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20 años de la boda de Felipe y Letizia: curiosidades, anécdotas y cambios

El 22 de mayo de 2004 Felipe de Borbón y Letizia Ortiz Rocasolano se casaron en Madrid. Una boda que reunió a 1200 invitados entre representantes de todas las casas reales, la política, finanzas, aristocracia, alta sociedad, economía, cultura o deporte nacional. Se trataba de la primera boda de Estado que se celebraba en España desde hacía prácticamente un siglo y también la primera de la realeza que se celebraba en la catedral de la Almudena, que fue consagrada por San Juan Pablo II el 15 de junio de 1993.

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El novio hizo el paseíllo hasta la Almudena del brazo de su madre, doña Sofía, con un vestido color champán de Margarita Nuez y mantilla negra. Mientras, el novio vestía el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, luciendo el Toisón de Oro y la banda de la Orden de San Hermenegildo.

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A las 10:43 de la mañana el cortejo real comenzaba su salida por la Puerta del Rey del Palacio Real de Madrid en dirección a la Almudena. Salieron en primer lugar el infante Carlos (ya fallecido) y la princesa Ana de Francia, duques de Calabria, seguidos de la infanta Margarita y Carlos Zurita , duques de Soria, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, duques de Palma, la infanta Elena y Jaime de Marichalar, duques de Lugo y el entonces rey Juan Carlos con su hermana la infanta Pilar de Borbón, también ya fallecida.

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Hay un conocido dicho popular que como augurio de un matrimonio feliz y duradero reza: "Novia mojada, novia afortunada". Aunque estaba previsto que la novia hiciera a pie entre el Palacio Real y la Almudena, la copiosa lluvia que caía sobre Madrid lo impidió y finalmente tuvo que hacerlo subida a un Rolls-Royce Phantom IV con más de 70 años de historia y acompañada por su padre, Jesús Ortiz. Para la ocasión, la reina Letizia, aconsejada por la reina Sofía, optó por un vestido de Manuel Pertegaz con cuello en uve, manga larga y entallado, confeccionado con seda valenciana de la casa Rafael Catalá y adornado con bordados en hilos de seda y plata, donde tenían especial protagonismo los bordados cargados de simbolismo como la flor de lis, emblema de los Borbón o la espiga, símbolo esperanza y abundancia.

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Letizia llevaba un velo clásico de tres metros de tul de seda natural, regalo de don Felipe, que estaba prendido a la tiara Prusiana de estilo imperio en platino y diamantes, la misma que usó la reina Sofía en 1962 en su boda con don Juan Carlos. Los pendientes de platino con 10 diamantes, fueron un regalo de los reyes Juan Carlos y Sofía. El ramo de flores, en forma de cascada tenía flores a modo de homenaje a los Borbones, a la condesa de Barcelona o al principado de Asturias.

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La ceremonia religiosa fue vista por 1.200 millones de telespectadores en todo el mundo. Los novios pronunciaron las palabras clave a las 11:49 horas de la mañana, donde no hubo "sí, quiero" sino que pronunciaron sus propios votos. Tampoco se dieron un beso en el altar al final de la ceremonia. Lo que sí hubo, fueron muchos truenos de fondo anunciando que la tormenta no tenía intención de dar una tregua.

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Los recién casados salieron de la iglesia bajo los sables de los compañeros de promoción de don Felipe de las tres academias militares e hicieron poco después un recorrido en Rolls-Royce por las calles de Madrid hasta llegar a la basílica de Nuestra Señora de Atocha, donde la ya princesa de Asturias ofreció su ramo a la Virgen de Atocha, patrona de la Corte, en una tradición que instituyó Isabel II en 1852.

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Fue una boda en la que hubo un casto beso en la mejilla en el balcón del Palacio Real, a pesar de la insistencia del público presente. Tampoco hubo baile nupcial o barra libre, pero si colas kilométricas en los servicios que ocasionaron alguna disputa verbal entre algún presidente que se quiso colar y una princesa europea, incluso algunos amigos de lo ajeno hicieron desaparecer piezas de plata de la cubertería y la vajilla.

