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Manuel Díaz 'el Cordobés' se retira de los toros y su padre le corta la coleta

Esta domingo 15 de octubre, en el coso de la Alameda de Jaén, se vivirán momentos de gran emoción.

Esta domingo 15 de octubre, en el coso de la Alameda de Jaén, se vivirán momentos de gran emoción.
El Cordobés padre e hijo | Instagram

Esta tarde, en el coso de la Alameda de Jaén, se vivirán momentos de gran emoción: Manuel Díaz "El Cordobés" se retira del toreo y su padre, Manuel Benítez "El Cordobés", le cortará la coleta, como éste le prometió hace unos meses.

Para llegar a este momento único, hoy domingo, 15 de octubre de 2023, ha transcurrido mucho tiempo. Fue el pasado febrero cuando se supo que padre e hijo acordaban verse, olvidando el triste pasado: cuando "El Cordobés" senior se negó siempre a reconocer como hijo suyo a "El Cordobés" junior.

Condensando la historia, al ser harto sabida: Manuel Díaz González nació a las seis de la mañana del 30 de junio de 1968 en Madrid, Hospital Universitario Santa Cristina. Y no en Arganda del Rey como figura en la casi totalidad de las biografías del torero. Y ese dato proviene de boca del propio interesado. Conviene siempre el rigor. Vino al mundo fruto de la relación que mantuvo Manuel Benítez con Maria Dolores Díaz González. Al ser hijo nacido fuera del matrimonio y no reconocido por el padre hubo de ser inscrito en el Registro Civil con los apellidos maternales. Lo que no sabemos a día de hoy es si él, al ser ya declarado hijo biológico de Benítez, ha realizado los trámites oportunos ante el Ministerio de Justicia (o la dependencia que corresponda en su lugar) para que en su carné de identidad figure como Manuel Benítez Díaz.

En los carteles taurinos seguirá anunciándose esta su última tarde en Jaén como siempre. Le queda en adelante una vida, si no alejada totalmente del orbe taurino, un futuro relacionado con los negocios en los que ha invertido buena parte de su importante patrimonio. Y entonces, cuando haya de firmar cualquier tipo de documentos, ya no será el torero de tantos carteles, sino un empresario llamado, como quedó dicho, Manuel Benítez Díaz. Para el anecdotario biográfico, sépase que cuando se vistió por vez primera con traje de luces, fue anunciado simplemente como Manolo, el 15 de agosto de 1983, en Abenojar, hace cuarenta años. El 27 de septiembre de 1984, como tal Manolo, figuraba en la novillada de Pozoblanco. La víspera, Manolo acudió a la plaza, ocupó un sitio en el callejón y "Paquirri" le brindó el último toro que mataría en su vida. El siguiente, "Avispado, lo hirió mortalmente. Es un amargo recuerdo que Manuel Díaz "El Cordobés" jamás ha podido olvidar. Hace lo posible por no hablar con nadie de aquella tarde funesta.

Ha tenido bastantes percances: el último, el pasado 12 de agosto en la feria de Huesca. Pronóstico grave. Pero, ya es un tópico: los toreros parecen de otros mundos. Un mes después ya estaba otra vez dispuesto a jugarse la vida. Como hará en el festejo de su despedida. Porque este "Cordobés" ha basado siempre su toreo en arriesgar al máximo ante los toros. ¿Recuerdan el "salto de la rana" que practicaba Benítez, su padre? Pues su hijo lo ha repetido prácticamente cada tarde, al menos en uno de sus enemigos. Almorzando un día en un pueblo extremeño con él, me decía: "Soy consciente de que mi forma de torear no es clásica. Vamos, que no soy un torero de arte. Entonces, ¿qué debo hacer para que me contraten y guste al público? Algo que no hagan los demás. Y doy el salto ése, como hacía mi padre".

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Y así, con ese estilo encimista, sus desplantes, pisando el terreno del toro, Manuel Díaz "El Cordobés" ha llegado a ser una figura. Discutida, sí, por los aficionados ortodoxos. Pero figura, lo quieran o no. Y a costa de su sangre, millonario, cuando se han cumplido treinta años de su alternativa en la Maestranza sevillana, con Curro Romero de padrino y Espartaco testigo. Tiene una finca espléndida, "Cerro Negro". Y varios pisos. Lo ha conseguido todo gracias a su profesión.

