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Meryl Streep, Premio Princesa de Asturias, nunca ha olvidado a John Cazale, su primer marido

Meryl Streep está en España para recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes.

Meryl Streep está en España para recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes.
Meryl Streep, en 1979 | Cordon Press

Considerada una de las más grandes actrices cinematográficas, admirada, querida y conocida en el mundo, Meryl Streep recibirá el viernes 20 de octubre el premio Princesa de Asturias de las Artes. Sin duda, desde que llegue a la capital del Principado, tendrá el reconocimiento popular de cuantos en la calle, o a las puertas del hotel Reconquista, adviertan su presencia.

Los responsables de este acontecimiento anual han diseñado una serie de actos, previstos con la asistencia de la actriz norteamericana; encuentros con estudiantes, uno de ellos. Y otro consistente en un diálogo, ante público invitado en un recinto, que mantendrán Meryl Streep con Antonio Banderas. Se conocen y mantienen una buena amistad desarrollada tiempo atrás en Hollywood. Además de esos homenajes a la estrella, se ha instalado ya un enorme zapato rojo decorativo, recreación de la película "El diablo viste de Prada", donde tomó parte la gran estrella.

Es de carácter amable. Cuenta en la actualidad setenta y cuatro años, cumplidos el pasado 22 de junio. Casada dos veces, madre de cuatro hijos que la han convertido en abuela, todavía con un agradable físico. En su biografía hay un capítulo íntimo, dolorosísimo, que nunca se ha borrado de su memoria: la muerte de su primer marido, quien fue un excelente actor, John Cazale.

De Meryl Streep se dice que posiblemente sea la actriz más importante del cine de las últimas cuatro décadas. Sus registros son variados. Puede que los espectadores la recuerden más por sus papeles dramáticos, lo que no excluye otros en personajes risueños de comedia. De una larga lista en su filmografía, les citamos estos inolvidables títulos para cualquier cinéfilo que se precie: Kramer contra Kramer (1979), La decisión de Sophie (1982) que le valieron respectivamente dos Óscar y en 2011 un tercero gracias a su interpretación en La dama de hierro, personificando a Margaret Thatcher, que fuera Primera Ministra del Gobierno británico.

Cine, teatro, televisión, medios que le son todos habituales, aunque sea la gran pantalla lo que la ha convertido en un símbolo para las más recientes generaciones de actrices. Decir Meryl Streep es hacerlo con un nombre que en seguida nos es cercano, familiar. Y para quiénes al escucharlo o leerlo no les diga nada, una fotografía, un plano de cualquiera de sus películas será suficiente para encontrarla próxima, conocida por millones de personas. Y eso, cualquiera convendrá que no se consigue de la noche a la mañana. Hay empatía con ella. Transmite emociones como en Los puentes de Madison, por poner un ejemplo, donde al final, apuesto a que hubo lágrimas en muchos de los que la contemplaron, tras despedirse de Clint Eastwood, el fotógrafo que encarnaba de una revista científica. Hubo química entre ambos. Quienes, enterados de los rumores que los emparejaban como amantes fuera del rodaje, negaron tajantemente que eso fuera cierto.

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Meryl Streep y John Cazale | Cordon Press

Meryl Streep quería ser cantante: acabó siguiendo unos cursos de Arte Dramático en la Universidad de Yale. En 1977 debutó en el cine con Julia, cuyo reparto la situó nada menos que con dos consagradas estrellas, Jane Fonda y Vanessa Redgrave. En cuanto a su vocación musical pudo demostrarla en Mamma mía y su secuela, en tiempos más recientes, adaptación de una comedia con canciones del grupo sueco Abba, como es sabido.