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La polémica más sonada de la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz la protagonizó Ernesto de Hannover, primo de doña Sofía y tercer marido de Carolina de Mónaco. Aprovechando su estancia en la capital, el príncipe alemán quiso disfrutar de la noche madrileña en una conocida discoteca que le dejó una resaca monumental, lo que le impidió asistir a la ceremonia, aunque no al banquete. Pidió disculpas a la reina Sofía, y esta le indicó que no debía pedirle disculpas a ella, sino a los novios, algo que hizo después. 

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Carolina de Mónaco no fue la única royal en aparecer sola. Carlos de Inglaterra, también acudió sin Camilla, con quién se casaría un año después. Como es habitual, vistió el chaqué gris (al igual que el primo del rey Bruno Gómez-Acebo, aunque a este no le sentaba tan bien como a Carlos). Una de las anécdotas del banquete fue que el propio Carlos tuvo que irse antes de que finalizara el banquete, ya que si no, perdía su vuelo de regreso a Londres.

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Entre las anécdotas, también hubo una pelea entre Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta. La animadversión de los dos pretendientes a la Corona de Italia ya venía de lejos y se enzarzaron en una discusión que llegó a las manos. Ana María de Grecia tuvo que separarlos y don Juan Carlos tuvo que decirle a Víctor Manuel de Saboya: «Nunca más». En la imagen, Víctor Manuel con su mujer, Marina Doria, la única invitada que llevó velo como tocado.

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Otro de los protagonistas fue el nieto mayor de los reyes Juan Carlos y Sofía. Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, formó parte del cortejo de pajes y en mitad de la ceremonia ya demostró que prometía (sin duda, una pequeña píldora de todos los momentazos que nos daría en el futuro) y propinó una patada voladora a Victoria López-Quesada, ahijada de Felipe VI, y que va a ser una de las novias de este verano. Las damas de honor de la novia, Ana Victoria Codorniú Álvarez de Toledo y Claudia González Ortiz, así los siete pajes del cortejo (Felipe y Victoria de Marichalar; Juan Valentin, Pablo y Miguel Urdangarín, Victoria López Quesada y Carla Vigo) iban vestidos de Lorenzo Caprile, en las que el modisto se inspiró  en varios cuadros de Goya.

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La mano de la reina Sofía se dejó ver en muchos detalles. Primero, en la "sugerencia" para que el vestido de novia de Letizia fuera de Pertegaz. Después, en la elección musical que sonó en la ceremonia, y en tercer lugar, en la elección del menú de Jockey, uno de los restaurantes más exclusivos de Madrid y que cerró sus puertas en 2012. Jockey sirvió cinco menús diferentes (para atender todo tipo de necesidades religiosas o de dieta) y que constaba de entrantes,  jamón y platos típicos de cada una de las 17 comunidades autónomas que forman España, además de tartaleta de hojaldre con frutos del mar, capón asado al tomillo. El postre, realizado por el prestigioso reportero Paco Torreblanca, fue una tarta de chocolate con avellanas de dos metros de altura. 

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A pesar de ser algo típicamente español en las bodas, tan solo 3 invitadas lucieron mantilla. La madrina, la reina Sofía, la infanta Elena (fantásticamente vestida de Christian Lacroix) y Concepción Sáenz de Tejada, condesa de Ripalda y suegra de la infanta Elena.

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A pesar de que se solicitó que las señoras no usaran pamelas de gran tamaño, muchas invitadas destacaron por sus grandes pamelas, desde Mariló Montero, Marie Chantal Miller, cuyas plumas se iban deshilachando a su paso, pasando por Rosario Nadal, Victoria de Borbón-Dos Sicilias o Sol Bohórquez, entre otras.

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Algunas de las parejas que asistieron a la boda, ya no están juntas. Poco tiempo después se anunció "el cese temporal de la convivencia" entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar. También se separarían la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover, la princesa Marta Luisa de Noruega y Ari Behn,  Laura Ponte y Beltrán Gómez-Acebo, su hermana Simoneta Gómez-Acebo y José Miguel Fernández Sastrón, Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal, Ágata Ruiz de la Prada y Pedro J. Ramírez, el ex presidente del Gobierno Felipe González y Carmen Romero, el ex ministro José Bono y Ana Rodríguez Mosquera, y Paloma Cuevas y Enrique Ponce.

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