¿Los genes tuvieron algo que ver para dedicarse al toreo? Todavía siendo muy niño, a las puertas de la adolescencia, su abuela materna y su madre le dijeron, mostrándole una fotografía: "¡Ése es tu padre!" Y su padre era, obviamente, Manuel Benítez "El Cordobés", el más popular matador de toros desde mediada la década de los 60 hasta mucho tiempo después. María Dolores, su madre, pasaba apuros para sacar adelante la casa. Tuvo cinco hijos más, de varias parejas. Y cuando Manuel iba haciéndose mayor, sin pensar para nada en la genética, se dijo que para sacar a los suyos de la miseria el único camino eran los toros.

Se fue a vivir a Córdoba. Fue lavacoches en una gasolinera. Pero cuando podía se acercaba en los bares y tabernas donde sabía que abundaban banderilleros y gentes relacionados con la fiesta brava. Algunos de ellos le fueron ayudando, incluso llevándolo a algunas capeas. Hubo un jeta apodado "El Brujo" que lo embaucó de mala manera: "Manolo, te vienes conmigo a Madrid, que hay un festival donde toreará tu padre. ¿Serías capaz de tirarte de espontáneo?" Y Manolo no se lo pensó dos meses. Con un abrigo y dentro de él una vieja muleta apareció en la Monumental de las Ventas. "El Brujo" le prometió que si todo le saliera bien había alguien que le pondría en la mano un millón de pesetas, proporcionándole unas cuantas novilladas sin caballos.

Aquella tarde se anunciaba efectivamente en Las Ventas un festejo a beneficio de los damnificados del Nevado del Ruiz, en abril de 1986. Y Manuel se lanzó al ruedo. Benítez se fijó en él: sabía quién era. Manuel acabó en comisaria, en un calabozo, luego lo multaron. No sería esa su única dura experiencia. Lo engañaron otras veces, como la relatada, pues del millón de pesetas y las novilladas ofrecidas, "rien de rien", que dicen los franceses. Uno de sus primeros apoderados se quedó con el resto de las mil pesetas que Manuel tenía como único parné cuando pagó unas consumiciones con él en un bar. Su carrera sería muy dura, incluso en tiempos más recientes donde había plazas donde no lo querían. Por ejemplo, la de Las Ventas.

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Y sacrificándose, ya siendo conocido, se casó con la hija de un próspero ganadero y empresario, Vicky Martín Berrocal. Era 1997. Duraron juntos hasta 2002, tras tener una hija, Alba, que tiene ahora veintitrés años. Tal vez le faltó experiencia a la pareja; quizás él no supo combinar las exigencias de su profesión con las obligaciones del matrimonio y la paternidad. Aunque quedaron buenos amigos, y Manuel pendiente siempre de los pasos de Alba, que es modelo. El fracaso no arredró a Manuel, quien echaba de menos tener una familia. Encontró a la mujer con la que soñaba, toreando en la feria taurina de Valencia (Venezuela), de nombre Virginia Troconis. Guapa, sensible. Estaba ese día en la plaza. Y pronto se ennoviaron, casándose el 6 de febrero de 2004, allí, en la ciudad donde les nació el amor. Dos hijos, Manuel, nacido ese mismo año, y Triana, en 2007. Son la alegría del hogar que crearon en Sevilla.

Y en todo ese tiempo, desde que Manuel supiera que su padre era "el más famoso de los toreros", no paró de decirlo en cuantas entrevistas, cientos y cientos, le hacían. Yo mismo, en la primera biografía que se publicó de él con mi firma en la revista "Diez Minutos", conté esa comprensible obsesión del torero por dar un abrazo a su progenitor y sin albergar deseo alguno de ser algún lejano día partícipe de la cuantiosa fortuna de Manuel Benítez.

