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Cuando Massimo Stechini conoció a Marisol con tan solo tres años

El último hombre en la vida de la artista falleció el pasado domingo tras sufrir un infarto de miocardio.

El último hombre en la vida de la artista falleció el pasado domingo tras sufrir un infarto de miocardio.
Massimo Stechini y Pepa Flores por las calles de Málaga | Gtres

Llevaba Pepa Flores treinta y cinco años muy feliz con Massimo Stechini, su compañero sentimental, fallecido este domingo 3 de septiembre de un infarto de miocardio. Nunca había permanecido tanto tiempo sin problemas sentimentales y nunca pasó tanto tiempo con un hombre que le aportara la estabilidad que ambicionaba. No disfrutó de la misma situación ni con su marido. Carlos Goyanes desde su boda en 1969 hasta el divorcio en 1975. Ni tampoco con Antonio Gades, aunque ella lo intentó con todas sus fuerzas, desde que en ceremonia civil en La Habana en 1982 se unieron hasta que él rompió ese lazo en 1986. Fue entonces, tras un pasado de luces como estrella pero de muchas sombras en su vida íntima, cuando se trasladó para siempre a su Málaga natal, abandonando su carrera artística, harta de ser Marisol, manipulada, y sin sentirse nunca libre. Y entonces es cuando de verdad se sintió más que nunca Pepa Flores.

Cierto día encontró al hombre de su vida, el italiano Massimo Stechini, doce años menor que ella, que había abandonado sus estudios de Medicina, dedicándose al negocio que emprendió su padre, una de las primeras pizzerías que abrieron sus puertas en Málaga. Este italiano, alto, que con los años dejó crecer su bigote y barbas cenicientas, medio calvo, atendía tal negocio con el nombre de Trastévere, como el típico barrio romano que recuerda el otro lado del río Tíber. Massimo resultó ser la persona que necesitaba Pepa Flores para rehacer su vida tras los dos fracasos amorosos mencionados.

Lo que pocos conocían de esta pareja es que ambos se habían visto ya hace tiempo, pero en qué circunstancias. Fue en 1962 cuando Massimo, que tenía entonces apenas tres años, se hizo una fotografía con Marisol, en el comienzo de su fulgurante popularidad. Las circunstancias nos son desconocidas: tal vez el padre del niño se acercó en algún estreno de la estrella malagueña y le pidió ese favor de que posara junto a Massimo. Ninguno de los dos protagonistas de aquella imagen podía imaginar lo que el porvenir les tenía preparados.

A partir de 1987 Pepa y Massimo comenzaron una relación, cristalizada un año después cuando se fueron a vivir a una casa a las afueras de Málaga, finca situada cerca de un paraje llamado Moclinejo, donde pudieron disfrutar de la paz campestre y de un huerto donde ella sembró frutas y hortalizas; amén de disponer de gallinas y otros animales. Era lo que más deseaba ella, cansada de tantos años viviendo en el piso de los Goyanes. Massimo, con mucho tacto y sobre todo amor, le hizo olvidar a Pepa aquel tiempo desdichado. Él demostró ser siempre muy trabajador y además de gestionar la pizzería paterna se hizo con otro negocio de venta de muebles de oficina. Le gustaba montar en moto, tuvo una "Vespa", adquirió otra más potente y con ambas llevaba detrás a quien siempre consideró su mujer, su gran amor. Podían haber presumido de un coche de alta gama, lo que no cabía en los pensamientos de ambos, quienes vivían sin lujo, aunque desde luego sin problemas económicos. Con sencillez.

Se han contado muchas veces las ofertas que Pepa Flores recibía para volver al cine y a la canción. Desechó talones en blanco. Por ejemplo, trece millones de pesetas con los que la tentó "Interviú" si se decidía a contar sus memorias. Millones que podrían haberla convertido en una mujer rica, pues cuanto ganó con sus películas fue bien poco en comparación con lo que otros se embolsaron a su costa. Pero ella siempre se negó a tales pretensiones. No pudo evitar que los reporteros de vez en cuando le solicitaran entrevistas. Y tampoco accedió. Sí hemos de anotar que en general todos sus paisanos se comportaron de maravilla con ella cuando coincidían en la calle o en algún establecimiento. Trataron siempre de respetarla y no incordiarla de manera alguna. Toda una lección de convivencia.

Pero es que también Massimo se portó como un caballero, sin acceder a contar intimidades de la pareja. Y cuando lo acosaban los periodistas nunca dio señales ante ellos de mala educación, aceptando ser portavoz de Pepa Flores en una ocasión concreta, cuando fue homenajeada por la Academia del Cine Español, con un Goya que recogieron sus hijas, pretextando la ausencia de la estrella.

Massimo Stecchini ha fallecido a la edad de sesenta y tres años (el próximo día 20 hubiera celebrado los sesenta y cuatro). Pepa Flores tiene setenta y cinco. Y ahora llora amargamente porque se ha quedado "viuda", aunque no estuviera casada, y le espera una inesperada soledad tras el adiós de un hombre bueno que la hizo feliz a lo largo de treinta y cinco años.

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