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Los 30 años de Leo Harlem con Nuria, su discreta pareja

El actor y cómico Leo Harlem lleva 30 años de discreta relación con su pareja, Nuria.

El actor y cómico Leo Harlem lleva 30 años de discreta relación con su pareja, Nuria.
Leo Harlem | Alex Zea

Los monólogos cómicos en televisión llevan unos cuantos años en auge. Desde los tiempos de Miguel Gila, allá por la década de los 50 en adelante, no se conocían tantos colegas suyos como en la actualidad. Naturalmente sólo destacan unos pocos y, entre ellos, Leo Harlem que, ya de entrada, con ese apelativo, pareciera que nos remite al peligroso barrio negro de Nueva York. Pero, no. Es leonés, recriado en Valladolid. Castellano puro. De panadero y dueño de un bar se ha convertido en un popular monologuista, y ha estrenado su primera película de protagonista. Tiene sesenta años y lleva la mitad de su vida unido a una compañera de sus tiempos universitarios, llamada Nuria. Nada más sabemos de ella ni sobre la pareja, que reside en Madrid. No están casados, no tienen descendencia, es difícil encontrar alguna imagen en la que se les vea juntos y desde luego él, educadamente, no da pistas sobre su intimidad sentimental a ningún plumifero que se le acerca. Cortés siempre, bienhumorado como no podía ser de otra forma, ha pasado por interesantes vicisitudes en su vida.

Antes que nada, por si algún lector desconoce su biografía artística, digamos que hace veinte años debutó en El Club de la Comedia, semillero de tantos llamados ahora monologuistas. José Mota lo incluyó en algunos de sus "scketchs". Ha aparecido en varios "spots" publicitarios. Y en muchos espacios en televisión dedicados al humor. En YouTube pueden encontrar bastantes vídeos suyos. Y se ha estrenado su primera película como protagonista (antes había participado en una docena pero con breves cometidos), Como Dios manda. Se rodó entre Málaga y Sevilla, realizada por la novel Paz Jiménez, producida por dos mujeres asimismo y con una directora también encargada de la fotografía. Y la historia que se cuenta tiene que ver con el feminismo tratado desde una óptica humorística. La de un funcionario de Hacienda, Andrés Cuadrado, con ramalazos machistas, bastante conservador, que de la noche a la mañana es trasladado nada menos que al controvertido Ministerio de Igualdad (ése mismo que Feijóo sueña con borrar de un plumazo). Y allí, tal personaje encarnado estupendamente por Leo Harlem, choca con su jefa, que viene a ser una seguidora de Irene Montero. No les cuento el final, como es de rigor. Pero sí porque este actor se hace llamar Leo Harlem.

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Leo Harlem | Archivo

Se llama Leonardo (de ahí lo del apócope) González Feliz. Su segundo apellido corresponde a su habitual estado anímico, o lo disimula muy bien. Nació en un pequeño pueblo de bonito nombre, Matarrosa del Sil, en la cuenca minera del Bierzo. Desde donde, con pocos años, se trasladó son su familia a Valladolid. Allí, desde los 16 a los 28 años trabajó de panadero. Y en el último tramo de ese periodo trató de cursar estudios, primero de Arquitectura, luego de Derecho, pero apenas si concluyó el primer curso de ambas disciplinas universitarias. Es en tal periodo, donde fue condiscípulo de Nuria, su compañera sentimental.

Lo de que se ganó el pan con sus fatigas, es chiste viejo, pero así queda consignado en su trayectoria laboral. Y después fue camarero, en un bar de su propiedad llamado "Harlem", apelativo que tomaría después, tras el tiempo que trabajó detrás de una barra, desde los 28 a los 40 años. Solía, terminada su jornada, irse a otro bar, donde relajado, se dedicaba a contar chistes y ocurrencias, que con el tiempo dieron paso a su faceta de monologuista, con textos de su propia cosecha. Unos parroquianos, con sus teléfonos móviles, captaron algunas de sus muchas veces improvisadas actuaciones. Y enviaron una copia a un concurso convocado por la cadena televisiva del programa El Club de la Comedia. Y allí es donde, a partir de 2002, fue discurriendo poco a poco el devenir profesional como cómico de este leonés, cuya cualidad de inmediato al conocerlo es su extraordinaria bonhomía. Suele llevar sus blancos cabellos bien peinados y usa habitualmente gafas.

Como es de trato fácil y siempre alude a sus orígenes modestos de una zona rural, sus paisanos del Bierzo que residen en Madrid le dieron un homenaje otorgándole el premio "Lambrión Chupacandiles", que parece un personaje literario alumbrado en su día por Camilo José Cela. Pero, no. Resulta que esos periodistas que lo premiaron de esa guisa aludían a quien anuncia todos los años a golpe de campana la llegada de la Semana Santa de Ponferrada.

En tiempos críticos para infinidad de actores, Leo Harlem no puede quejarse. No le faltan contratos. Por término medio, cada "bolo" le suponen mil euros. Le gusta sobre todo, al acabar cada función, que ha conseguido hacer reír al público. En estas calendas, hartos en general de problemas y discursos vanos de los políticos, nos parece una buena medicina. Su más reciente película lo ha emparejado en las carteleras con Santiago Segura, en otra secuela cinematográfica en la que aparece la hija de este último junto a unos cuantos críos. Con la publicidad que le ha hecho el creador de Torrente en televisión, ya es suficiente para que no les cite nada más. Menuda jeta tiene el director carabanchelero que, cada vez que estrena se coloca una camiseta con el título de su nueva película. Mientras se lo consientan, hace bien en seguir con ese método publicitario que ningún otro cineasta ha utilizado jamás.

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