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Las tensiones que rompieron Locomía, el icónico grupo musical gay español

Se estrena la película de Locomía, un grupo de enorme éxito que hizo una notable contribución a la cultura popular.

Se estrena la película de Locomía, un grupo de enorme éxito que hizo una notable contribución a la cultura popular.
Locomía | Archivo

Se estrena estos días el largometraje Disco, Ibiza, Locomía, historia sobre un grupo musical transgresor, de tendencia gay, que con un ropaje espectacular triunfó a finales de la pasada década de los 80 y principio de los 90, no sólo en España, también en Hispanoamérica. Y cuando estaban en la cima, varios incidentes de tipo económico, sexual y personal entre sus componentes, venganzas y traiciones, fueron disolviéndose, hasta que esos cambios dieron al traste con el conjunto, tras por otro lado fallecer tres de sus miembros. El título de la película deja claro que la isla ibicenca fue el escenario donde Locomía comenzó su singladura artística, cuando empezaba a estar de moda gozando de una libertad de costumbres no conocidas en la península.

El líder de ese cuarteto era Xavier Font, que se radicó allí tras fingir una enfermedad con la que se libró de la mili. Montó un pequeño negocio con otros compañeros, local que comprendía ropa, bisutería y hasta salón de peluquería, por donde pasó un día el mismísimo Freddy Mercury, que les compró una chaqueta por la que le pidieron ¡dos mil dólares! El tal Xavier y sus amigos gays tenían otras apetencias artísticas y por la noche hasta altas horas de la madrugada actuaban en la discoteca de moda, Ku. Consistía su "show" únicamente en bailar al compás de una música machacona. Lo que llamaba la atención de la clientela era la forma en la que salían al escenario: prendas barrocas con elevadas hombreras, zapatos de punta y manejo de unos grandes abanicos. Como se diría ahora, "sentaron tendencia". Esas ropas las diseñaban ellos mismos en un taller que mantenían.

No había otra significación de Locomía, pues cuando la fundaron, en 1984, ni sabían cantar ni lo pretendían: sólo estaban facultados para el baile. Por cierto, el nombre del cuarteto fue cosa de uno de ellos, el holandés Gard, quien enamorado de Xavier Font le dijo un día, chapurreando el español, que estaba loco por él, "eres loco mía", le confesó. Lo que aprovechó el citado líder para bautizar a su grupo. Que por cierto se ha escrito también como Loco Mía, términos por separado. Cuatro años más tarde acertó pasar una noche por la discoteca Ku un productor discográfico, José Luis Gil, que se había formado desde un puesto de aprendiz en la multinacional CBS, bajo la sombra del muy influyente director general Tomás Muñoz. Independizóse el mentado, tuvo mucho que ver con los lanzamientos de Miguel Bosé, Raffaella Carrá, José Luis Perales, a quienes llegó a representar con acierto. Y luego, ya como productor desligado de la firma Hispavox, fue cuando descubrió a Locomía.

Les propuso un contrato. Con una cláusula importante: sabiendo que eran homosexuales les prohibió que se confesaran como tales en entrevistas y actuaciones. Tuvieron que disimular… lo que parecía difícil al verlos. Desde 1989 hasta 1992 Gil fue el artífice de la permanencia del grupo, en calidad de representante. Mantuvo la forma de vestir de sus integrantes, un poco a imitación de los disfraces del carnaval veneciano. Pero lo importante fue que les conminó a cantar. Eligieron letras de canciones, música de la tendencia en boga en Inglaterra: electro-pop, dance-music, glam… Un productor avezado se ocupó de grabarles tres álbumes en ese espacio de tiempo mencionado. Y el propio José Luis Gil, que nunca fue cantante, puso voz solista a algunas de las canciones, escritas incluso por él: "Loco mía", "Ramba, samba, mambo" y "Taiyo". En emisoras de radio y discotecas, esos temas se hicieron pronto muy conocidos.

Desde entonces Gil logró que Locomía fuera una novedad musical en toda España y en Hispanoamérica. Se plantearon triunfar también en Estados Unidos, fueron a Miami, a Nueva York asimismo. Y cuando ya habían transcurrido tres años, en plena popularidad, y ganando mucho dinero, Xavier Font y sus compañeros se plantaron ante Gil diciéndole que no regresarían a España pues actuarían en adelante por su cuenta. En una palabra: rompieron con quien había sido el verdadero creador del conjunto. El mánager citado los demandó por incumplimiento de contrato. Y a partir de entonces funcionaron dos conjuntos distintos con el mismo nombre de Locomía, uno al frente de los que habían disentido y el otro bajo la batuta de Gil. Aquellos terminaron medio arruinados tras regentar en Miami una discoteca. Y los otros Locomía con distintas formaciones, ya que fallecieron, como dijimos, tres de sus miembros, se disolvieron unos años, para tras no pocas vicisitudes seguir actuando hasta 2017, cuando celebraron su trigésimo aniversario. Desde luego, ya Locomía no disfrutó de las mieles de sus primeros tres años. En toda esa historia, como apuntábamos en un principio, hubo entre todos los gays que pasaron por la banda (puede que alguno no lo fuera o alternara su bisexualidad) existieron tensiones, episodios violentos, egos irreprimibles, ambiciones, que echaron a perder cuando estuvieron a punto de conquistar el mercado discográfico latino de los Estados Unidos.

La película sobre Locomía refleja aquellas tensiones, los amores tortuosos, la libertad inicial con la que actuaban en una época en la que no era normal de qué modo se presentaban en público. Viene a ser una crónica también de la sociedad de aquellos años, finales de un siglo. Cuantos actores han intervenido en el filme a las órdenes de Kike Maíllo han tenido que ensayar las coreografías, bailar y moverse en el escenario como aquellos componentes del cuarteto. Destacan entre ellos el galán Jaime Lorente, como líder de Locomía, y Alberto Ammann, en el personaje del mánager y descubridor del grupo. Ibiza y su en tiempos mítica discoteca Ku, están en el ambiente de la película.

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