No vamos a detenernos por evidentes razones de espacio en su abultada filmografía, donde se cuentan muchos más triunfos que fracasos. Recordamos un par de títulos sobresalientes: Memorias de África, donde formó una romántica pareja con Robert Redford, y Se acabó el pastel, al lado de Jack Nicholson. Mas hay otra película para ella fundamental, desde el punto de vista íntimo, amoroso: El cazador, de 1978 pues, aunque allí su papel era breve, estaba John Cazale, un singular actor, dotado de una potente mirada ante la cámara, de aire taciturno, que apareció en El Padrino como Fredo Corleone. John y Meryl se conocían de tiempo atrás, cuando ella con veintisiete años y él cuarenta y uno interpretaron una comedia en un teatro de Broadway.

John Cazale gozaba de prestigio entre sus propios compañeros de Hollywood. Un actor tenido por meticuloso, que estudiaba a fondo los más mínimos detalles de sus personajes. No era guapo, más bien de físico insignificante, que parecía condenado a interpretar a menudo papeles de villano. Era algo más, desde luego. Lo que le perdía en su día a día era una dependencia del tabaco y el alcohol, vicios que terminaron por llevarlo a la tumba con tan sólo cuarenta y dos años, el 13 de marzo de 1978.

Antes de coincidir en El cazador, la última película de John Cazale, decidieron irse a vivir juntos al apartamento que él tenía en Nueva York., en el exclusivo barrio de Tribeca. Dos años más tarde a John le diagnosticaron cáncer de pulmón. Meryl no se separó de su gran amor hasta que cerró para siempre sus ojos. Claro que hasta ese final transcurrieron meses de angustia, entre la consciencia de que su enfermedad no tenía solución y que el tratamiento de la misma en un hospital le originó un problema económico. Como quiera que Cazale estuvo un tiempo sin trabajar, hospitalizado, sus ahorros se evaporaron. Al saberlo, su amigo y colega Robert de Niro pagó muchas facturas médicas. Meryl lo sustituyó en esa entrega desprendida, aceptando trabajar en la serie Holocausto, sin ganas de hacerlo, para con lo cobrado hacer frente a los cuantiosos gastos que originaban los cuidados hospitalarios de John. No obstante, Meryl recibió, como si fuera una recompensa, sin duda por su gran trabajo dramático, un "Emmy", el máximo galardón televisivo.

La soledad, el permanente recuerdo de John Cazale, la melancolía, forzaron de algún modo a Meryl Streep para encontrar otra pareja. La halló en alguien que conoció a través de un hermano ella. Meses más tarde del óbito de John contrajo segundas nupcias con el escultor, de acreditado prestigio, Don Gummer, su fiel compañero en estos últimos años. Padres de cuatro hijos que los han convertido en abuelos. Siendo muy feliz, con un matrimonio estable, no obstante Meryl no ha podido olvidar a John Cazale. Porque fue el hombre de su vida.

Los nuevos tiempos han servido a otras actrices jóvenes para ir sustituyendo a las glorias de ayer, mas Meryl Streep no ha sido ninguneada por los productores de Hollywood. Rueda menos películas pero en la actualidad son las grandes plataformas quienes dominan el cotarro visual, produciendo continuas series de televisión. Y ahí es donde Meryl tiene últimamente un lugar de categoría donde seguir impartiendo magisterio. Con el título de Sólo asesinatos en el edificio, en su tercera temporada de emisión, defiende el papel de una actriz fracasada. Parece una broma cuando hay millones de admiradores que la consideramos la mejor actriz del mundo. Desde el pasado mes de abril tuvo que permanecer como toda su profesión, entre guionistas y actores, totalmente inmovilizada laboralmente. Se mostró muy generosa, junto a otros compañeros en buena posición económica, destinando una sustanciosa cantidad de dólares para mitigar las consecuencias de muchos profesionales en paro, carentes de fondos para subsistir. No es la primera vez que la actriz demuestra su filantropía.

En vísperas de su viaje a España, rumbo a Oviedo, hemos de recordar que ya estuvo en 2008 en el Festival de Cine de San Sebastián, donde recogió el premio Donostia. Se lo entregó el actor Eduardo Noriega, quien presente ante tal personalidad, en un rasgo entre humilde y teatral, se postró de rodillas ante Meryl Streep, visiblemente emocionada.

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