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La dramática vida de Joan, primera esposa de Ted Kennedy, que acaba de morir a los 89 años

Bennett, la consorte de Ted Kennedy, padeció la 'maldición' familiar con hijos enfermos y una existencia rota por infidelidad y alcohol.

Cordon Press

Hay incontables vidas rotas, a las que el destino llevó por caminos jamás predecibles, sin que en un principio fueran culpables de cuanto doloroso les ocurrió. Una de ellas ha sido Virginia Joan Bennet, que fuera primera esposa del senador Ted Kennedy, cuñada por tanto de quien fue Presidente en la Casa Blanca, John F. Kennedy, que ha muerto a los ochenta y nueve años. Un pasado tiñe de desgracias ese matrimonio, como también el de sus tres hijos. Y el de ella convertida, muy a su pesar, en alcohólica, por el comportamiento inmoral de su marido, que le fue infiel.

Joan había nacido en Nueva York el 2 de septiembre de 1936 en el seno de una familia católica. Su padre era publicista. Ello, sin duda, le posibilitó ser en su adolescencia modelo de "spots" publicitarios. Cuando estrenó su juventud su vocación la llevó a estudiar música, logrando ser con el tiempo una excelente pianista. Llegados los años universitarios, una de sus amigas, Jean Kennedy, le presentó a su hermano menor Ted, que estudiaba Derecho en la Universidad de Virginia. Los dos jóvenes se enamoraron enseguida, aunque a ella, nerviosa, le quedó cierto temor cuando Ted le pidió matrimonio. Accedió, no obstante. Era, al fin y al cabo, una oportunidad para entrar en una poderosa familia, la de los Kennedy. La boda tuvo lugar el 29 de noviembre de 1958. El New York Times definió a la novia como "tímida y reservada". El matrimonio transcurrió felizmente. Nada hacía presagiar que aquella unión conservadora sufriera un descalabro. Pero sucedió.

Contemos primero las desgracias de dos de sus tres hijos. A Edward Jr. tuvieron que extirparle parte de su pierna derecha. Y Kara, murió de cáncer de pulmón. El tercero de los retoños, Patrick Joseph, tuvo mejor suerte.

Ted Kennedy y Joan Bennet el día de su boda

El clan Kennedy, estaba presidido por el patriarca de la familia que acumuló mucho poder en los entresijos de la política norteamericana, con unos descendientes que participaron en ella activamente, desde el primogénito, que falleció en trágico accidente aéreo, pasando por sus hermanos, John, Robert y el menor, Ted, marido como queda dicho de Virginia Joan Bennet.

Cuando John y Robert fueron asesinados, Ted se propuso llegar a lo más alto de la política norteamericana, como habían conseguido aquellos. Un accidente truncó ese sueño.

Sucedió en una madrugada del año 1969. Ted estaba ese día fuera de casa, en tanto su esposa permanecía en cama, embarazada, en absoluto reposo por consejo médico, por haber sufrido dos abortos. Tranquila y confiada mientras su marido, lejos del hogar, se divertía en una fiesta con su secretaria, una joven de veintiocho años llamada Mary Jo Kopechne.

Llegada la hora de salir de aquella fiesta, Ted, cogido de la mano de Mary Jo, se dirigió a su lujoso automóvil para emprender la vuelta de aquel viaje. ¿Se detendría en algún motel de carretera o en cualquier otro lugar para pasar la noche con su amante? Nunca pudo suceder tal presunción porque en un paraje Ted no pudo controlar el volante y el coche cayó en el lago de Chappaquiddick, en el estado de Massachusetts, hasta el fondo. El entonces senador por Nueva York trató de escapar por una de las ventanillas, así como de salvar a Mary Jo. Consiguió lo primero, pero la muchacha quedó muerta, atrapada en el fondo del lago, sin lograr salir a flote.

