñó el más mítico cuento de Navidad existente.

Apasionado en su literatura y también en la vida, mujeriego, Dickens pergeñó el más mítico cuento de Navidad existente.
Charles Dickens. | Cordon Press

Así como el villancico "Noche de paz" es el más universal de todos, Cuento de Navidad ostenta parecida difusión en todo el mundo respecto a la literatura acerca de esta tradición cristiana. A christmas Carol lo escribió el británico Charles Dickens y se publicó por vez primera hace ya casi ochenta años, el 19 de diciembre de 1843. Podría decirse que era un relato infantil, mas por su trascendencia no ha de incluirse sólo para ser leído por la gente menuda. Su argumento es harto conocido, y su lectura no deja de producir ternura y buenos sentimientos en general cuando muchos lo volvemos a recordar. Releyéndolo nos lleva a condenar la avaricia de su protagonista, míster Scrooge, que cambia radicalmente de actitud cuando en Nochebuena recibe en su casa a unos fantasmas, lo que le supone abjurar de su acostumbrado egoísmo.

Prendió en los corazones de millones de lectores aquel Cuento de Navidad, como se conoce en español. Su primera edición conmovió a los ingleses. En plena época victoriana era costumbre muy acentuada en la anglicana Gran Bretaña que llegados estos días de Pascua las familias se reunieran, confraternizando. Una tradición que, por supuesto, se extendió a otros países. Y aunque Jesús de Nazaret no vino al mundo en la noche del 24 de diciembre como se cree, e historiadores han demostrado que fue en primavera, la Navidad, para el orbe católico fundamentalmente, no tiene en cuenta ese rigor en el calendario. Lejanísimas eran aquellas otras fiestas paganas que celebraban la llegada del invierno. Al calor de la lumbre en muchísimos hogares es cuando uno hace memoria y, entrañablemente, nos vienen de antaño imágenes de la Nochebuena, el cántico de ingenuos y alegres villancicos… y el Cuento de Navidad, con el que Charles Dickens quedó en los anales de la literatura popular.

Si tal escrito contenía una lección de humanidad, con un final feliz, la vida de su autor transcurrió por conductos mucho menos risueños. Por culpa sobre todo de un padre de existencia disoluta. Charles Dickens vino al mundo en 1812 en un suburbio de la localidad británica de Portsmouth, en un hogar de clase media, en donde aquel progenitor llevó a la ruína a los suyos por sus vicios, derrochando el poco capital que tenía ahorrado la familia, para acabar en la cárcel, acusado de apropiarse de dinero ajeno por su oficio de tesorero del Almirantazgo. No obstante, aquel John Dickens tenía una costumbre saludable: la de leer a sus seis hijos historias de todo tipo, que al pequeño Charles fascinaban, punto de arranque cuando transcurrieron veinte años y se convirtió en escritor. No sin antes haber pasado duros momentos en su adolescencia y juventud: el trance de visitar a su padre en la prisión donde estaba por culpa de sus deudas y robo. Y allí le daba unos pocos chelines, parte de lo que ganaba en una fábrica de betún, pegando etiquetas en los botes.

El señor Dickens senior cumplió la condena, heredó un dinero y con él pudo darle estudios al pequeño Charles quien, adolescente aún, fue conociendo con mucho interés la dramaturgia de William Shakespeare. Conforme alcanzaba su primera juventud se ayudaba económicamente como recadero de un bufete de abogados. Ya alcanzada su mayoría de edad entró de redactor parlamentario en el diario The Sun. Y con la mundología aprendida como aprendiz de varios oficios y estudiante, comenzó su etapa de novelista, cuyos argumentos giraban en torno a la Revolución Industrial pero desde el lado de los sacrificios de los obreros, la miseria de los barrios menos favorecidos de Londres, la sordidez, la infancia desgraciada de tantos niños nacidos en hogares empobrecidos, las desigualdades sociales, las vidas infortunadas de prostitutas en los bajos fondos… Muchos de sus relatos se publicaban en folletones por entregas en los periódicos, que era una moda en otros países durante el siglo XIX, y prosiguió a comienzos del XX.

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Cuento de Navidad de Dickens | Gtres

Charles Dickens cultivó el costumbrismo. Tenía sólo veinticuatro años cuando también por entregas dio a la imprenta Los Papeles del Club Pickwick, que lo encumbró como literato. Y en esos folletines apareció el personaje de Oliver Twist, en 1937, que aumentó todavía más la notoriedad del escritor. Cada una de sus novelas, escritas con ingenio; historias adobadas de intrigas, que acentuaban el interés de los lectores. Planteaba problemas de injusticias para que pudieran sentirse como si fueran jueces ante comportamientos indignos de sus protagonistas. En el fondo, lo que hacía Charles era ofrecer retratos dr esa sociedad en la que vivía, situado imaginariamente desde un faro del que parecía ser vigía; o un juez implacable ante los abusos de los poderosos. Periodista, al fín, que contaba aquello que veía, o escuchaba en su deambular por las calles, cercano siempre a las gentes, en particular las desvalidas.

No nos es posible por razones de espacio continuar nuestros comentarios sobre el resto de su bibliografía, donde se encuentran joyas literarias como La pequeña Dorrit, llevada muchas veces a la escena. O las aventuras de David Copperfield, que a sus treinta y ocho años, le supuso a su creador un buen dinero por las elevadas ventas de la novela. Y hasta viajando por los Estados Unidos puso en jaque a buena parte de la sociedad pensante norteamericana cuando censuró sin dobleces que allí se mantuviera la esclavitud, en Notas americanas. Fue defensor también de los derechos de autor de quienes se ganaban la vida escribiendo y publicando reportajes y libros. Fundó, por cierto, el Daily News, periódico de gran impacto en Gran Bretaña.

Apasionado en su literatura y también en la vida, mujeriego, se casó con la hija del dueño del diario The Morning Chronicle, Catherine Thompson, madre de una decena de hijos. No obstante esa familia numerosa, Charles Dickens, que llevaba una vida muy activa que no compaginaba mucho con el hogar, rompió con su mujer y luego se amancebó con una actriz mucho más joven, Ellen Ternan. En 1870 el gran escritor, cuya obra se expandió por muchísimos países, falleció, a consecuencia de un derrame cerebral, siendo enterrado en el denominado Rincón de los Poetas, en la abadía de Westminster. Desde entonces, su nombre no ha dejado de honrarse, sobre todo, como es natural, en Gran Bretaña; sus libros se siguen reeditando: es un clásico. Y, tal como iniciamos el presente texto, en estas fechas, siempre lo recordamos por su espléndido Cuento de Navidad.

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