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Llegó febrero de este año. Y Manuel Díaz pudo contar en una emotiva rueda de prensa que, por fin, Manuel Benítez se avenía a reconocerlo como hijo biológico. Había un antecedente que sin duda influyó en el ánimo de "El Cordobés" padre. Y es que en mayo de 2016 la Audiencia Provincial de Córdoba dictó sentencia por la que se reconocía como hijo de Benítez al demandante. Transcurrieron, desde luego, siete larguísimos años para "El Cordobés" junior. Pero, como le dijo su padre cuando se dieron un prolongado abrazo entre lágrimas: "¡Hijo, todo llega, ya estamos aquí…"! Y desde entonces ya fueron muchas veces las de sus reencuentros, después del primero en la bodega de una de las fincas de Benítez, que en este tiempo reciente ya llevaba separado unos años de su esposa, Martina Fraysse. Se especuló mucho si había sido éste la primera en obstaculizar ese reconocimiento paterno. Lo que sí sabemos es que la nueva pareja de Benítez, María de los Ángeles Quesada, influyó mucho cerca del padre para que cediera. Al principio, padre e hijo establecieron diálogos telefónicos. Hasta esa fecha de la cita en la bodega, en presencia de las dos mujeres de ambos. Posteriormente los hijos de Manuel Díaz pudieron conocer a su hasta entonces misterioso abuelo.

Manuel Benítez cuenta ochenta y siete años. Manuel Díaz, cincuenta y cuatro. Locos el uno por el otro. Dice este último: "No me acostumbro a llamarlo papá, ni padre, de momento me dirijo a él llamándolo maestro, que es algo habitual entre toreros más jóvenes al hablar con los veteranos. Es un ser maravilloso. El hombre al que más admiro. Cuando estuve ante él iba temblando. Gracias a Virginia, pude superar la emoción que sentía en aquellos momentos. Nos vimos luego en un acto público en Córdoba, con la presencia del Presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno y muchos asistentes, entre toreros y periodistas. Se homenajeaba ese día a él, pues hacía veinte años que le habían otorgado el título del V Califa". Delante de un montón de invitados, padre e hijo no dejaban de abrazarse y hasta Manuel hijo se arrodilló ante Benítez padre. Se pidieron perdón mutuamente. Díaz: "Por si he hecho algunas cosas mal sobre ti…". Y Benítez: "No, no, perdóname tú a mí". En la primera cita a Manuel Díaz le dio un "yuyo" al llegar a casa, con fiebre, por tanta tensión acumulada.

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Resumiendo el drama de tantos años, Manuel Díaz, humilde, reconoce esto: "Cuanto he sufrido me ha ayudado en mi lucha, a aprender ser mejor cada día, a no tener rencor a nada, a aceptar cuanto me ha pasado en la vida". Como padre, Díaz afirma que es blandísimo con sus hijos. Por lo visto les consiente mucho, tanto como los quiere.

No creemos que Virginia, su mujer, y sus hijos, estén presentes esta tarde en la plaza de Jaén. Puede que sí vaya alguno de sus hermanos, los habidos en el matrimonio de Benítez con Martina. Será una corrida plena de interés y emoción cuando el padre le corte la coleta al hijo. Es un rito que suele repetirse cuando un torero deja los ruedos para siempre y alguien, de la familia, de su cuadrilla, le quita el adminículo que el diestro se coloca en la parte posterior de la cabeza, la nuca. Antiguamente los espadas llevaban la coleta del mismo cabello, que dejaban crecer por temporadas. Cuando su apoderado le propuso el coso jiennense para su despedida, a Manuel le pareció de perlas: "Es la tierra de mi madre, que nació en el pueblo de Huelma".

Manuel Benítez Díaz (que así ya lo llamamos al final), tendrá que sobreponerse además del acontecimiento a la molestia que viene arrastrando desde que le implantaron dos prótesis en la cadera. A Virginia, su querida esposa, ya le ha dicho de antemano: "¡No sabes lo que voy a sentir cuando ya no tenga que ver cómo se abre esa puerta de las plazas…! La de los toriles, claro. ¡Suerte, maestro! ¡Te has ganado cuanto de aquí en adelante puedas gozar!

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