Cuando, desesperado, Ted Kennedy consiguió llegar a la orilla sin haber salvado a su acompañante, presa de un estado de nervios, totalmente fuera de sí, sólo pensó en una cosa: escapar de aquel sitio, huir, a donde fuera, a pedir auxilio… Y en esa situación transcurrieron unas horas, siendo incapaz de ir a una comisaría y contar lo sucedido. Pasaron horas hasta que la policía descubrió el cadáver y, tarde, el senador se declaró culpable.

Cuando Joan, su esposa, escuchó de boca de su esposo aquel espantoso suceso, lo primero que hizo fue apoyarlo, darle ánimos, como así ocurrió cuando juntos acudieron al funeral en memoria de Mary Jo Kopechne y posteriormente al juicio en el que Ted volvió a confesar su culpabilidad. ¿Iba quizás ebrio en el momento que conducía su vehículo al salir de aquella fiesta con su amante? Eso era sin duda un agravante, pero lo que no admitía dudas era que la carrera política del senador neoyorquino estaba en el aire.

Y así sucedió. Con el drama primero de que Joan perdió por tercera vez el hijo que esperaba. Y aunque el matrimonio trató de rehacer su vida anterior, sin sobresaltos ni crisis, estaba claro que Joan ya no podía ser la misma esposa, aunque se esforzara en olvidar lo ocurrido: Ted la había engañado. Y no parecía ser la primera vez que le ponía los cuernos con su secretaria. Esperó ella un tiempo cuando tras aceptar Ted cuanto la justicia dispuso, de un proceso del que salió adelante, condenado a dos meses de cárcel, que no llegó a cumplir, optó por seguir al lado de su marido, quien deseaba a toda costa comenzar su campaña presidencial para llegar hasta la Casa Blanca. Hasta que Joan no pudo más y le conminó a que no pusiera obstáculos al divorcio. La separación de la pareja sucedió en 1978 tras veinte años de vida en común, aunque el divorcio no lo firmaron hasta 1983. ¿Por qué pasó tanto tiempo en legalizar su situación? Fue Joan, con su mayor sacrificio pero recordando lo feliz que había sido junto a Ted, quien simuló seguir a su lado para no perjudicarle en la mentada campaña presidencial. Que le fue nefasta. Los partidarios del Partido Demócrata no podían confiar en un hombre, un Kennedy, que había huido del lugar donde se había ahogado su amante, sin querer hacerse responsable de su muerte hasta muchas horas más tarde del suceso.

¿Qué ocurrió cuando ya Joan dejó el hogar, despidiéndose para siempre de su marido? Emprendió un peligroso viaje, no en coche como su ex, sino a través de la bebida, convirtiéndose en una compulsiva alcohólica. Las veces que trató de rehabilitarse resultaron inútiles. Una y otra vez volvía a buscar una botella para ahogar sus penas, su tremendo drama. La detuvieron conduciendo ebria. Su salud le pasó factura. Acarreó problemas renales. Y un día, cerca de su casa, fue encontrada sin sentido, en el suelo. Llevada a un hospital de Boston, capital donde residía, fue diagnosticada de conmoción cerebral, con rotura de un hombro.

No parecía tener solución. Aun así, a fuerza de mucha voluntad, pudo rehacerse hasta donde le fue posible. Ya no tuvo ninguna otra relación sentimental. Volvió a la Universidad en los años 80, y obtuvo un título de magisterio. Dirigió el Consejo Cultural de Boston y publicó una guía de música clásica, recordando cuando tocaba maravillosamente su piano, que siempre le hizo la mejor compañía.

Joan Kennedy en el funeral de Ted Kennedy

Cuando Ted murió en 2009 acudió a sus honras fúnebres. Fue su gran amor y nunca le censuró haberse casado de nuevo con una mujer llamada Victoria Reggie.

Ahora que ha entregado su alma a Dios, la periodista María Shriver, hija de una de las hermanas de John F. Kennedy, que estuvo casada con Arnold Schwarzenegger, ha comentado acerca de su tía lo que transcribimos: "Era una pianista consumada y un alma hermosa".

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